viernes, 23 de diciembre de 2011

Cibernavidad



Frente a las numerosas ventajas de Internet, existe, naturalmente, el riesgo de los nocivos "efectos secundarios": sobreinformación no metabolizada, imperio de lo efímero, reino de la frivolidad...demasiada velocidad para tan poca huella.

Ya que estamos en Navidad -¡qué le vamos a hacer!- quiero referirme a la paradójica frialdad de las relaciones que observo en la hipercomunicación cibernética. Me refiero al hecho de esa persona que anhelas ver, oír, abrazar... y que te reenvía, uno tras otro, multitud de e-mails prescindibles sin una triste palabra de cálida cercanía; esos mensajes navideños que sustituyen la voz propia, tal vez lúcida, quizá torpe, pero verdadera, por una ingeniosa ocurrencia circulante en la Red, de un inspirado habitante de Zagreb. Al final, el resultado es un virtual intercambio de felicitaciones entre una chica de Los Ángeles y un chaval de Liverpool, con los teóricos protagonistas de convidados de piedra. Así son estos tiempos en los que la copia prima sobre el original, los ecos sobre las voces, Urdangarín sobre el Dioni. "Welcome to the machine", que cantaba Pink Floyd.

¡Feliz Vanidad!



miércoles, 21 de diciembre de 2011

Las ciudades invisibles

Parece ser que, a finales de los años ochenta del pasado siglo, el capitalismo exacerbado se fue de rebajas a las boutiques de Reagan y Thatcher -tras dejar a los niños al cuidado del lacayo Gorbachov-, compró unas botas estilo neo-nazi, muy alabadas por los economistas de Chicago y, después de sacarles brillo con el betún de la caída del muro de Berlín, comenzó el laborioso y metódico esfuerzo de liquidar concienzudamente el estado del bienestar. En esta especie de IV Reich, el término "pobres" es la actualización del pack colectivo homosexual, gitano, judío...
Creo que lo cuenta E. Gibbon en su obra "Declive y caída del Imperio Romano": ante la propuesta de un senador de uniformar a los esclavos, se alzó rápidamente otro respondiendo: "¡Ni se te ocurra! Entonces se darían cuenta de cuántos son, y la fuerza que tienen". Mientras comienzan a arder las calles, recordemos a Italo Calvino en "Las ciudades invisibles":
"El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio".

miércoles, 14 de diciembre de 2011

He dicho (cien entradas)

Perpetro este blog con el atrevimiento que me confieren los años -una suerte de patente de corso-, desde mi "telecentro/refugio". Esta es la entrada número cien. En la anterior, esbocé los motivos de que uno se ponga -y exponga- a publicar cosas en un blog, y además lo haga con cierta regularidad. Los verdaderos escritores hablan de la necesidad de ser leídos, de ser queridos, dejando a un lado razones más prosaicas y elementales (las facturas que hay que pagar...). Aunque unos pocos y sufridos amigos transitan estos comentarios con la resignación de quienes te compran lotería para un viaje de estudios, la redacción de estas previsibles y prescindibles líneas me conecta con aquel compañero de servicio militar que se escribía cartas a sí mismo. Más o menos, el blog es la terapia barata formada por un sudoku de palabras. Un mensaje en una botella que lanza al ciberespacio un desorientado náufrago digital. He dicho ya - "está en las hemerotecas"- que vine al telecentro a devolver un paraguas; siempre pensé que el ángel providencial que me lo había prestado lo había hecho no sólo movido por su natural generosidad, sino también animado por un impulso estético, tanto para protegerme de la lluvia como para ocultar mi imagen. Aquel día encontré un espacio acogedor "custodiado" por una persona encantadora: en mitad de la noche, perdido en el bosque, arreciando la tormenta, el viajero desorientado encuentra una confortable cabaña, en la que todo parece estar aguardándolo.
He dicho también que subo cada día las escaleras del telecentro con la reverencia del que se dirige a comulgar. Quizá sea más preciso apuntar que soy ese devoto que se dirige a su mezquita: el mal gusto, la mediocridad en sus variadas formas, es ese calzado que nos impide caminar, y que dejamos a la entrada.
¡He dicho tantas cosas del telecentro... y siempre he sentido que me quedaban tantas por decir!.
Hace cuatro años, aún lejos de la prima de riesgo, escribí:
Noviembre es un mes lleno de lunes: días más cortos, temperaturas más bajas, humedad en el cuerpo y en el alma. En el horizonte, inquietante, asoma la Navidad: alegría bañada en tarjeta de crédito, besos envueltos en papel de regalo, identidad expedida en el centro comercial. Para el frío de las ausencias devastadoras, no hay abrigos a la venta.
Era noviembre, y, desde hacía poco más de un año, me había trasladado a Candamo, un bello concejo eminentemente rural, de gente noble y acogedora. Unos versos demoledores de Ángel González me definían: “…porque en ningún país puede arraigar tu corazón deshabitado/…nunca, y es tan sencillo, podrás abrir una cancela y decir, nada más, “buen día, madre”. Pocos eran los efectos personales; los afectos, menos. Pero había descubierto un refugio.
Si un ángel (González) me explicaba en sus versos, otro me da razones para vivir. C., coordinadora del telecentro, es un espejo tan limpio que en él reflejamos lo mejor de nosotros mismos: con fulgores de cariño, enciende el brillo de los ojos más apagados, regalándonos Vida en clases magistrales, lecciones gratuitas a “cobro divertido”.
La vida es un viaje que nos obliga al aprendizaje, nos dice Kavafis en su poema “Itaca”, y, si la encontramos pobre, nos recomienda sutilmente que improvisemos otras “Itacas”: es preciso encontrar un enlace adecuado y continuar el trayecto.
En mi viaje personal, tal vez el señor Alzheimer, ladrón de recuerdos, me visite algún día, ataviado con los harapos del Tiempo. Ahora que aún puedo, necesito decirle que, en un lugar secreto de mi corazón, allí donde guardo lo que más quiero, siempre vivirán C. y nuestro telecentro, inaccesibles a su despojo.
He dicho.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El blog (noventayochomásuna)

Comencé este blog sin pretensiones de continuidad: simplemente para comprobar cómo se realizaba. En aquel momento lo pensaba bautizar como "aladeriva", pero ese título ya existía y tuve que improvisar este otro, en las cercanías de la cursilería y que pretende aludir a la mezcla de golpes y caricias, aflicciones y esperanzas, sombras y luces con los que la vida nos aflige y nos seduce. Echo un vistazo a los comentarios ("entradas") y veo la evolución: breves y asépticos los primeros, más largos y discursivos -tal vez pesados- los recientes. En ocasiones, algunos temas favoritos (cine, música, libros), han sido empujados a un lado por la inexcusable actualidad de la política. La política, de obligado interés - salvo para Robinson Crusoe, hasta el momento que conoció a Viernes-, sodomizada por los especuladores financieros. La política cuya ausencia, paradójicamente, lo llena todo de su presencia -véanse las dictaduras-, un poco como esos amores contrariados en los que la persona desdeñada encuentra en todas partes la imagen de la otra.
El blog (poco leído y a menudo ilegible) me ha servido de gimnasia mental, al intentar buscar las palabras correctas para expresar lo que quería decir; uno ordena los pensamientos al obligarse a explicarlos: de una mente caótica salen en tropel declaraciones embarulladas. El blog, ese sudoku de las ideas. Con el próximo comentario que inserte, llegaré al número cien -y no los aparento-. Que una persona instalada en el síndrome de Bartleby (personaje de un relato de Melville cuyo comentario recurrente era "preferiría no hacerlo") haya llegado a tantas "entradas" sólo cabe atribuirlo a un milagro. Uno de tantos como se producen en este telecentro divino.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Escritores suicidas

