miércoles, 19 de diciembre de 2012

Paisaje navideño

Ya está aquí otra vez la Navidad. Ya vuelven a beber los peces en el río. A partir de cierta edad, la vida no parece sino una sucesión de Navidades precipitadas, empujadas por el inevitable posado veraniego de Ana Obregón, sin respiración y con bikini.
Los críos disfrutan estos días con vacaciones, regalos y el indescriptible espectáculo de unos adultos haciendo el ridículo en mayor medida de la habitual. Sin embargo, para los mayores la Navidad supone una rigurosa prueba de esfuerzo emocional,  una exigencia de ser feliz por decreto, de difícil cumplimiento. Insatisfacciones existenciales varias, ausencias devastadoras, y el cuñao, personaje éste de más solera navideña (¡qué contraste de términos!) que el propio Papá Noel, convierten el objetivo de felicidad navideña en poco menos que un imposible.
A todo esto debemos añadir la pesada losa de estos tiempos sombríos, en los que una tropa de desalmados depredadores financieros, banqueros y gobiernos entregados, está perpetrando un descomunal atraco a los derechos más básicos de unos ciudadanos convertidos en zombis desesperados. Una  guerra económica (como todas) latente, en la que la Panzerbanca alemana cuenta con multitud de gobiernos de Vichy, como caballos de Troya infiltrados por las urnas.
Entre tanto, Ratzinger, el hechicero de la tribu, el presidente de esa multinacional que vende parcelas en el más allá, hipotecando el más acá, proclama que corre peligro la paz social. No podemos estar más de acuerdo: no existe paz social, si está cimentada sobre la injusticia. Ninguna sociedad puede tener futuro, si en ella hay suficiente para las necesidades de todos, pero no bastante para la codicia de unos pocos. Pero, para el representante de Dios en la tierra, lo que pone en peligro la paz social no es la debacle socioeconómica sino la trilogía eutanasia/aborto/matrimonio gay.
Y eso que el amor, para la multinacional católica, apostólica y romana, es como las burbujas para Freixenet, o como el amor sensiblero para Bustamante: algo consustancial, una especie de logotipo que da mucho dinero.
Afortunadamente, siempre queda un resquicio para la ilusión: una antigua profecía anuncia para estos días el final del Mundo. Esperemos que con él desaparezcan también La Razón, La Gaceta... y toda la prensa ultramontana que envenena este antiguo país, actual colonia del imperio alemán.
Por su parte, Mariano dice que ha cumplido todas sus promesas electorales. Reconforta comprobar que, entre tanto recorte, aún no han desaparecido los payasos.
Pese a todo...¡feliz Navidad!. Más utópico parecía que esta panda de mediocres corruptos alcanzasen algo más que la presidencia de su comunidad de vecinos, y ahí los tenemos: de presidentes del Gobierno.
Finalicemos con una canción feliz: "Waitin' on a sunny day", B. Springsteen, en la que al final sale un guaje muy lindo.
 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Ciencia, salud y ecos de sociedad...

Mientras que los avances tecnológicos nos llevan del brazo con alegría, remontando el siglo XXI, la especulación financiera pretende retrotraernos a la Edad Media: siervos, señor feudal, autos sacramentales y Rouco Varela. Echemos un vistazo a las recientes novedades en ciencia, salud y esas cosas que tú ya sabes:
En un estudio riguroso de la Universidad de Wisconsin, se ha comprobado que aquellas personas que utilizan con frecuencia la baba de caracol para mejorar el cutis (e incluso la piel), sufren como efectos secundarios la pérdida habitual de los medios de transporte: llegan tarde al tren, al autobús, y en este plan (algunos, incluso a la boda...lo que algunos malintencionados consideran como "el curioso y precoz efecto de los cuernos").
La Iglesia Católica, Apostólica y Romana, con la ejemplaridad que le caracteriza, no ha dudado en aplicarse drásticos recortes: tras eliminar el buey y la mula del pesebre, ahora el Papa dice que tampoco había niño. O sea, que no estaba ni dios.
Otro estudio de la Universidad de Wisconsin (estos no paran) ha llegado a la conclusión de que es literalmente imposible dormir cuando se toma café. Se duerme después.
Según una estadística realizada a pie de calle, al 100% de las personas que tienen entre ochenta y noventa años les gustan las flores (son octogeranios).
La revista trimestral del I.N.E.F. avanza en su última número que, a partir de los cincuenta años, el descenso del rendimiento físico es imparable: en un test realizado a setenta individuos que, situados en esa edad, fueron a coger caracoles, se comprobó que a sesenta y dos se les habían escapado entre tres y cinco ejemplares.
Según National Geographic, en su canal de televisión de Geografía y Repostería, el clima de California es tan seco que le saludas y ni te contesta.
La Universidad de La Gomera anticipa su último trabajo sobre el origen del insomnio: la causa principal radica en que la gente no duerme.
Millones de personas se consideran estafadas, al recibir la propaganda de que con el aparato de TDT podían llegar a recibir la imagen de un montón de canales televisivos. Nadie les explicó que necesitaban también un televisor.
La Universidad de Wisconsin, implacable en sus investigaciones: el hombre es el animal que más tiempo puede resistir sin pensar.
Un arqueólogo de Jaén descubre el esqueleto (en excelentes condiciones) del inventor de la cerveza: data de la época del Imperio Romano, y su nombre era Lúpulo.
Nutricionistas reunidos en un simposio en Moratalaz recomiendan, como fuente de salud y antídoto frente a la ansiedad, una moderada dosis diaria de bebida isotónica: ginebra i so tónica correspondiente.
Y eso que soy de Letras...
 
