jueves, 3 de noviembre de 2011

Terror





Aquellos a quienes gustan las historias de terror están de enhorabuena: cada día se pueden empapar de su afición favorita, simplemente siguiendo las noticias de actualidad. Los personajes encarnados por los legendarios Boris Karloff y Bega Lugosi resultan criaturas pusilánimes y delicadas ante las crueles y manipuladoras agencias de calificación ("de rating", si ves la película en versión original). "Los crímenes de la calle Morgue" de E. Allan Poe, una historia para toda la familia -pongamos "Verano azul"-, si la ponemos al lado de la superproducción "La deuda pública y los mercados". Hannibal Lecter, un niño asustadizo si lo comparamos con el presidente del Banco Central Europeo. La madre de Norman Bates, Teresa de Calcuta si la confrontamos con la prima de Riesgo. A título póstumo, Jack el Destripador es el candidato a premio Nobel de la Paz.
¡Qué lejanos parecen aquellos días en los que se analizaba la jornada futbolera al llegar el lunes al trabajo! Como si nos transportase a otro planeta, la Economía - esa ciencia abstrusa que, contemplándonos como decimales humanos, más parece una diosa caprichosa y malcriada- ha reemplazado con violencia a Messi, Mourinho y el Sporting, sustituyéndolos por las hipotecas subprime, la deuda griega, los bocados privados a la sanidad, en las conversaciones habituales.
En esta orgía pornográfica del gran capital, con unos pocos especuladores sodomizando a millones de personas, el sistema de valores -¿alguien recuerda aún qué era eso?- ha saltado por los aires. Un paisaje social apocalíptico en el que deambulan masas de zombies, confusos y desharrapados, caminando en círculos, en medio de la bruma, hacia una tierra lejana y desconocida.
Y, como guías, babeando de lujuria ante el dinero, obscenos sacerdotes del oráculo de Suiza; lectura imprescindible: http://www.vnavarro.org/index.php?paged=2 "La banca, el fraude fiscal y el New York Times".
Búscalo. Pero, antes, deja todos tus objetos potencialmente agresivos en manos de tus seres queridos, no vaya a ser que luego hagas una barbaridad.

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