David Foster Wallace, nacido en Ithaca -Nueva York-, decidió prescindir de la compañía balsámica del Nardil (un antidepresivo) y sus efectos secundarios; probó otras terapias, regresó a su medicación habitual. Terminó ahorcándose. Era uno de los escritores más prometedores de su generación. Sucedió en septiempre de 2008 y D. F. Wallace tenía cuarenta y seis años.
No parece muy exagerado afirmar que el riesgo laboral más común entre aquellos que ejercen la literatura es el suicidio. Yo definiría al escritor como a un suicida potencial a quien le gustan los gatos.
De los famosos (Hemingway) a los menos conocidos (Chatterton), es numerosa la pléyade de novelistas, poetas y ensayistas que se apean en marcha del tren de la vida. Recordemos algunos:
Alfonsina Storni, una poetisa nacida en Suiza y argentina de familia y residencia, fue operada de cáncer de mama. Ante la insistencia de algunos medios periodísticos, coqueteó con la quirología (predicción del futuro por las líneas de la mano). Terminó arrojándose desde una escollera, aunque una leyenda romántica - que incluso se tradujo en canción- cuenta que se quitó la vida penetrando en el mar.
Yukio Mishima, novelista japonés, vivió entre la reivindicación de las tradiciones niponas y una latente e incómoda homosexualidad. "Consecuentemente", se mató haciéndose el seppuku, más conocido en Occidente como harakiri, un ritual en el que, arrodillado, el suicida se clava una especie de puñal, y a continuación un ayudante (normalmente un familiar o amigo) le decapita. Ten amigos para esto.
Otros suicidas de su misma nacionalidad fueron Yasunari Kawabata, premio Nobel y autor, entre otras, de la novela "La casa de las bellas durmientes", que inspiró a García Márquez para escribir la prescindible "Memoria de mis putas tristes". Anteriormente, Ryunosuke Akutagawa - estos nombres japoneses no son aptos para disléxicos-, autor de relatos como "Rashomon" y "En el bosque" (que Akira Kurosawa llevó al cine), había dicho adiós al mundo ingiriendo veronal.
Primo Levi, quizá el que mejor escribió sobre los campos de concentración nazi -sabía de lo que hablaba- se tiró por las escaleras de su casa, en Turín. Tal vez ayudado por sus recuerdos de Auschwitz, tal vez por enfermedad, quizá por ambas cosas.
El italiano Cesare Pavese dejó escrito en su diario, el día anterior a su "autohomicidio": "Sin palabras. Un gesto. No volveré a escribir".
Stefan Zweig, tras viajar a Persépolis (Brasil) huyendo de la persecución nazi a los judíos, se suicidó con su mujer, asqueado del mundo que le había tocado vivir.
Otro suicida en compañía fue el escritor Heinrich von Kleist, que fue cambiando sucesivamente de novia hasta que encontró una que aceptó acompañarle en el último viaje.
La inglesa Virginia Woolf sufrió diversas depresiones y lo que hoy conocemos como trastorno bipolar; la Segunda Guerra mundial no benefició sus padecimientos. En el año 1941 se puso su abrigo, llenó los bolsillos con piedras y se arrojó al río Ouse. Tardaron casi un mes en encontrar su cuerpo.
De Hemingway está dicho casi todo: su participación en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias; la vida en el París bohemio de los años veinte; su apoyo a la causa republicana en la Guerra Civil española; la participación, como corresponsal, en la Segunda Guerra Mundial; sus años en Cuba y la escritura de "El viejo y el mar", su fascinación por las corridas de toros, la caza, los baños de adrenalina ...En fin, su superior destreza en el relato corto frente a la novela. Falleció de un disparo en la cabeza, no está muy claro si accidentalmente o de forma voluntaria empujado por un incipiente Alzheimer, su carácter depresivo, su alcoholismo.
Un caso aparte es el de Ambrose Bierce, escritor estadounidense, cuyos padres, de arraigada fe calvinista, pusieron a todos sus hijos -tuvieron trece- nombres que comenzaban por la letra a. Bierce escribió muchos relatos cortos cuyos protagonistas eran soldados; con más de setenta años, se subió al caballo y se adentró en Méjico, que estaba en plena revolución; los rumores lo sitúan con las tropas de Pancho Villa. Nunca más se supo de Ambrose Bierce, tras esta expedición que más parece la crónica de una muerte buscada. Carlos Fuentes escribió un libro sobre esta historia, titulado "Gringo viejo", y fue llevado a la pantalla con el protagonismo de Gregory Peck. Ambrose Bierce es también el autor de un sabrosísimo "Diccionario del diablo", en el que se pueden leer cosas como éstas:
Abstemio- Persona de carácter débil, que cede a la tentación de negarse un placer.
Aire- Sustancia nutritiva con la que la generosa Providencia engorda a los pobres.
Amistad- Barco lo bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo, pero a uno sólo en caso de tormenta.
Boticario- Cómplice del médico, benefactor del sepulturero, proveedor de los gusanos del cementerio.
Celoso- Indebidamente preocupado por conservar lo que sólo se puede perder cuando no vale la pena conservarlo.
Conversación- Feria donde se exhibe la mercancía mental menuda, y donde cada exhibidor está demasiado preocupado en arreglar sus artículos como para observar los del vecino.
Economía- Compra del barril de whisky que no se necesita por el precio de la vaca que no se tiene...
Séneca, Sándor Marai, Silvia Plath, J.K. Toole, Jack London, Larra... el club de los escitores suicidas supera en número a los gatos que Hemingway tenía en Cuba (en ocasiones, hasta cincuenta).
Para alejarnos de tanta oscuridad, vamos con un par de anécdotas. Entra un muchacho en una librería y pregunta: "¿Tienen algo de Hemingway?. -Un momento, responde el librero. Mire, tenemos "El viejo y el mar".- Bueno -responde el chaval-... deme "El mar". El poeta Juan Manuel Roca desaconsejabe suicidarse borracho: "Es un problema; te suicidas y al día siguiente no te acuerdas de nada".
La foto de arriba es de Virginia Woolf. Llama la atención su mirada melancólica y ensimismada.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

La lucidez de Andrés Rábago

No es la primera vez que traigo aquí a Andrés Rábago "el Roto", viñetista - no es que cultive vino- en el periódico el País. Acaba de recopilar en un libro sus dibujos acerca de la pesadilla que vivimos, comúnmente llamada crisis y a la que algunas mentes lúcidas denominan "Gran Estafa". Cada uno de sus dibujos es un fino análisis de esta desoladora e indecente actualidad, superando cualquier editorial con unas pocas frases, en una síntesis demoledora. Aquí van algunas de ellas:
En un recuadro se ve a un individuo ante un atril con el símbolo del dólar que dice a su auditorio: "Nos llevamos millones y el Estado los repuso. ¿Cómo pueden decir que el sistema no funciona?".
En mitad de unas escaleras, un dibujo negro con aspecto de empresario le suelta a un lacayo: "Les ofrecemos salarios mínimos con condiciones pésimas y aún los cogen. Hay que apretar más".
Otro más: "No os preocupéis, el sistema capitalista renacerá de vuestras cenizas".
Dos potentados brindando: "¡Por otra crisis como ésta!".
Un detenido, y la voz del juez: "Se le acusa de intento de subversión del desorden establecido.- Pero señor, sólo intentaba aclarar las cuentas.- ¡Así que lo admite!, ¿no?".
Otro prócer excelso: "Os bajaremos los sueldos, os quitaremos derechos, nos llevaremos la pasta, y además nos votaréis".
Uno más: "¿Es usted un ciudadano normal, o todavía piensa?".
Un Padre de la Patria: "Si abaratan el despido, podremos crear millones de puestos de asustados".
Otra joya: "Recuerda que te pagamos una pasta para que recomiendes recortes salariales"; "Descuide, jefe".
Idem: "El sistema económico mundial lo lleva una casa de apuestas".
Un analista fino: "Unos tienen mucho y otros nada, pero la media es correcta".
Un maletín abierto. Dice un fajo de billetes al resto: "Si os preguntan qué hacíais en Suiza, decid que os habían mandado allí a estudiar".
Un economista: "Mi trabajo de economista consiste en que parezca necesario lo intolerable".
Una pancarta: "Si mandan los mercados, ahorrémonos los gobiernos".
Dos triunfadores: "Olvídate del legislativo, del ejecutivo y del judicial, el poder real es el del adquisitivo".
Otros dos : "Los salarios generan inflación". "Cierto, convendría suprimirlos".
Un comentario: "Desde los yates se alzaban voces airadas reclamando más recortes sociales".
Otro más: "Los electores siempre votan lo que les conviene, si sabes manipularlos bien".
En el hospital: "¿Cuál es el diagnóstico, doctor?" - "No rentable".
Análisis: "La operación ha sido un éxito: hemos conseguido que parezca una crisis lo que fue un saqueo".
Uno de los de arriba: "En una economía verdaderamente libre, el pago o no de los salarios debería ser opcional".
Otro del mismo sitio: "Todo lo que dé ganancias debe ser privado, y lo que arroje pérdidas público".
Un asesor: "Tú utiliza a menudo la palabra democracia, que no se note mucho que eres un fascista".
En fin, la policía, con el logotipo del FMI reprimiendo una manifestación...
Ochenta y una viñetas reunidas en un pequeño libro y a un precio de 8,95 euros: un excelente regalo de Navidad.
Que lo sepas, Elsa*
*Elsa Pataky.

martes, 29 de noviembre de 2011

Melancolía




Decir la vida, lograr abarcar la vida en una canción, en un poema: ¡qué lujazo!. Luis Eduardo Aute lo consigue en esta composición, tres minutos escasos, que consigue emocionarme cada vez que la escucho:


"Las cuatro y diez"
(Luis Eduardo Aute)
Fue en ese cine, ¿te acuerdas?, en una mañana al este del Edén.


James Dean tiraba piedras a una casa blanca, entonces te besé.


Aquélla fue la primera vez, tus labios parecían de papel,


y a la salida en la puerta nos pidió un triste inspector nuestros carnets.


Luego volví a la academia para no faltar a clase de francés,


tú me esperaste hora y media en esta misma mesa, yo me retrasé.


¿Quieres helado de fresa o prefieres que te pida ya el café?.


Cuéntame como te encuentras, aunque sé que me responderás: muy bien.


Ten, esta foto es muy fea, el más pequeño acababa de nacer.


