viernes, 30 de noviembre de 2012

Erich Fromm y Hermann Hesse

Supongo que la adolescencia -¡tan lejos ya...!- viene con un pack de serie integrado por la curiosidad, un cuestionamiento permanente de la realidad y  cierto inconformismo visceral. En aquellos años setenta del pasado siglo, en un país lúgubre y silencioso, entre curas, maestros y guardias civiles, uno sobrevivía leyendo a Erich Fromm. El aire, en lugar de oxígeno, venía cargado de represión. Había autoritarismo en el núcleo familiar, en la escuela el maestro te medía la anatomía con una regla y, en la calle, el guardia civil podía darte un par de hostias. Al miedo se le denominaba respeto.
Así que cogíamos a Fromm: "El miedo a la libertad", "La patología de la humanidad", "El arte de amar", "Tener o ser"...En este último, leíamos que el vivir bajo la dictadura del tener -otra más- nos cosificaba, incluso en el lenguaje: ya no "nos dolía la cabeza", sino que "teníamos un dolor de cabeza". De igual modo, una cosa era "tener autoridad sobre", y otra muy distinta, "ser una autoridad en". Levantábamos la vista del libro, y veíamos ejemplos prácticos por todas partes. Fundamentalmente, aquello era un país formado por autoridades y vasallos. Sumisión, resignación y planes de desarrollo.
Dejábamos a Erich Fromm y pasábamos a Hermann Hesse: del ensayo a la narrativa, prolongando la exaltación del individuo como centro de su vida, con un discurso teñido de orientalismo.
"El lobo estepario", "Demián", "Bajo las ruedas", "Siddharta" y otras obras nos confirmaban la impresión de que la vida, la verdadera, estaba en otra parte. Y que, con la sangre, no entraba la letra, sino el odio.
Leíamos compulsivamente empujados por una doble circunstancia: la lectura, como refugio ante la mediocridad ambiental irrespirable, y como asunción de la orden de alejamiento que la estética -otra dictadura más- nos había impuesto respecto a las chicas, en un mundo que aún no conocía a la prima de Riesgo. 
Fromm y Hesse, razón y corazón, son pues una pareja de hecho unida por el budismo, sin Iglesia que los bendiga.
 

Independentista

Yo también soy independentista. Independentista de tanta desfachatez facha, encarnada en ese nacionalismo centralista, de banderas patrias en muñecas, tirantes y calzoncillos, pero que esconde el dinero en las islas Caimán, a resguardo de bocados impositivos. Independentista de tanta zafiedad visceral, de tanta cutrez unineuronal, que lleva a España en la boca y a los españoles en el culo: facilitando el despido, destrozando la Sanidad, la Educación, la Investigación, la Ley de Dependencia, el seguro de Desempleo...Y, ahora, el mordisco a las pensiones. A las humildes pensiones de tantos jubilados, que están abrigando la intemperie de tanto parado sin paro. Independentista de tanto forofo ultrasur que justificaría hasta el asesinato de su madre, si lo decide su partido político. Independentista de tanto medio de comunicación dependiente de la Banca. Independentista de tanto "demócrata" que se cisca en el Estado de Bienestar a golpe de decreto ley. Independentista de un país dependiente, cuya metrópoli es Alemania. Independentista de tanta mediocridad (Zapateros, Aznares, Marianos...) sirviente del gran capital. Independentista de un PsoE que hace tiempo que hizo sus propios recortes en la "S" y la "O". Independentista de una derechona ultra que se afirma demócrata sin renegar del franquismo, pretendiendo la cuadratura del círculo. Independentista de gobiernos que indultan a banqueros corruptos y policías torturadores. Independentista de Urdangarín y su familia Addams. Independentista de Rouco Varela y su multinacional. Independentista de un Artur Mas que pretende envolver sus megarrecortes en el papel celofán del soberanismo. Independentista de todos aquellos que niegan a un pueblo el derecho a elegir quién quiere ser y cómo quiere vivir. Independentista de todo patrioterismo con aroma a sotana, cuartel e isla de Perejil. Independentista de tanto españolismo, para el que España no es un proyecto ilusionante de convivencia en la diversidad, sino simplemente un cínico negocio. Independentista de tantas mentiras.
P.D. Vídeo con las penúltimas mentiras de Mariano Pinocho, interpretando "No tocaré las pensiones":
 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Inventario de desamores.

