sábado, 27 de octubre de 2018

SCORSESE EN EL JOVELLANOS



Aunque ya estoy curado de espantos -tengo espejos en casa-, aún me sorprenden algunas cosas. El miércoles fui al Jovellanos, al encuentro que Scorsese tenía con el público. Un acto muy interesante y de realización impecable.
A la entrada, se me abalanzó una persona con un papel en la mano, pidiéndome un autógrafo. "Me parece que se equivoca", le dije. Como respuesta, me preguntó cuántos kilos había engordado para rodar "Toro salvaje". Fue entonces cuando advertí que me había confundido con Robert de Niro.
Naturalmente, me sorprendió: lo habitual es que me confundan con George Clooney.


    Por lo demás, estos premios suelen recaer en unos galardonados admirables, gente de altura (el mismo Pau Gasol), que habitualmente protagonizan actos de interés en su contacto con el ciudadano. Para completar la oferta, se ofrece la posibilidad de manifestar una abierta hostilidad frente a la monarquía a todos aquellos obtusos republicanos que no saben apreciar el estilismo de Leti ni la preparación de Lipe.
En el discurso que le escribieron, Lipe habló mucho de Constitución, libertad y democracia. Yo que él, pediría a los escribientes que no abusaran en sus panfletos de la palabra "democracia". Es un término muy cercano a urnas, sufragios y votaciones: todo lo que contradice la existencia de un Jefe del Estado impuesto al pueblo.

BIBLIOTECAS PÚBLICAS



Me parece que el 24 de octubre es considerado el Día de las Bibliotecas. Voy a ellas desde niño, cuando aún Jordi Hurtado no presentaba "Saber y ganar". Estar rodeado de libros, hojearlos a mi antojo, poder llevármelos a casa, leer periódicos y revistas, utilizar un ordenador: en definitiva, allí está el templo de quien, como yo, es agnóstico en momentos de optimismo y ateo en horas oscuras.
No concibo la vida sin la lectura. Leer es, para mí, muchas cosas. Comenzó siendo, ante todo, una manera de dar un portazo a una realidad que, con frecuencia, me incomodaba. Zambullirse en las aventuras que narraban Salgari, Jack London, Mark Twain, Stevenson y tantos otros, me permitía habitar una realidad paralela mucho más apetecible. Cada página me llevaba volando a la siguiente en alas de la imaginación, postergando todo lo posible el momentáneo abandono de la lectura, necesitado de saber qué pasaba después de lo que estaba pasando.
Siempre he detestado la propaganda utilitarista que, de vez en cuando, se endosa al maravilloso acto de leer. Aún recuerdo aquel eslogan franquista: "Un libro ayuda a triunfar". Naturalmente, el franquismo desconocía a Borges, que había dicho por entonces, con su lucidez habitual, que el éxito y el fracaso eran dos impostores. Para mí leer es, por encima de todo, un placer: leo para disfrutar. De nuevo Borges lo expresó con meridiana claridad: "El verbo leer, como el amar y el soñar, no admite el imperativo". 
Un buen libro exige una lectura concentrada, profunda, lejos de la habitual mirada tecnológica, tan veloz como superficial. Un buen libro pide la complicidad del lector, para establecer con éste un diálogo. Los buenos libros leídos son como los amigos: forman parte de nosotros y, en parte, nos hacen como somos.
A lo largo de mi vida, he conocido muchas bibliotecas. En todas ellas me he sentido espléndidamente tratado por unos excelentes profesionales. Desde mi niñez, en la de Grao, hasta la actualidad, en las de Gijón, siempre he encontrado una exquisita amabilidad y una dedicación a prueba de recortes.
¡Feliz Día de las Bibliotecas públicas para todos los lectores y, más aún, para tod@s l@s
bibliotecari@s!