Oiga, me trae la cuenta, calla, que fui yo quien te invitó a comer.


No te demores, no sea que no llegues a la hora al almacén;


llámame el día que puedas, date prisa que ya son las cuatro y diez.


Puedes oirlo aquí:





Venga, para que no se me enojen las fervorosas autonomías periféricas, ahí va este pequeño (sólo por el tamaño) poema del catalán Josep Piera:


Ara que ja no ets, amor, ets més que mai.


Ara que ja no et tinc, amor, et vull de veres


Ara que ja no ets, amor, ets esperança.


Ara que t'he perdut, amor, ets meu per sempre.


L'amor, amor, és així: és, si no és.


Que viene a ser:


Ahora que ya no eres, amor, eres más que nunca.


Ahora que ya no te tengo, amor, te quiero de verdad.


Ahora que ya no eres, amor, eres esperanza.


Ahora que te he perdido, amor, eres mío por siempre jamás.


El amor, amor, es así: es, si no es.

Miguel Poveda lo canta ahí:




Dos canciones directas al centro del corazón, alejadas de la prima de Riesgo.






Las servidumbres de la vejez




Es curioso que haya gente que piense que dos personas pueden leer el mismo libro, que se puede revisitar un paisaje, que un hombre es un solo hombre a lo largo de su vida, que sesenta y cinco años son siempre más edad que cuarenta y ocho.
"El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad", dice Gabriel García Márquez. Si Gabo tiene razón, espero una ancianidad confortable. Para Margarite Yourcenar, "a cierta edad, para todo hombre la vida es una derrota aceptada" (Memorias de Adriano). Seguramente son comentarios emparentados. Pero lo que yo pretendo es cierta desmitificación de la longevidad como sinónimo de edad dorada, con sus dosis de experiencia, sabiduría, raciocinio...
Pamplinas. Lo que nos da la vejez -me encuentro en ella, colegas (¿captas la incoherencia verbal?)- es una colección de achaques, físicos y mentales. Perdemos audición y, sobre todo, capacidad de escucha; necesitamos gafas para cerca, gafas para lejos, gafas para encontrar las gafas. La mirada se vuelve torcida, esto es prejuiciosa. Bebemos cada vez menos y vamos a mear cada vez más; en lugar de interlocutores ("hablar entre"), pretendemos receptores pasivos. Nuestra presencia se vuelve difusa para los mayores e invisible para los jóvenes. Obligados a incorporar virtudes por decreto ley de nuestro físico (una suerte de mercado del alma), nos repetimos más que el mensaje del Rey en Nochebuena y cambiamos de guión menos que el teniente Colombo de gabardina. Atribuimos a lo novedoso el calificativo de maligno, inútil, peligroso: desdeñamos lo que ignoramos. Nuestros mantras favoritos son: "en mis tiempos", "antes", "en mi juventud". Somos antepasados de nuestros antepasados. En la calle, la rubia de caderas ondulantes nos deja atrás con su ritmo de serpiente escurridiza, y nos engañamos parándonos frente al escaparate de la tienda de pimientos morrones, que nos interesan menos que el nombre de los ansiolíticos que consume el logopeda de Rajoy.
Retornamos a la infancia y su catálogo de celos, vulnerabilidad, pretensión desaforada de reafirmación y protagonismo... sin viaje de vuelta, en tanto el tren del mundo continúa su trayecto, indiferente a unos espectadores reumáticos y atribulados.
"Es benigno", son las palabras más bellas que podemos oir instalados en la pasarela otoño-invierno de la vida, según W. Allen. Claro que eso lo dice un diplomado en hipocondría, que desayuna un plátano cortado en siete partes, desde que lo hizo por primera vez y no le sucedió nada malo. Una tontería: yo siempre lo corto en cuatro trozos. ¡Qué bien te veo! no es un elogio, aunque necesitemos asumirlo como tal, sino la constatación de que funcionan las gafas de nuestro interlocutor...
Literatura de las carencias: supervivencia del endeble ser humano... 

viernes, 25 de noviembre de 2011

Indecencia

José María Aznar López urge a reformar el sistema de pensiones, que esto no se puede aguantar. Austeridad, sacrificios, sentido de estado. "No se puede jubilar a alguien a los 55 y que cobre hasta los 85 años", dice. José María Aznar López recibe una pensión vitalicia de 70.000 euros, por sus ocho años (1996-2004) de trabajo como presidente del gobierno. En el año 2009, su empresa Famaztella alcanzó unos beneficios de 445.417 euros. Como asesor de Endesa, el prócer excelso Josemari ingresa otros 300.000 euros anuales (para esta gente no existen las incompatibilidades). Por escribir tres libros para la editorial Planeta, el estadista insigne recibió 600.000 euros. Como consejero de News Corporation -un holding de medios de comunicación propiedad del rey de los escándalos Rupert Murdoch-, otros 160.000 euros. No consta lo que cobra de Doheny Global Group -una sociedad estadounidense del sector energético con intereses en Europa del Este dirigida por el empresario Irwin Katsof, cofundador de un grupo proisraelí y defensor de la energía nuclear- ni tampoco cuánto recibe de la inmobiliaria norteamericana J. E. Roberts, de las cuales es consejero. Los malpensados creemos que no lo hace gratuitamente.
Como conferenciante (este ciudadano, ya véis, es un hombre del Renacimiento) sus honorarios poco honorables oscilan entre 40.000 y 90.000 euros (por sesión de chorradas). Finalmente, ha sido el único expresidente de gobierno que no rehusó el sueldo de 74.000 euros como miembro del Consejo de Estado, hasta que se vio obligado a renunciar a él por sus otros ingresos.
"Detrás de todo gran hombre, siempre hay una gran mujer; y, más atrás, está su esposa", decía Marx (Groucho). "Ana Botella reúne grandes condiciones para ser alcaldesa" nos descubre su marido.
No podemos negar sus afinidades: para ir a la peluquería, la fiel esposa utiliza dos coches oficiales y cuatro guardaespaldas.
Urdangarín y familia, bien.
La pitonisa Lola augura un futuro lleno de cargas policiales.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Idolos

Decía Carlyle (no el actor de "Full Monty", sino un historiador del siglo XIX) que el ser humano necesitaba héroes. Francisco Umbral hablaba de "vivir de forma vicaria", esto es por delegación. El caso es que, desde los remotos tiempos en que llevábamos aquellos posters en las carpetas del colegio, hasta los actuales en que seguimos a Ronaldo, Obama o Belén Esteban, edificamos ídolos para transitar por nuestro desamparo. De la adolescencia vulnerable e insegura a la madurez tediosa y desengañada, de Justin Bieber a Emilio Botín, en una búsqueda incesante del personaje con quien identificarme, esa figura benéfica que mitigue mi insatisfacción personal.
Arriba tengo algunos de mis ídolos de adolescencia, esos personajes a quienes uno intentaba parecerse:
Mis adorados Beatles, en el mítico paso de peatones de "Abbey Road". Qué decir de este grupo que cambió la historia de la música, con su inmensa creatividad.
En el centro, Che Guevara, modelo de coherencia, luchador utópico por un mundo más humano. Hoy en día, un alienígena.
Arriba, a la derecha, el argentino Julio Cortázar, una literatura distinta que me enganchó en el momento justo.
Debajo, a la izquierda, Mafalda. "¿Mamá, qué te gustaría ser si vivieras?", dice viendo a su madre hacer las labores de casa: la lucidez hecha dibujo infantil. Unos "Simpsons" argentinos de aquella época.
Más a la derecha, Beckenbauer: la elegancia juega al fútbol.
Eran modelos que uno pretendía llevar incorporados, como un jersey que nos regalasen los Reyes Magos y que necesitásemos conservar largo tiempo, el suficiente para que nuestra figura se adaptase a su forma. Pasados o no de moda, siempre formarán parte de nuestro armario.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

¡¡ Enhorabuena !!





El telecentro de Candamo ha recibido hace unos días el premio en el Certamen "MAYORES cON INICIATIVAS" por un trabajo que merece mucho la pena (incluyo abajo el enlace). Ha sido realizado por el grupo de mayores, con el esfuerzo, coordinación e impulso de C. y, aunque no es el primero que reciben, no es un premio más. Como puede comprobar todo aquel que disfrute y se emocione tras pinchar el enlace de arriba, en esta ocasión la ventana de un ordenador lleva directamente al corazón del ser humano.
Acudo al telecentro como el beato que se dirige reverente a comulgar, como ludópata compulsivo que va al casino sabiendo que es su día de suerte. Por ello, el galardón tiene para mí poco de sorprendente y mucho de alegría. Una distinción que pretende ser un altavoz para un tema -las enfermedades neuromusculares- ante el que nunca estaremos suficientemente sensibilizados.
Es forzoso hablar de los cuidadores, generalmente padres y madres, héroes a tiempo completo, con los que esta sociedad -mezquina y desentendida de todo aquello que no suponga negocio- se encuentra en deuda. Las expresiones "dar la vida a", "dar la vida por"... cobran aquí todo su sentido. La palabra "amor" es un término, por manoseado, en permanente devaluación. Si el concepto Amor (con mayúsculas) se resuelve en hechos, es en estos casos de entrega absoluta, incondicional, de lucha permanente contra la incomprensión y el ramplón materialismo.
Este trabajo del telecentro de Candamo demuestra que la tecnología y el ser humano pueden transitar caminos paralelos, que la una no tendría sentido sin el otro y se convertiría en una cacharrería absurda.
"Mediocre es aquel que está al lado de la grandeza y no se entera", decía, más o menos, Chesterton. Sólo la mediocridad traducida en voluntaria miopía podría no ver la limpia grandeza de estos jabones humildes, hechos con glicerina e ilusión por el grupo de mayores, conducidos por C. con ojos de domingo; una pequeña tregua, en esta vida llena de lunes despiadados e inútiles.
Para verlo,
http://redejabonesolidarios.blogspot.com/








martes, 22 de noviembre de 2011

Resaca electoral



"A mandar, que para eso estamos" (Alfredo Landa, dirigiéndose al dueño de la hacienda, en la película "Los santos inocentes", adaptación de un libro de Delibes).