La mujer de Ernesto le ha dicho a Guillermo Carrascales, tomando una botella de sidra: "Cualquiera podría enamorarse de ti, incluso una mujer". Guillermo medita sobre dos cuestiones: la importancia en la frase del término "incluso", y si estará pagada la botella de sidra. Tras estas reflexiones, su cabeza le lleva a recordar brevemente su (lamentable, digámoslo ya) trayectoria sentimental.
Okupa involuntario, a muy corta edad, de una incubadora con los cristales ahumados, Guillermo tuvo su primer desencuentro amoroso en una clase particular, cuando, con acento entre tímido y dulce, una niña le preguntó: "¿Tienes un bolígrafo Bic?". "No me llamo Biz", le contestó Guille. Aquel fue el principio del final del comienzo de un idilio. 
Años después, ya adolescente, encontramos a Carrascales en una sidrería de la calle Gascona de Oviedo, donde piensa hacer la declaración (y no de la renta) a una muchacha de buen ver. En la mesa, un plato de lacón con grelos. Cuando Guillermo se sienta junto a  -ya dijimos que estaba "de buen ver"-  Ruperta, oye esta frase lapidaria: "No me gustas al lao". Guillermo se levanta y, sin decir palabra, se va. Mes y medio después, a punto de finalizar la caja de ansiolíticos, recibe una explicación: "Te dije que no me gustaba salao el lacón, majadero". Ya no hay vuelta atrás. No eran tiempos de Informática y su función "Reiniciar".
Queramos o no, estas experiencias marcan. Nuestro protagonista tiene dudas, sobre todo después de ver un documental sobre el budismo tibetano. Se plantea alejarse del mundo y sus peligros: esas mujeres que combinan un gran corazón con su buen gusto, regalándole simultáneamente amistad y calabazas. Pero una muchacha se cruza en su camino.
Estudiante de arqueología, curiosa y extrovertida, Guillermo cree ver en ella a su alma gemela: sólo le falta ser admiradora de Cruyff. La iglesia de Atapuerca se dibuja en el horizonte como prometedor certificado de un romance. La vida y Clotilde (los nombres de sus amadas no son generosos con Carrascales) le sonríen. Hasta que un día la evidencia se impone con toda su crueldad: está siendo utilizado -una ruina, al fin y al cabo- por su pareja para la tesis fin de carrera.
Tras la ruptura, Guillermo se refugia en la lectura de revistas y libros esotéricos: "Año Cero", "Caballo de Troya" y "La Segunda Transición", de José María Aznar. Pero, como yonki tras la heroína, nuestro amigo sólo tarda tres meses en reincidir. Una tarde del mes de agosto, mientras recoge hierba en un prado con la eficacia que le caracteriza (es decir, poca), una chica jovial le interpela: "Qué...¿de jardinero?". "No. Para eso, la Caja Rural". Ella, a lo suyo: "¡Qué bien, yo trabajo de jardinera en el Ayuntamiento de Avilés". Es el preámbulo del prólogo del prefacio de una amistad Yloquesurja, a prueba de malentendidos, difamaciones y sálvamedeluxes. La cosa promete. El corazón de Guillermo vuelve a latir con la ilusión de quien desconoce  decepciones. Pero el destino, como bien sabían los griegos, es inclemente. Críspula, como buena jardinera, le deja plantado una tarde primaveral en la que abre la puerta a un agente de libros del Círculo de Lectores, que le regala "Caballo de Troya", de J.J. Benítez. Guillermo intenta ahogar sus penas en un pub de Avilés cuando, inesperadamente, una joven le pide salir. "¿Contigo?", pregunta la ilusión por boca de Carrascales. "No, salir de aquí: son las cuatro de la mañana, y queremos cerrar".
Por primera vez en su vida, Carrascales medita acerca de la posibilidad de ponerse los hábitos: el hábito de beber, el hábito de fumar...Como medida inicial, recupera el póster de Humphrey Bogart y lo convierte en icono central de su habitación. Para desahogar su frustración, en un negocio de chinos adquiere un saco de boxeo, al que golpea con la saña con la que Mariano trata el Estado de Bienestar. Por unos meses (bueno, semanas; bueno, días..) los seres más lindos de la creación -no me refiero a los gatos-  se alejan de su cerebro. Hasta que un día, mientras merienda un café con suspiros (y también con galletas), al posar la mirada en el televisor ve a Soraya Sáenz de Santamaría...
(¿Continuará...por desgracia?).