 
 
 
 
 
 

lunes, 10 de diciembre de 2012

Al chino

Frío. Temperatura ambiente que coquetea con los cero grados. Y da igual que te abrigues: si hay cero grados, por mucha ropa que te eches encima, sigue habiendo cero grados. Por no hablar de la sensación térmica: desahucios, paro y mentiras del gobierno. Y, por si fuera poco tanto frío, el aire acondicionado: llega la Navidad.
 Estamos a punto de ver cerrar los alimerkas para ser sustituídos por esos negocios en los que pone  "Compro Oro". En la calle, miradas cabizbajas, gente que habla sola, trayectos de la desolación... Hoy en día, preguntar a alguien  "¿cómo estás?", es toda una provocación. Así que, modestamente, sugiero como terapia emocional positiva (y barata, nada que ver con ir a esquiar a Vaqueira Beret) el sugestivo plan turístico de realizar excursiones al chino de la esquina, esos negocios en los que hay de todo, incluso regaderas sin agujeros (para flores artificiales). Tienes la sonrisa garantizada, compañía segura (te siguen como a tu sombra) y te dan la hora. Me pasó el otro  día: llego, entro y digo "Hola"; "las cinco y cuarto" me contesta la sonrisa perenne.
Que no es poca cosa, con la que está cayendo.

martes, 4 de diciembre de 2012

Lo de Arturo

El actor -o lo que sea- Arturo Fernández ha ido a televisión, a decir que la gente que se manifiesta estos días en las calles es la gente más fea que ha visto en su vida. Lo ha dicho en Intereconomía, una cadena que se ajusta a Arturo con la precisión con la que lo hacen los trajes que con tanto esmero elige.
En sus inicios como proyecto de actor, Arturo escuchó que alguien (sin duda, con gran sentido del humor) lo citaba como "el Cary Grant español". Es como si vas al Alimerka, coges, agarras y a un tetra-brik de vino Don Simón le pegas una etiqueta de Marqués de Riscal. El caso es que parece ser que Arturo se lo creyó y, como dijo tío Oscar (Wilde), "un estúpido nunca se recupera de un éxito", que a un nivel más prosaico podríamos traducir por "un mediocre nunca se sobrepone a un elogio". Quizá de ahí provenga esa chulería rancia, pasada de moda, por la que el actor quedó paralizado en galán que se relaciona con las mujeres en un diálogo vertical señorito/criada, o su variante, señorito/mujer florero (o mujer/mujer, que dirían desde su Partido Popular). Y a ese personaje se ha consagrado, repitiéndose hasta la saciedad. Ya sé que también Bogart o John Wayne fueron actores arquetípicos pero, por favor, estoy hablando del tetra-brik Don Simón, no de Riojas Gran Reserva. A Don Simón hay que añadirle "Casera" (que serían los actores secundarios), para poder tragarlo.
Quedamos, pues, en que Arturo exhibe los ademanes decimonónicos del caballero que en el restaurante le coloca el abrigo a la señora, en un gesto obsequioso y demorado para, al llegar a casa, exigirle de forma imperiosa que le traiga las zapatillas. Arturo  frecuenta los salones volubles y anacrónicos de marquesas aburridas, mientras desconoce (y, por lo tanto, como todo ignorante, desprecia) el ilusionante y veraz latido de la calle. Por no conocer, ni siquiera parece haber llegado a él esa publicidad que dice: "La elegancia es una actitud".
Arturo, que repite de forma monocorde esas obritas teatrales acuáticas (incoloras, inodoras e insípidas) menosprecia, decimos, a la briosa gente de la calle, pretendiendo ridiculizarla. Una majadería que, como todas, define a quien la manifiesta.
Resulta paradójico el veredicto estético de este popular (y Popular) personaje, teniendo en cuenta sus inclinaciones políticas; un ejemplo: ese ministro de Economía y Desastre, un De Guindos en el que vemos al sargento chusquero estreñido de toda la vida. O ese Montoro, melifluo y taimado, como inquietante abuelito exhibicionista, que espera a los niños a la salida del colegio, cargado de caramelos. También ese Mariano, un tonto perpetuo que situaríamos de pantalón corto, jugando con un aro, en aquellos lejanos capítulo televisivos de "El chavo del ocho". Y qué decir del Aznar, melenudo a destiempo, con menos flexibilidad en el cerebro que en la mandíbula...
Arturo, pena me da decirlo, nació en Gijón. Nada es perfecto o, como decían al final de aquella espléndida comedia titulada "Con faldas y a lo loco", "nadie es perfecto". No  busquen a Arturo en películas de este nivel. Su cine se llama "No desearás la mujer de tu prójimo", "Tocata y fuga de Lolita", "Desde que amanece ya apetece"...títulos reveladores de la calidad de sus propuestas.
Y de su protagonista.
P.D. Este actor, tan patéticamente narcisista, no se merece una foto, así que pongo a un gato.