"No importa quien gobierne, con tal de que obedezca al que manda" (el Roto, en el País).

"Digo yo que, para ser prácticos, deberíamos votar sin intermediarios: a Moody,s, a Fitch o a Goldman Sachs" (Forges, en el País).

viernes, 18 de noviembre de 2011

Sigan a esa chica


 En una peli de los grandes Hermanos Marx, Marilyn Monroe dice a Groucho: "¡Ayúdeme, me persigue un hombre!". "¿Sólo uno?", le responde éste.
En radio 3 hablan del Festival de jazz de Cartagena. Este tipo de festivales suele atraer un amplio abanico de estilos, algunos disociados de la música que los concita; así, podemos encontrarnos en Vitoria con el gran Van Morrison, en San Sebastián con Steve Winwood.
Descubro a Lizz Wright, una de esas voces negras que parecen monopolizadas por aquellos cuyos ancestros recogieron algodón, una moza procedente de la música gospel, que en la actualidad se pasea por el jazz, el soul... y que no desmerece de antecedentes tales como Mahalia Jackson, Ella Fitzgerald, Aretha Franklin. Además de sus propias canciones, incluye en sus actuaciones versiones de Jimi Hendrix, Eric Clapton o Neil Young. Una voz que es un bálsamo para estos tiempos aciagos que padecemos, en los que para actuar con ética hay que tener moral.
Y además ye guapina.
P.D. ¿Qué voy a votar el domingo? Responderé con una frase hecha-enigma: "vuelve la burra al trigo".



miércoles, 16 de noviembre de 2011

Goleada



Este finde hay fútbol. Barça y Madrid juegan el sábado, y "mi" Sporting el domingo. Ese mismo día hay una goleada anunciada y segura, con la curiosa circunstancia de que todos los goles son marcados en propia puerta por el equipo derrotado (PsoE). Un equipo, el perdedor, recibe lo que se ha buscado, y otro, el ganador, lo que no se merece.

Así que tenemos, la noche del domingo, una eufórica explosión de júbilo por parte de la peña Ultrasur, vociferantes y bien alimentados, con mucha bandera y mucho patrioterismo. A partir de ahí, a recitar los consabidos mantras: confianza, austeridad, recortes y como letanía a la que acudir si es necesario, "la situación heredada". En el mercadillo de aquella Unión que alguna vez se pretendió política y social, se monta el tenderete, y a vender pupitres y quirófanos. En cuanto a las medidas a adoptar sobre el fraude fiscal, los Botines, Urdangarines, Iglesia, Monarquía, la cueva de Alí Babá en Suiza...ni están ni se les espera.

Ambos equipos difieren esencialmente en el electorado: mientras el PP tiene unos seguidores acríticos que le garantizan unos diez millones de votos, una parte de los votantes del PsoE poseen una visión exigente - "no nos falles", dijeron aquella noche a ZP- que se desmarca de esa opción política cuando se sienten decepcionados, lo cual ocurre con frecuencia. Así que el voto se va a otra parte, o simplemente se evapora. Como ejemplo, baste citar lo que sucede con los casos de corrupción en las autonomías: mientras que en un caso el corrupto -PsoE- recibe un voto de castigo, en el otro -PP- suelen hacerle la ola y regalarle un palco en el Bernabeu.

Si se hace una política de derechas, que no la efectúe un partido que sigue llevando en sus siglas la S y la O. Continuismo respecto al gobierno anterior (corrupción urbanística, burbuja inmobiliaria), haciendo caer el peso de la crisis - denominada con más propiedad "Gran Estafa"- sobre los de siempre, muchos de los cuales son sus propios votantes. Magnates y grandes fortunas, bajo palio. En definitiva, lo que técnicamente se llama "escupir parriba". Ahí tenemos un problema de coherencia.

Asistimos alucinados a una realidad política heavy en la que los golpes de estado - Grecia, Italia...- se ejecutan desde la especulación financiera (qué lejos aquel tiempo currojimenista de "¡quieto todo el mundo"!) mientras que se reserva el tradicional aparato militar para cuando se olfatea petróleo. En cuanto a los ciudadanos-súbditos, somos como cándidos niños a quienes se les suministra una medicina nauseabunda, por supuesto siempre por nuestro bien...¡nosotros qué sabemos!.

Respecto a Rubalcaba, inmolado en la pira hecha con los libros de Marx y Engels que amontonó Mercados -un descendiente de Fahrenheit 451-, se aguardan con impaciencia sus memorias póstumas, en las que cuenta cómo le entraron ganas de hacer socialismo cuando estaba a punto de dejar el gobierno.


P:D. Peli imprescindible sobre la Gran Estafa: "Inside Job"



viernes, 11 de noviembre de 2011

Borges







Jorge Luis Borges es una de las cuatro patas de la mesa de mis preferencias literarias -las otras serían Homero, Faulkner y Shakespeare-. Curiosamente, dos de ellos ciegos (Homero y, a partir de los 55 años, el propio Borges) y dos existencias inciertas y controvertidas (Shakespeare y, de nuevo, Homero). Ceguera e incertidumbre, asiduos compañeros del ser humano.
Coincido con la apreciación de aquellos que ven a Borges como el más grande escritor en castellano del siglo XX (como considera García Márquez); Guillermo Cabrera Infante lo estimaba como el de más nivel desde los tiempos de Quevedo, una opinión que no puedo valorar por carecer de suficientes lecturas.
De su precocidad sabemos que, con seis años, escribió su primer relato y esbozó en inglés un ensayo sobre mitología griega. A lo largo de su vida llegaría a dominar varios idiomas (inglés, francés, alemán, español...), una capacidad que él mismo se encargó de minimizar en uno de sus relatos, diciendo de un personaje: "se expresaba en varias lenguas con igual fluidez e ignorancia".
Son muy conocidas algunas de sus "boutades" en cuestiones políticas, su mirada complaciente sobre alguna que otra dictadura militar, algo que unánimemente se considera como la causa fundamental para que Borges no recibiera el premio Nobel. Todo parece indicar que el escritor argentino vivía por, de, para, en la literatura, y opinaba de temas políticos con el desdén con que lo haría de asuntos deportivos; añadamos a ello cierta inclinación por los comentarios provocativos, tal vez con la lúdica intención de polemizar -"quizá haya quien sea enemigo de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo serlo", dijo en cierta ocasión-.
Borges escribió ensayos, poemas y relatos; en todo ello demostró un dominio del lenguaje apabullante. En mi opinión, la mejor forma de iniciarse en su lectura es comenzar por aquellos relatos en los que abundan los protagonistas "cuchilleros", gente de mal vivir, con manejo fácil de la navaja, pandilleros al margen de la ley. Se encuentran en recopilaciones tales como "Historia universal de la infamia", "El informe de Brodie", "El libro de arena". Pese a su sencillez, se recomienda tener cerca el diccionario, por la presencia en el texto de vocablos en el argot lunfardo propio de los arrabales de Buenos Aires, una jerga marginal.
De esas lecturas se puede pasar a otras como "Ficciones" y "El Aleph", conjunto de relatos que son verdaderas obras cumbre del siglo XX. Palabras mayores. Para leer y releer, una y otra vez.
Finalmente, aquí tenemos algunas anécdotas y frases suyas:
"Que otros se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído"
"El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto."
"El tema de la envidia es muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: Es envidiable."
"El tiempo es el mejor antologista, o el único, tal vez."
"Enamorarse es crear una religión cuyo Dios es falible."
"Estoy solo y no hay nadie en el espejo."
"Que otros se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído"
"Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres"
"Uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe."
"Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón"
"¡No se preocupe!, yo también soy ciego":
(Respuesta de Borges ante la situación de que un joven, siendo él ciego, se ofreciera a ayudarlo a cruzar la Nueve de Julio; en mitad de la avenida, el joven le dice a Borges "disculpe maestro, pero le tengo que decir... soy peronista. ...)".
Digamos que la Avenida Nueve de Julio de Buenos Aires es una de las más amplias del mundo, con unos 140 metros de ancho, por lo que suponemos que dispusieron de tiempo para una buena conversación. El nombre de la calle alude al día de la independencia de Argentina.
“Antes no se hablaba de economistas, pero el país prosperaba. Ahora casi no se habla de otra cosa, y el resultado de esos expertos ha sido la ruina del país; pero eso no importa, sigue hablándose, sigue insistiéndose en esa ciencia, posiblemente no menos imaginaria que la alquimia”. (De una conversación con Osvaldo Ferrari, en 1984. Cobra plena actualidad en estos tiempos aciagos).
Inteligente, de vasta cultura y dotado de una fina ironía, en Internet disponemos de varias entrevistas muy interesantes. Aquí va una dirección:

Oncedeloncedelonce





Hoy es una fecha especial del calendario, de esas que ocurren cada mucho tiempo, normalmente relacionadas con el cometa Halley o el pollo de Belén Esteban. Echemos un vistazo al periódico del día (por ejemplo, La Vanguardia):
Rajoy: "Todos los días hago marcha rápida o bicicleta". Pues eso, a ver si marcha rápido.
"Soraya Sáenz de Santamaría da a luz un niño en Madrid". Comenzar la campaña electoral y ponerse a parir, todo uno.
"Llega la hora de trabajar mientras se hace ejercicio". Dado el récord de paro del país, se explica el aumento del número de obesos.
"Un descubrimiento permite comunicarse con personas en estado vegetativo". Ahora que investiguen para que podamos comunicarnos con el resto.
"Dos usuarios de un comedor social clavan un tenedor en la cabeza a un trabajador voluntario". ¿Miseria del menú, o castigo por trabajar voluntariamente?
"Un hombre decapita a su hija de 18 meses y dice que le habló el demonio". Burradas aparte, también Bush tomaba trágicas decisiones y decía que previamente había hablado con Dios. Y Susan (Su Santidad el Papa) se arroga su representación -la de Dios, no la de Bush, que a tanto no se atreve- en la tierra.
Y la perla del día, tal que salida de la página cachonda de la web elmundotoday.com: La Vanguardia, 11-11-2011: "Sufre un derrame cerebral y se despierta homosexual":
"Chris Birch jugaba al rugby, tenía pensado casarse con su novia en breve y estaba empleado en una sucursal bancaria. Birch estaba haciendo "volteretas" hacia atrás cuando en una de esas piruetas cayó mal y sufrió el mencionado derrame. Al despertar, ante su novia y amigos, reconoció, sin más, que su condición sexual había cambiado: "Soy gay".
Así como tuve una vida anterior durante el Imperio Romano -mi nombre era Lúpulo- quizá nací siendo gay, ahora recuerdo una trementa caída que sufrí con una bicicleta. Por si acaso, desde hoy mi lema será: "Más casco y menos Cascos".

lunes, 7 de noviembre de 2011

¡Que se besen!

Esta noche, en todas las televisiones del país, como un renacido Gran Hermano de Orwell, pornografía dura: de un lado, Marianico el Corto, con sus obviedades, sin mojarse a pesar de ser como el agua - incoloro, inodoro, insípido-. Sabe que si hubiesen presentado como candidato a un espantapájaros la victoria sería la misma (de hecho, lo han presentado). Del mismo lado, Alfredo el Sacrificado, inmolándose en una especie de "Crónica de una muerte anunciada" escrita por Javier Marías. Se necesita tener mucha cara dura para haber perdido dos elecciones - sin haber pasado por unas primarias, simplemente puesto por el dedo de Ánsar-, tirarse ocho años sin hacer oposición (con el piloto automático de decir "no" a todo) y no desaparecer del panorama político. En cuanto a Rubal, sus propuestas serían ilusionantes si viniesen impulsadas por una brisa fresca del partido, y no por alguien corresponsable de las políticas neoliberales de Mr. Bean. Alfredo seguramente tiene de asesor de campaña un infiltrado del PP, a modo de caballo de Troya, pues no se entiende que pretenda aires de renovación presentándose en el mitin de Sevilla con Alfonso Guerra y Felipe González de teloneros. No estuve allí - ni pienso contemplar la mascarada televisiva de esta noche, el masoquismo tiene un límite- pero supongo que en Sevilla la frase de inicio sería: "¿cómo están ustedes...?

Ya saben, 18 cámaras, 110 trabajadores, cronómetros de la Federación Española de Baloncesto (seguramente resultado de una brillante idea de Rajoy para combatir el paro: "falta personal"), un árbitro, retransmisión de la llegada de los actores, medio millón de euros, análisis hasta la saciedad de la comunicación no verbal - de la verbal no merece la pena, entre ocurrencias sustituyendo a ideas serias y promesas que se las lleva el viento del Mercado-. A falta de rigor, quedémonos con el color de las corbatas.

No parece mover a escándalo el hecho de que el circo se monte alrededor del bipartidismo, dejando a un lado a otras opciones políticas. A esto se llama democracia y respeto a los ciudadanos. Una gran farsa, con una aberrante e injusta ley electoral y la sumisión más absoluta de la política a los intereses de BCE, FMI, Mercados...


No obstante, otro mundo es posible (como confirma la existencia del logopeda de Rajoy).

jueves, 3 de noviembre de 2011

The end









"Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia". Esta espléndida frase pertenece al libro "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", del escritor Philip K. Dick, que Ridley Scott llevó al cine con el título de "Blade Runner". Los antiguos que hemos tenido la suerte de acercarnos a un libro como quien abraza a un amigo, de escuchar canciones que nos hablaban de esa persona tan especial que habíamos conocido, de entrar en una sala de cine como quien se introduce en un refugio cálido y protector, tememos estar asistiendo al final de un mundo.


Y nos sentimos afortunados por haber podido disfrutar de esos cómplices generosos que en tantas ocasiones lamieron nuestras heridas, ofreciéndonos su eficaz abrigo ante la intemperie.


En la recepción del premio Príncipe de Asturias, Woody Allen citaba a un cómico que, al recoger una distinción, dijo: "Este premio no me lo merezco, pero tampoco la diabetes que soporto, así que vaya una cosa por la otra". Tal vez uno fuese un receptor inmerecido de la música , la literatura, el cine que, compañeros balsámicos de aquellos sórdidos años. Pero tampoco nos merecíamos aquel paisaje gris, aquellos días de mediocridad decretada, con la vida en perpetuo orden de alejamiento.



Terror





Aquellos a quienes gustan las historias de terror están de enhorabuena: cada día se pueden empapar de su afición favorita, simplemente siguiendo las noticias de actualidad. Los personajes encarnados por los legendarios Boris Karloff y Bega Lugosi resultan criaturas pusilánimes y delicadas ante las crueles y manipuladoras agencias de calificación ("de rating", si ves la película en versión original). "Los crímenes de la calle Morgue" de E. Allan Poe, una historia para toda la familia -pongamos "Verano azul"-, si la ponemos al lado de la superproducción "La deuda pública y los mercados". Hannibal Lecter, un niño asustadizo si lo comparamos con el presidente del Banco Central Europeo. La madre de Norman Bates, Teresa de Calcuta si la confrontamos con la prima de Riesgo. A título póstumo, Jack el Destripador es el candidato a premio Nobel de la Paz.
¡Qué lejanos parecen aquellos días en los que se analizaba la jornada futbolera al llegar el lunes al trabajo! Como si nos transportase a otro planeta, la Economía - esa ciencia abstrusa que, contemplándonos como decimales humanos, más parece una diosa caprichosa y malcriada- ha reemplazado con violencia a Messi, Mourinho y el Sporting, sustituyéndolos por las hipotecas subprime, la deuda griega, los bocados privados a la sanidad, en las conversaciones habituales.
En esta orgía pornográfica del gran capital, con unos pocos especuladores sodomizando a millones de personas, el sistema de valores -¿alguien recuerda aún qué era eso?- ha saltado por los aires. Un paisaje social apocalíptico en el que deambulan masas de zombies, confusos y desharrapados, caminando en círculos, en medio de la bruma, hacia una tierra lejana y desconocida.
Y, como guías, babeando de lujuria ante el dinero, obscenos sacerdotes del oráculo de Suiza; lectura imprescindible: http://www.vnavarro.org/index.php?paged=2 "La banca, el fraude fiscal y el New York Times".
Búscalo. Pero, antes, deja todos tus objetos potencialmente agresivos en manos de tus seres queridos, no vaya a ser que luego hagas una barbaridad.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Palabras