La isla al mediodía

"Las autoridades advierten de que el exceso de realidad puede producir alucinaciones". Esta frase, que no desmerecería del mayo parisino sesentayochista, me asaltó al leer el otro día la noticia de la isla desaparecida. Inmediatamente recordé aquel relato de Julio Cortázar, "La isla al mediodía", en el que una isla dejaba súbitamente de existir. Leía uno de adolescente a Cortázar, maravillado, creyendo que era un escritor de relatos en los que reinaba la fantasía, sin darnos cuenta de que el argentino era un sabio que conocía las múltiples caras de la realidad, esa impostora que no es sino una convención social que se viene abajo en cuanto se enfrenta a una mirada aligerada de prejuicios.
Los seres humanos no somos otra cosa que islas a la deriva, vulnerables y anónimas, visibles cuanto más ausentes, como nos enseña el foco cruel de la Navidad, ya a la vuelta de la esquina. En estos tiempos, obscenos y convulsos, en los que a diario desaparecen derechos públicos que creíamos inalienables, triturados entre las fauces de la virtual especulación financiera, la desaparición de una isla se nos antoja parte natural del paisaje de este grotesco teatro  de comienzos de siglo.
Visibles cuanto más ausentes, decía. Y también lo contrario: ausentes cuanto más visibles. En esta guerra entre la codicia insaciable de unos pocos contra los más elementales derechos de todos los demás, un campo de batalla formado por suicidios, desahucios y hambre, se echa en falta la voz pública, el posicionamiento, la definición de los más mediáticos: músicos, deportistas y en este plan. No basta con el gesto benéfico solidario, tan gratificante, por otro lado, para la imagen comercial del individuo en cuestión: son tiempos de mojarse.
Tal como lo hace, en el lado contrario, un zafio Arturo Fernández.
 
 

jueves, 22 de noviembre de 2012

En "La Posada del Mar"



"Por qué no soy cristiano", tituló uno de sus libros el filósofo y  matemático británico Bertrand Russell, un lúcido activista incansable de los que hoy andamos tan necesitados. No siendo creyente -la existencia de un Ser Superior, Florentino Pérez al margen,  me parece improbable- ni cristiano, ni fernando alonso, canalizo mi cuota de espiritualidad, mis pobres tendencias trascendentes, en una especie de paganismo que se concreta en el mar. Así que, cada vez que voy a Gijón, me acerco al paseo de la playa, como aquel que va a visitar a un viejo amigo. En algunas ocasiones, el mar está tranquilo, con olas que se derraman perezosas en la playa; en otras -mis favoritas- el agua golpea violenta el muro, saltando al paseo, juguetona y cariñosa, improvisando una ducha de ternura sobre los más despistados. Son días, esos del mar salvaje, en los que algunos paseantes añaden al habitual aseo del cerebro un inesperado lavado de cabeza.
Un nuevo acercamiento a Gijón (la gente ya me saluda por la calle) me llevó a entrar en "La posada del mar", un restaurante frente a la playa, desde donde podía tomar algo sin perder de vista el fascinante espectáculo de las olas. Otro punto a su favor era el título del local, que me recordaba el de una canción "A la taverna del mar", un poema de C. Cavafis musicado por mi cantautor favorito, el ampurdanés Lluís Llach (otra voz que añoro en estos tiempos obscenos). El caso es que entro, pido un café, y entablo una conversación con el cliente de al lado, a cuenta del tenis que ponen en la televisión. Hablamos de la ausencia de Nadal, de su humildad; por contraste, el diálogo nos lleva a Cristiano Ronaldo. "¿No serás del Madrid?", le digo. "¿Del Madrid?", me dice. Y va y me espeta, cantando: "Companys, si sabeu on dorm la lluna blanca, digueu-li que la vull...". "¡Hostia..!". "No me digas que lo conoces..." "Abril 74, del disco Viatge a Itaca, Lluís Llach".
Tras esto, me dice que pinta cuadros, que vive en Barcelona y me enseña en el móvil una foto de una pintura que le regaló al propio cantante. Pero se ve que los dioses que juegan con las casualidades aún no tenían bastante: "¿De dónde eres, me pregunta?". "De Grao". "Mi cuñao también: ¿conoces a Aurelio, de la Joyería Tarralva?".  
Tengo que consultarlo con la bruja Lola. Y, si le han hecho un ERE, con Cristóbal Montoro.