sábado, 21 de julio de 2018

FRANKENSTEIN Y EL AÑO SIN VERANO

El año 1816 fue conocido como "el año sin verano": la erupción de un volcán en Indonesia cambió la meteorología, influyendo en lugares tan lejanos como Suiza. Allí, a orillas del lago Lemán, en la mansión de lord Byron, se refugió Mary Selley,  escribiendo entonces su famosísimo "Frankenstein".
Hace unas semanas, poco antes de la llegada de otro verano, una moción de censura justa y necesaria desalojó del Gobierno al Partido Popular. Sus publicistas crearon el mantra de "gobierno Frankenstein" para aludir al heterogéneo conjunto de grupos políticos que se habían unido para repudiar al partido más corrupto de Europa.
¿Es la  erupción volcánica de la trama  Gürtel, desde Madrid, la responsable de la ausencia de verano en  Asturias? No es descartable: según la teoría del caos,el vuelo de una mariposa puede tener  serios efectos en puntos lejanos; la recuperación de un derecho laboral puede hacer variar el Ibex 35 (por no salirnos del caos).
No son pocos los que se refieren a "Frankenstein" confundiendo el nombre del monstruo con el de su creador: ¿les ocurre algo parecido a los propagandistas del Partido Popular? ¿Están identificando el efecto (la inevitable moción de censura) con la causa (la insoportable corrupción de su partido)?
Mary Shelley tituló su libro "Frankenstein o el moderno Prometeo". Como sabemos, Prometeo entregó el fuego a los seres humanos. ¿Será el gobierno de Pedro Sánchez, endeble y voluntarioso, capaz de devolver el fuego de la ilusión a la política? Veremos.
De momento, hemos salido del invierno.

lunes, 5 de febrero de 2018

LA QUE SE AVECINA



LA QUE SE AVECINA

Parece ser que, a finales de los años ochenta del pasado siglo, el capitalismo se fue de rebajas a las boutiques de Reagan y Thatcher -tras dejar a los niños al cuidado del mayordomo Gorbachov-, compró unas botas estilo neo-nazi muy alabadas por los economistas de Chicago y, después de sacarles brillo con el betún de la caída del muro de Berlín, comenzó el laborioso y metódico esfuerzo de liquidar el Estado de Bienestar. En esta especie de IV Reich, el término "pobres" sustituye al colectivo homosexual/ gitano/ judío.
Lo cuenta E. Gibbon en su obra "Declive y caída del Imperio Romano": ante la propuesta de un senador de uniformar a los esclavos, se alzó rápidamente otro respondiendo: "¡Ni se te ocurra! Entonces se darían cuenta de cuántos son, y de la fuerza que tienen". Los hilos de la dignidad se enhebran en el telar de la solidaridad, un telar que intenta desmantelar el poder. A este no le gusta que la unión haga la fuerza: es más partidario de que la fuerza deshaga la unión.
Cuando al poder económico todo le está permitido, y el político tiene un papel testimonial, la liturgia del voto cada cuatro años alcanza el valor de democracia degradada. El ser humano, que se dignifica en la reflexión, en el pensamiento propio, que se desarrolla en el contacto con los demás, necesita de la autonomía de la política, y que la ley sea un arma contra el abuso del poder.
La "crisis" ha alcanzado sus objetivos: una sociedad con menos derechos para la ciudadanía, con salarios más bajos, con el Estado debilitado, con servicios privatizados, y con la socialización de la deuda privada (a la que se esconde eufemísticamente bajo el manto de "la deuda soberana"); la resignación sin alternativas, el miedo paralizante, la religión economicista a quien hay que sacrificar decimales humanos en una liturgia de ofrenda al dios Consumo.
La suspensión de la política por imperativo económico es un medio imprescindible para consagrar -y aumentar- los privilegios de los que más tienen. La mal llamada crisis es, en palabras de David Harvey, "un golpe de Estado que distribuye la riqueza hacia arriba".
Tras el capitalismo industrial, estamos ante un capitalismo financiero, virtual, volátil y ubicuo, que ejerce en el casino global con habilidades de trilero.

Para colmo, la aparición de Ultravox, hijo natural del Partido Popular, aporta un plus de lógica inquietud, ante la amenaza de regresar a tiempos que ya creíamos felizmente superados. Una oferta demandada por aquellos que consideraban a Rajoy como un traidor a la causa, y a su lectura cotidiana, el Marca, como el Mundo Obrero. 

Vox, ya digo, es ese hijo natural -muy parecido a su progenitor- que dice palabrotas. Un hijo que, con su zafio ímpetu fascista, gusta mucho a aquellos desencantados de un PP mariano, metido en carnes, que había renunciado a los abdominales de Aznar.

Por otro lado, la llamada izquierda se encuentra buscando el gps perdido entre escenografía, luchas intestinas y culto a la personalidad, mientras que el errático Pedro Sánchez lidia con una compleja situación, entre el soberanismo catalán y el parque jurásico de su partido.

Tal vez no sea mala idea recuperar a Gramsci y oponer, al pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad.

Mientras tanto, ante la cita del 28 de abril, cabe esperar que la ciudadanía se dé cuenta de cuánto se juega. A algunos no nos apetece volver a ver el NODO, sea éste con Franco pescando salmones o con Abascal cazando ciervos.