Una amiga -sí, lo juro- me pasa este correo electrónico:
Julio Cortázar escribía: "La coma, esa puerta giratoria del pensamiento"
Lee y analiza la siguiente frase: "Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría a cuatro patas en su búsqueda".
¿Dónde pondrías la coma? Si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra "mujer". Si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra "tiene".
Posiblemente sea Julio Cortázar el autor que más me ha hecho disfrutar, con ese sentido lúdico de la escritura que amalgama realidad y fantasía, poniendo lo cotidiano patas arriba. Siendo su novela "Rayuela" una obra de referencia, es en los relatos cortos donde despliega toda su maestría para introducir un completo arsenal de saltos ("mudas", que diría Vargas Llosa) temporales, espaciales, acompañado de una oralidad que da un tinte coloquial a sus escritos, causando la impresión de estar oyendo hablar a un amigo de toda la vida. Esa oralidad buscada le llevó a decir con ironía: "cada vez escribo peor".
Decía Manuel Vicent que admiraba al campesino latinoamericano, su actitud digna y su vocabulario exacto, después de que sus tierras sufrieran el efecto devastador de una catástrofe natural (terremoto, inundaciones, huracán...). Efectivamente, todo parece indicar que el español más rico está en esos países (no me refiero a las visitas de Emilio Botín). No es casualidad que de allá procedan algunos escritores como los argentinos Julio Cortázar, Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges, los mexicanos Juan Rulfo, José Emilio Pacheco y Octavio Paz, el colombiano Gabriel García Márquez, los peruanos Julio Ramón Ribeyro y Mario Vargas Llosa, el nicaragüense Rubén Darío, el chileno Pablo Neruda, los uruguayos Juan Carlos Onetti y Eduardo Galeano, los cubanos Lezama Lima y Alejo Carpentier... y tantos otros a los que nadie de por aquí (nobeles y noveles incluídos) se puede comparar. Mientras tanto, nuestros medios de comunicación siguen llamando catástrofes "humanitarias" a esas trágedias humanas que tan poco tienen de benéficas.
Vuelvo al principio, como un boomerang, o un palíndromo - palabra o frase que puesta del revés dice lo mismo: "anilina", "dábale arroz a la zorra el abad"-; me refiero a la importancia de la coma: lenguas venenosas dicen que Beethoven dedicó su composición "Para Elisa" a la hija de un amigo, y que esta muchacha tocaba fatal. Así es que el título, en realidad, no era "Para Elisa", como pasó a la posteridad, sino "Para, Elisa". Ya véis, una humilde coma convierte a una preposición en verbo, sin despeinarse.
P.D.: En la imagen, Borges y García Márquez, arriba; Rulfo, Onetti y Galeano, abajo (de izquierda a derecha).

lunes, 10 de octubre de 2011

Amor a la lectora





El escritor argentino Ricardo Piglia cuenta estas dos anécdotas ante unos cientos de estudiantes entregados: a la edad de tres años, cogió un libro de la nutrida biblioteca de su abuelo y aparentó leerlo, sentado en el porche de su casa...hasta que uno de los viandantes le indicó que lo tenía al revés. Y Piglia se pregunta: "en cierto modo, ¿no es eso lo que solemos hacer, leer al revés?". Mi reflexión se dirige en otro sentido: con su actitud, Ricardo demostró una curiosa precocidad; él desarrolló a los tres años una capacidad que Bush Jr. tardó décadas en dominar.
La segunda anécdota me parece preciosa -achácalo a mi enfermizo romanticismo si quieres-. Cuenta el escritor que tenía unos 16 años cuando se interesó por una muchacha que era especialmente lectora, mientras que a él simplemente le interesaba el fútbol. Cuando ella le preguntó qué estaba leyendo él improvisó como respuesta "La peste" de Camus, que acababa de ver en un escaparate. El asunto se complicó cuando ella le pidió que se lo prestase, con lo que no tuvo más remedio que comprar el libro y leerlo en una noche para llevárselo al día siguiente.
Aquí no estamos ante un caso de amor a la lectura, sino más bien de amor a la lectora, de lectura por amor; nada extraño, si pensamos que uno de los "efectos colaterales" del hecho de leer suele ser el mejor conocimiento y comprensión de los otros y de uno mismo: al fin y al cabo, un acto de amor.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Los puentes de Madison






"Los puentes de Madison", película dirigida por Clint Eastwood, está basada en una novela corta y prescindible del escritor Robert James Waller. En muchas ocasiones, la lectura previa de una obra nos lleva directamente a la decepción al ver su transcripción a la pantalla; por el contrario, en otras -pongamos por ejemplo el caso de Alfred Hitchock- lo que vemos en el cine supera con mucho el original literario. Un ejemplo de adaptación fallida: "El amor en los tiempos del cólera", de García Márquez; otras, correctas, "Los santos inocentes" (Mario Camus) del original de Miguel Delibes, "El nombre de la rosa" (Jean Jacques Annaud) de la novela de Umberto Eco...; algunas más, correctísimas: como modelo, la película "Blade Runner" (Ridley Scott), basada en "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" de Philip K. Dick. (Juro que ese es el título de la novela). Es cierto que el lenguaje cinematográfico no es lo mismo que el literario, y que el director de cine debe partir del libro para, apoyándose en él, hacer "otra cosa".


La película citada de C. Eastwood supera con creces el original. En ella, Francesca (excelente Meryl Streep) es un ama de casa italiana, casada con un soldado estadounidense y emigrada a EE.UU. Su vida es previsible, sin sobresaltos, de días repetidos, desapasionada. Sus hijos le cambian el dial de radio en el que ella escucha sus añoradas canciones italianas. La llegada, mientras su familia se encuentra en una feria de ganado, de un fotógrafo de Nathional Geographic, Robert Kincaid (estupendo Clint Eastwood), desencadenará una tormenta en el interior de Francesca; él ofrece todo aquello que ella echa de menos: la aventura, la improvisación, el apasionamiento...

También, posiblemente, la inestabilidad.

El proceso de enamoramiento está descrito con la necesaria morosidad -los protagonistas ya no son unos adolescentes- y elegancia. Añádase a ello la visita al pueblo, uno de esos lugares en los que sus habitantes tienen como pasión única el rastreo de las vidas ajenas.

El gran inconveniente o estorbo de la película lo encuentro en la existencia de los antipáticos hijos, que no aportan nada a la narración, y que sólo sirven para rebajar el gran calado emocional de una de las escenas finales, aquella en la que Clint aguarda bajo la lluvia mientras Meryl echa mano a la manilla de la furgoneta en la que va con su marido: al introducir a los hijos en la historia, el espectador sabe ya que Meryl no se va.

No me explico que Eastwood, con lo listo que es, no corrigiera esto. Con todo, una película que considero excelente; la melodía central, muy sensible, es obra del propio Clint.

Finalmente, decir que el escritor John Steinbeck tiene un relato corto titulado "Los crisantemos" que parece claramente la inspiración de lo que años más tarde escribió Robert James Waller.


Aunque soy tan celoso de mi vida privada que no la tengo, he de confesar que la peli de la que hablo no me trae recuerdos demasiado agradables: en un desesperado intento de enmendar el cúmulo de intemperies sentimentales que azotan mi devastado corazón, durante un viaje en el tren intenté utilizar esta película con un dvd portátil, con la peregrina idea de que alguna moza, cinéfila, romántica y poco exigente, se sentase a mi lado para verla juntos y lo que surgiese (tal vez, en el paroxismo del romanticismo, comprar un queso de afuegalpitu en el Fontán). Con la fortuna que me caracteriza, a los cinco minutos - no habíamos llegado a la estación de Sandiche, mira en el "guguelmás"- se acercó el revisor del tren y, al ver el protagonista, exclamó: "¡Hostias, clinisguo!" y de allí ya no le movió ni la necesidad de picar billetes, ni una señora a quien no le dio tiempo a bajarse en la estación de Vega (más "guguelmás" pal lector), "Que coja en Trubia el tren de regreso", dijo mi acompañante sin mover el bigote, ni la pregunta de un viajero acerca de los horarios: "Pregunte al conductor, que lleva más tiempo en la empresa", le soltó sin inmutarse.


Así que llegamos a la estación de Oviedo viendo en la pantalla los títulos de crédito, y poco antes de que yo pusiese en la oficina de "Atención al viajero" la primera queja por el boicot a unos planes románticos tan elaborados.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Collage




En la vastísima mitología griega, Pigmalión esculpía obsesivamente mujeres en las que buscaba la perfección; la diosa Afrodita se apiadó de él, y a una de ellas le insufló vida. El dramaturgo irlandés Bernard Shaw se inspiró en este mito para crear su obra "Pigmalión", en la que dos amigos apuestan acerca de la posibilidad de convertir a una rústica muchacha en una refinada moza. Más tarde sería llevada al cine como musical con el título de "My fair lady", con la encantadora Audrey Hepburn.
La tendencia a modelar a la otra persona es uno de los frecuentes accidentes de tantas y tantas parejas ("parece ser que en los tríos hay más respeto democrático"). Por otra parte, el ser humano no es otra cosa que material frágil y maleable que la vida, cual Pigmalión travieso y escurridizo, moldea a su antojo, mientras aguardamos en vano la llegada de una providencial Afrodita que nos infunda el alma. En esa vana espera, acumulamos certidumbres de andar por casa, dudas magistrales, ausencias devastadoras, balsámicos olvidos, aciertos y errores, el mundo en una mirada, la vida en una presencia, el estruendo en un silencio...en una suerte de "collage": marionetas, al fin, de una obra de autor desconocido, en la que se nos escapa la figura que organiza el guiñol.


jueves, 7 de julio de 2011

Marihuana augusta








La fecha del 11 de septiembre solemos relacionarla con esas espectaculares imágenes en las que unos aviones impactaban contra las Torres Gemelas de Nueva York. Fueron publicitadas hasta la extenuación, en un ejercicio de manipulación de la conciencia colectiva encaminado a conseguir que el rebaño aceptase de forma resignada e incluso complaciente lo que vendría después: represión, cárceles clandestinas, tortura, Guantánamo, invasión de Irak... en definitiva, parodiando el título de aquella película, "Petróleo, mentiras y cintas de vídeo".