martes, 20 de noviembre de 2012

Huelgas y piquetes


El miércoles de la semana pasada hubo una huelga política, y la selección española de fútbol jugó un partido de fútbol deportivo. Aunque la incidencia de la huelga política fue escasa (según fuentes del gobierno indignas de crédito, tan sólo se adhirieron a ella dos electricistas de Rentería y un panadero de Móstoles), me preocupa la imagen que podamos dar de cara al exterior. Quizá no sea ajena a esta preocupación la emblemática fecha de hoy, nada menos que 20 de noviembre, de tantas  resonancias patrióticas.
La imagen exterior: ¡qué van a pensar de este país! Un país con una Familia Real -o lo que sea eso- de astracanada, con más de cien mil abuelos (defensores de la democracia frente al golpismo) tirados por las cunetas sin un entierro digno, con monjas robando recién nacidos, con demócratas franquistas, con amnistía para defraudadores millonarios y desahucios para la canalla, con una Santa Iglesia -sin recortes, por favor- retrógrada, homófoba y machista, con el presidente de gobierno más mentiroso -que ya es decir- de toda la lamentable Historia de este triste país, con el personal revolviendo en los contenedores de basura, con la Sanidad y Educación en venta, con un bipartidismo (derecha-ultraderecha) que nos dan por el saco...
Si hablamos de la imagen, no podemos dejar a un lado a los lamentables piquetes, esos enemigos de la libertad. Me refiero al piquete del bocado salarial, si haces huelga, que deja a la menguada nómina mensual temblando. Al piquete del precario contrato de trabajo que, si haces huelga, te envía al paro en cuanto pueda. Al piquete, en fin, de las reformas laborales (ésas que hacen los gobiernos "para crear empleo") que hacen de este país el campeón europeo del paro.

Afortunadamente, los objetivos e independientes medios de propaganda de este país nos mantienen bien informados: Cope, La Razón, El Mundo, ABC, Intereconomía, La Retaguardia, La Gaceta, El Antiguo País, Onda Cero, La Vieja España... Siempre podemos optar entre una información conservadora o alguna otra reaccionaria.
El periodista Hermann Terstch, con una autenticidad que le honra, hizo la crónica del fracaso de la huelga el martes, es decir, el día anterior. Sin complejos.
Por su parte este gobierno centrista, tan sensible él, escucha con atención el clamor de la calle: en Madrid se crea un nuevo grupo policial, de 378 agentes, para dar hostias.
P:D: Se incluye en esta entrada una simpática imagen de un megapiquete, el de la patronal, riéndose muy satisfechos tras la última reforma laboral hecha por Mariano, el chico de los recados de Ángela. Más abajo, un "radical" ensangrentado y otra peligrosa "antisistema" (¡pobre mujer!).
 
 
P.D. Esto está sucediendo aquí, en España, en esta vergüenza de país, en estos momentos.
 