"Habitando en el olvido", que diría Cernuda, tenemos otro 11 de septiembre, mucho más sangriento: ese día, en 1973 (no nos estamos remontando a la Edad Media), Augusto Pinochet, apoyado por EE.UU., da en Chile un golpe de estado con miles de desaparecidos, asesinados (entre ellos Salvador Allende, el presidente legítimamente elegido), torturados.. y la represión posterior, instalando una dictadura muy bien recibida por las multinacionales estadounidenses.

Pues bien, encuentro en el periódico de hoy esta noticia surrealista: "Hallada una plantación de marihuana sobre la tumba de Pinochet". La realidad, una vez más, superando la ficción. Quién nos iba a decir que aquel asesino en serie, aquel loco paranoico que arrebató la vida a tantas personas y torturó a tantas otras, iba a resultar, una vez instalado en el más allá, el benéfico promotor de una fértil fábrica de sueños. Habrá quien diga que es un intento de pagar sus culpas, repartiendo un poco de felicidad entre los fumadores. Pero uno sospecha que se trata, más bien, de sembrar una nube tóxica de amnesia histórica colectiva ( como hoy aún no he fumado ningún porro, recuerdo que la amnesia es uno de los efectos nocivos que se atribuyen a la marihuana), en busca de ese olvido que tanto le gusta a la derecha, poco dada a remordimientos y a que le recuerden sus gustos musicales en cuanto a ruido de sables golpistas.


Y en eso "Spain" no "is different":


Por si acaso, permanezcamos atentos al Valle de los Caídos.

martes, 28 de junio de 2011

Lo suyo (Poema de amor)




LO SUYO


El Gran Inquisidor Rouco Varela,

azote de las almas descarriadas,

no ve bien las acampadas

ni el rock, que lo suyo es la zarzuela

de botines, talantes y peperos,

cobijándose en obsceno concordato

-alejado del utópico insensato-

a la diestra del padre, Don Dinero.

Mercader del negocio del pecado,

flagelo obstinado de conciencias,

tres veces negando al desahuciado;

compañero de viaje de Eminencias

que rezan con fervor al dios Mercado:

lo suyo -compañero- es la indecencia.



viernes, 24 de junio de 2011

Vázquez Montalbán




Manuel Vázquez Montalbán nació en Barcelona en 1939 y murió en Tailandia en el 2003. Escribió, sobre todo, novela negra - con el inspector Carvalho como protagonista- y fue un lúcido analista político. En este terreno publicó libros como "Autobiografía del general Franco", "Pasionaria y los siete enanitos", "Un polaco en la corte del rey Juan Carlos", "La aznaridad". Estoy leyendo este último, gracias a la generosidad de un amigo y, como siempre , es una delicia comprobar la lucidez, la fina ironía y la exacta escritura de Vázquez Montalbán, desde su posición izquierdista insobornable, nada que ver con el panfleto o el forofismo estilo "manoloeldelbombo" de tanto ultrasur de la política.


"La aznaridad" analiza los ocho años del gobierno de Aznar, y alrededores, con una inteligente mirada transversal que desnuda a los principales actores políticos de aquellos años. Ahí van algunas perlas de las primeras páginas (qué quies, acabo de empezalo):


"Desde el comienzo, se vio que el presidente de Gobierno, mal aconsejado por su experto en imagen, gastaba la misma sonrisa en los bautizos que en los entierros"... "No representa ningún prototipo asumido en el catálogo de la fauna política ibérica: ni es el ogro comelotodo a lo Fraga, ni el vendedor de burros tuertos a lo González, ni el viejo zorro a lo Carrillo, ni el mensajero sacrificado y providencial a lo Suárez, ni el mesías del futuro como religión representado por Anguita"... "Aznar tenía en 1998 el mismo y respetabilísimo sistema de señales de un inspector de Hacienda o de un novio lento, seguro, con corbata, que va al cine con su novia y el hermano pequeño de su novia, siempre con el hermano pequeño de su novia"... "Tampoco se reía bien Felipe González en la oposición. Es la suya una risa de flan chino El Mandarín"... "Sospecho que cada vez que Madeleine Albright le concedía un baile a Solana, le metía en los bolsillos no el número de su habitación o de teléfono móvil, sino un albarán de pedidos militares...".


¡Qué inmensa nos resulta su ausencia en estos tiempos de porno duro político-financiero! "Cuando las decisiones políticas han de ser objetivamente reaccionarias, ¿no sería más sensato que las aplicara la derecha?". Palabra de Manuel Vázquez Montalbán.

miércoles, 22 de junio de 2011

Escuchar, oir, hablar

"¿Se me escucha desde el fondo?". "Se te escucha, pero no se te oye". Esta anécdota, comentada por el gran Fernando Lázaro Carreter en uno de sus amenos artículos - reunidos luego bajo el título de "El dardo en la palabra"- hace hincapié sobre la necesidad de expresarse con propiedad, sobre el uso correcto de las palabras. "Todo aquel con capacidad de escuchar, se convierte en médico" según el escritor Henry Miller. Para Oscar Wilde, el estilo era el padre del pensamiento: "cómo" lo decimos, es "qué" decimos.
Perdemos la actitud de escuchar al otro bastante antes de extraviar la audición. Los diálogos, tantas veces monólogos de sordos, suelen carecer de la disposición a la escucha, el talante adecuado para cambiar de opinión, y un acuerdo respecto al significado de las palabras empleadas. De ahí a sustituir el argumento por el volumen de voz empleado, sólo hay un paso. Y ese paso en España mide muy pocos centímetros.
El silencio armonioso entre dos personas es su prueba del algodón. El mutismo, algo muy valorado en lejanas culturas (pongamos, por ejemplo, las orientales), tiene mala prensa en estas latitudes. La charlatanería, el vocerío insustancial - basta presenciar un pseudodebate televisivo- suelen sustituir a la charla distendida, creativa, reflexiva y, sobre todo, respetuosa con el otro.
Paradójicamente, la megatecnología invasora, supuesta alfombra para el paso de la comunicación, ejerce en ocasiones de muro efectivo. Veo a tres personas compartiendo viaje en el tren, y, lejos de buscar paisajes comunes de encuentro, cada uno se sumerge en su teléfono, su ordenador portátil, su audio. Somos, en ocasiones, instrumentos de nuestros propios instrumentos. La charla virtual, aquella que no encuentra como aliada a la comunicación no verbal -que no es la que está exenta de verbos-, nunca podrá suplantar a comer pollo al ajillo con unos buenos amigos. Y si son amigas no te digo nada...
Finalmente, este aforismo exquisito del gran Bernard Shaw (Irlanda con su clima etílico y sus mentes privilegiadas): " Ella había perdido el arte de la conversación, pero no la capacidad de hablar".

P. D. Tras estas divagaciones, tres recomendaciones para mis múltiples seguidores de allende los Pirineos: una peli, "Primera plana", de B. Wilder, corrosiva comedia muy adecuada para estos aciagos tiempos; un libro, "Almas grises", de Philip Claudel, excelente novela que vale por todo un tratado de sociología y psicología; un disco, "Born to run", de Bruce Springsteen, con el gran - en todos los sentidos- Clarence Clemons, recientemente fallecido, al saxo.

martes, 21 de junio de 2011

Javier Marías / Un cuento chino



Cada libro de Javier Marías es recibido por la crítica como un acontecimiento de primer orden, algo comparable a la llegada a las librerías de la última obra de un Faulkner, Joyce, Proust, y en este plan. Desde luego, esa misma crítica le considera como el escritor más relevante e inspirado de la actualidad en este país. Ya sé que publica en la editorial Alfaguara, del grupo Prisa, pero a mí me parece que todo tiene un límite.


Estos días finalicé, con mucho esfuerzo, la lectura de su última obra, "Los enamoramientos". Antes de ella, había leído "Corazón tan blanco" y "Todas las almas", y de todas ellas se deriva la misma sensación: una historia aburrida, poco que contar, escrita de forma farragosa, llena de pesadísimas digresiones que hacen que algo que debería ser narrado en 150 hojas ocupe un espacio de cuatrocientas. Y una escritura embarullada, de pésimo escritor. Ahí van algunas perlas, situadas dentro de alguno de los libros citados:


"el cochecito de niño de mi niño nuevo"; "...supe más tarde que sucediera, sucedió cuando..."; "el profesor del Diestro llevaba muy avanzado el conocimiento trabado de su desconocida"; "aún se entretuvo en la sección viril, ahora probó dos aromas en el envés de sus sendas manos, pronto no le quedarían zonas incontaminadas de los perfumes dispares". Terrible. Un fraude que suena a cuento chino.