 

martes, 13 de noviembre de 2012

El amor y sus demonios

 
Tras recibir el premio Nobel de Literatura, el escritor turco Orhan Pamuk publicó "El Museo de la Inocencia". Es la historia de un amor obsesivo (valga la redundancia), en la que el protagonista Kemal, perteneciente a la clase alta de Estambul, rompe el compromiso oficial con su novia, para entablar una relación con una prima lejana (en el ámbito familiar). Cuando ésta desaparece, el fuego volcánico de su ausencia lleva a Kemal a coleccionar todos los objetos con los que se ha relacionado el objeto de su amor, al tiempo que transita compulsivamente todas las calles, buscando la presencia de su amada y encontrando figuras fantasmales que se la recuerdan. Esto es el núcleo del libro: páginas necesariamente  reiterativas, escritas con la minuciosidad de un orfebre, que describen con acierto la enfermiza devastación de todo amor contrariado.
"Del amor y otros demonios", tituló una de sus obras el maestro colombiano G. García Márquez. "Todo amor que no devasta, no es amor", nos dejó escrito el poeta persa Omar Jayam. Evidentemente, aquí no se habla de afecto, simpatía, templado cariño. Se trata de una verdadera carnicería, de ese estado enfermizo y febril (y maravilloso) en el que ponemos todo patas arriba. De ver en la otra persona aquello que de único tiene respecto a los demás (nos dice Borges), y que sólo nosotros vemos. El amor, así sentido, es un terremoto.
Causa sorpresa la entregada minuciosidad que Pamuk dedicó a la elaboración del "Museo de la Inocencia", una obra que es como el negativo de tanta pseudoliteratura romántica. Mucho más si tenemos en cuenta que corresponde a los días "convalecientes" del premio Nobel, una vacía pasarela de charlas, presentaciones, conferencias y todo tipo de actos distraídos y prescindibles.
Y la sorpresa se convierte en perplejidad al enterarnos de que el escritor ha abierto un verdadero museo en Estambul, con todos los objetos descritos en la obra. Sin duda, un libro estimable en el que el autor  ha volcado  su dimensión como narrador junto con las tormentas de su vida personal.
P.D. Esta entrada pide finalizar con una canción romántica: "Right here waiting for you", Richard Marx. 
 

viernes, 9 de noviembre de 2012

Vergüenza

Tenía 53 años. Era de Baracaldo. Había sido concejal del ayuntamiento de Eibar. Tenía aficiones, esperanzas, manías, dudas, sueños, inquietudes. Hoy se arrojó por la ventana. No había ordenado masacrar a un país, alegando obscenas mentiras que hablaban de armas de destrucción masiva. No conocía los coches oficiales, ni le acompañaban guardaespaldas a la peluquería. Ningún retrato suyo colgaba de la casa consistorial. Algún fin de semana, le pegaba un corte de mangas a la rutina: lo pagaba con su dinero. Ni el color de la piel, ni las tendencias sexuales, ni mucho menos la cuenta corriente bancaria, modificaban su mirada hacia el ser humano. Iba a ser desahuciada de su vivienda.
Tenía 53 años. Los medios informativos dicen que se suicidó. Yo digo que fue asesinada. Asesinada, como tantos otros, por esa banda formada por la Banca y esos dos partidos políticos impresentables que se alternan en el gobierno (que no en el poder). Dos partidos que, en la legislatura anterior, frenaron una propuesta de Izquierda Unida y el BNG, enfrentada a los desahucios. Con lo que se demuestra meridianamente que no todos son iguales, y que el bipartidismo, con el que nos están tomando el pelo, gobierna para los intereses de la Banca y el gran capital, y contra los ciudadanos (la mayoría de los cuales les votan).  Mediocres sicarios de los poderes financieros, esgrimiendo, en vez de pistolas, la tarjeta Visa Oro.
Estamos asistiendo, impotentes, al fusilamiento de millones de personas, cuyos cadáveres sirven de material de construcción para las nuevas mansiones de los acaudalados. 
 Da vergüenza ser español.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Estercolero