"Un cuento chino" es el título de una película hispano-argentina recién estrenada, protagonizada por el excelente actor Ricardo Darín. Una comedia amable que narra la relación de un ferretero huraño, solitario, obsesivo y misántropo, con un chino que no sabe una palabra de español. Seguramente la historia podía dar más de lo que se ve en la pantalla, o transitar por terrenos más ásperos y entregar una visión necesariamente ácida sobre el tema de la emigración, pero la película se deja ver con agrado, lo cual es casi un lujo con la cartelera de cine que encontramos habitualmente.


















lunes, 13 de junio de 2011

Teoría del iceberg




El relato corto, el cuento, las narraciones breves en general, son creaciones que conviven en armonía con estos tiempos apresurados y convulsos que vivimos. A diferencia de las novelas de largo aliento, no reclaman del lector su fidelidad ni una concentración prolongada. Si además hablamos de libro de bolsillo, ya tenemos en las manos el volumen ideal para llenar un viaje de media hora en el transporte público.
Utilizando un símil boxístico, diríamos que el escritor de relatos cortos pretende ganar por KO mientras que el novelista intenta hacerlo a los puntos. Algunos de mis favoritos en el arte de la brevedad narrativa son Guy de Maupassant, Juan Rulfo, O. Henry, Julio Ramón Ribeyro, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Ambrose Bierce, Flannery O, Connor, Anton Chejov, E.A. Poe, Horacio Quiroga, Saki, R. L. Stevenson, Eduardo Galeano, William Faulkner (éste, por supuesto, también gran novelista), Ray Bradbury, Raymond Carver, Ernest Hemingway...
De éste último parte la teoría del iceberg sobre el relato corto: en su opinión, lo narrado debe de ser sólo una pequeña parte de la historia, y sirve para que el lector "lea" lo que se encuentra sugerido y no expresado. Para García Márquez, "El gato bajo la lluvia" era uno de sus cuentos favoritos. Ahí va:

El gato bajo la lluvia,
Ernest Hemingway

Sólo dos americanos paraban en el hotel. No conocían a ninguna de las personas que subían y bajaban por las escaleras hacia y desde sus habitaciones. La suya estaba en el segundo piso, frente al mar y al monumento de la guerra, en el jardín público de grandes palmeras y verdes bancos. Cuando hacía buen tiempo, no faltaba algún pintor con su caballete. A los artistas les gustaban aquellos árboles y los brillantes colores de los hoteles situados frente al mar. Los italianos venían de lejos para contemplar el monumento a la guerra, hecho de bronce que resplandecía bajo la lluvia.El agua se deslizaba por las palmeras y formaba charcos en los senderos de piedra. Las olas se rompían en una larga línea y el mar se retiraba de la playa, para regresar y volver a romperse bajo la lluvia. Los automóviles se alejaban de la plaza donde estaba el monumento. Del otro lado, a la entrada de un café, un mozo estaba contemplando el lugar ahora solitario.La dama americana lo observó todo desde la ventana. En el suelo, a la derecha,un gato se había acurrucado bajo uno de los bancos verdes. Trataba de achicarse todo lo posible para evitar las gotas de agua que caían a los lados de su refugio. El gato tenía que estar a la derecha. Tal vez pudiera acercarse protegida por los aleros. -Voy a buscar ese gatito -dijo ella. - Iré yo, si quieres -se ofreció su marido desde la cama. -No, voy yo. El pobre minino se acurrucaba bajo el banco para no mojarse ¡Pobrecito! El hombre continuó leyendo, apoyado en dos almohadas, al pie de la cama. -No te mojes -le advirtió. La mujer bajó y el dueño del hotel se levantó y le hizo una reverencia cuando ella pasó delante de su oficina, que tenía el escritorio al fondo. El propietario era un hombre muy viejo y muy alto. Il piove -expresó la americana. El dueño del hotel le resultaba simpático. -Si, si signora, brutto tempo. Es un tiempo muy malo. Cuando la americana pasó frente a la oficina, el padrone se inclinó desde su escritorio.Ella experimentó una rara sensación. Se quedó detrás del escritorio, al fondo de la oscura habitación. A la mujer le gustaba. Le gustaba la seriedad con que recibía cualquier queja. Le gustaba su dignidad y su manera de servirla y de desempeñar su papel de hotelero. Le gustaba su rostro viejo y triste y sus manos grandes.
Estaba pensando en aquello cuando abrió la puerta y asomó la cabeza. La lluvia había arreciado. Un hombre con un impermeable cruzó la plaza vacía y entró en el café. El gato tenía que estar a la derecha. Tal vez pudiera acercarse protegida por los aleros.Mientras tanto, un paraguas se abrió detrás. Era la sirvienta encargada de su habitación, mandada sin duda, por el hotelero. -No debe mojarse- dijo la muchacha en italiano, sonriendo. Mientras la criada sostenía el paraguas a su lado, la americana marchó por el sendero de piedra hasta llegar al sitio indicado, bajo la ventana. El banco estaba allí, brillando bajo la lluvia, pero el gato se había ido. La mujer se sintió desilusionada. La criada la miró con curiosidad. -Ha perduto qualque cosa, signora? -Había un gato aquí- contestó la americana. -¿Un gato? -Si, il gatto. -¿Un gato? -la sirvienta se echó a reír -¿Un gato? ¿Bajo la lluvia? -Sí; se había refugiado en el banco -y después- ¡Oh! ¡Me gustaba tanto! Quería tener una gatito. Cuando habló en inglés la doncella se puso seria. -Venga, signora. Tenemos que regresar. Si no, se mojará. -Me lo imagino- dijo la extranjera. Volvieron al hotel por el sendero de piedra. La muchacha se detuvo en la puerta para cerrar el paraguas. Cuando la americana pasó frente a la oficina, el padrone se inclinó desde su escritorio. Ella experimentó una rara sensación. El padrone la hacía sentirse muy pequeña y a la vez, importante. Tuvo la impresión de tener una gran importancia. Después de subir por la escalera, abrió la puerta de su cuarto. George seguía leyendo en la cama. -¿Y el gato? -preguntó abandonado la lectura. -Se ha ido. -¿Y donde puede haberse ido? -dijo él, descansando un poco la vista. La mujer se sentó en la cama. -¡Me gustaba tanto! No sé por qué lo quería tanto. Me gustaba ese pobre gatito.No debe resultar agradable ser un pobre minino bajo la lluvia.

George se puso a leer de nuevo. Su mujer se sentó frente al espejo del tocador y empezó a mirarse con el espejo en mano. Se estudió el perfil, primero de un lado y después del otro, y por último se fijó en la nuca y en el cuello. -¿No te partece que me convendría dejarme crecer el pelo? -le preguntó, volviendo a mirarse de perfil. George levantó la vista y vio la nuca de su mujer, rapada como la de un muchacho. -A mí me gusta como está. -¡Estoy cansada de llevarlo tan corto! Ya estoy harta de parecer siempre un muchacho. George cambió de posición en la cama. No le había quitado la mirada de encima desde que ella empezó a hablar. -¡Caramba! Si estás muy bonita -dijo. La mujer dejó el espejo sobre el tocador y se fue a mirar por la ventana. Anochecía ya. -Quisiera tener el pelo más largo, para poder hacerme moño. Estoy cansada de sentir la nuca desnuda cada vez que me toco. Y también quisiera tener un gatito que se acostara en mi falda y ronroneara cuando yo lo acariciara. -¿Sí? -dijo George. -Y además quiero comer en una mesa con velas y con mi propia vajilla. Y quiero que sea primavera y cepillarme el pelo frente al espejo, tener un gatito y algunos vestidos nuevos. Quisiera tener todo eso.

-¡Oh! ¿Por qué no te callas y lees algo? -dijo George reanudando su lectura. Su mujer miraba desde la ventana. Ya era de noche y todavía llovía a través de las palmeras. -De todos modos quiero tener un gato -dijo-.Quiero un gato. Quiero un gato. ahora mismo. si no puedo tener el pelo largo ni divertirme, por lo menos necesito un gato. George no la escuchaba. Estaba leyendo su libro. Desde la ventana, ella vio que la luz se había encendido en la plaza. Alguien llamó a la puerta -Avanti- dijo george, mirando por encima del libro. En la puerta estaba la sirvienta. Traía un gran gato de color carey que pugnaba por zafarse de los brazos que lo sujetaban. -Con permiso -dijo la muchacha- el padrone me encargó que trajera esto para la signora.


Aun reconociendo la suprema maestría de gente como Borges, posiblemente el autor que más me ha hecho disfrutar en las distancias cortas ha sido Julio Cortázar. Este es un relato suyo tan breve como ingenioso:

Continuidad de los parques,
Julio Cortázar


Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.



Finalmente, el "minimicrorrelato" más famoso de la historia, perteneciente al guatemalteco Augusto Monterroso:


El dinosaurio, Augusto Monterroso


Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.



Curiosamente, una vecina le comentó al escritor que este relato le estaba gustando, aunque aún iba por la mitad de su lectura.