Hay muchas más posibilidades de encontrar un modelo rico que un rico modelo. De igual manera, abundan los multimillonarios ladrones, pero no así los ladrones multimillonarios (pobres, pero honrados). En definitiva, lo que dijo el gran Jaume Perich: "A partir de cierta cantidad de dinero, la gente honrada puede contarse con los dedos de una oreja". El inmortal Marx (Groucho), lo expresó de otra manera: "La clave del éxito es la honestidad: si puedes fingirla, está hecho".
Quizá este blog, anónimo como un trabajador taiwanés en una fábrica textil, tenga algún lector que recuerde el caso de aquel modélico representante de la "marca España" que tenía lujosos cuadros en la bañera (bueno, al lado: de vez en cuando se bañaba), una colección de 130 zapatos y seis tigres que veían la televisión (estaban enganchados a "Amar en tiempos revueltos"). Fue modélica la defensa que hizo el abogado de este eximio patriota (portaba la bandera nacional en la muñeca y en los calzoncillos): "Mi cliente es un ciudadano ejemplar, y humilde: con decirles que, a pesar de su status, no sólo compra él mismo su periódico, sino que habla con el quiosquero". Admirable: no se puede realizar un strip-tease ideológico y  presentar un sistema de valores -o su ausencia- con menos palabras.
Estas excrecencias con forma humana son lógicas en una sociedad que confunde calidad y cantidad, que identifica tener y ser, que prima la apariencia sobre la esencia. Llega un punto en el que  hay ya quien valora a un escritor por su aspecto físico, en lugar de por su obra literaria. ¡Es lamentable! (si no nos defendemos entre nosotros... me refiero a los feos, naturalmente). Entro el otro día en la farmacia a comprar mis habituales ansiolíticos (¿en qué otro producto pensabas, insidioso lector?), y mi farmacéutica habitual me cuenta que una chica, tosiendo sin parar, le acaba de solicitar un laxante. "¿Y para la tos, no quieres nada?. "No, el laxante ye pa la tos". "Pero si es para el estreñimiento..." "Da igual, anúncialo Justin Bieber, que ta muy bueno".
Un popular deportista unineuronal, con tendencia a la melancolía -y, con más frecuencia, a la estupidez- lo dijo hace poco: "Me envidian porque soy guapo, millonario y juego bien al fútbol". Una vez más, una brillante frase que define a su dueño. Y a sus admiradores. Y a los que le envidian. "Guapo, millonario...": ¿puede haber algo más (y mejor)?. Evidentemente, para los imbéciles, no.
 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Callejeros



En la tarde de un cálido domingo del mes de agosto, Guillermo Carrascales pasea su aturdimiento congénito por las calles de Oviedo. Perseverante por naturaleza (Guillermo consiguió ser niño prodigio a los treinta y dos años), intenta atisbar algún síntoma que lo traslade al optimismo, en estos tiempos sombríos que padecemos. Carrascales no es optimista (no ve la botella medio llena), ni pesimista (no la ve medio vacía); Carrascales es inteligente, pregunta: "¿qué hay en la botella?".
En estas horas tórridas en las que lo encontramos, sus certidumbres se tambalean: acaba de ver la portada de una revista en la que se anuncia que Scarlett Johansson tiene celulitis. Medita con pesar sobre esta cuestión, cuando una dulce voz lo rescata de las sombras: "por favor... ¿la calle Martínez Marina?". A su lado, una muchacha salida de un cuento de hadas con final feliz le regala una mirada limpia y clara, como recién amanecida. Los ojos de Guillermo la ven linda, el corazón la ve buena. Lamentando no ser ventrílocuo, responde: "¿conoces la calle Rosal?". "No". "¿Y la calle Cabo Noval?" "Tampoco". "¿Y la de Manuel Llaneza?" "No". "Yo tampoco. De hecho, no creo que exista en Oviedo. Te acompaño, no vaya a ser que termines en la Tenderina". Y Guillermo, en esa compañía, se siente por unos minutos un marqués. Al despedirse, piensa si no habrá sido todo un sueño.
Poco después, la soledad y la tristeza forman un ménage à trois con la nostalgia, en el alma zarandeada de Carrascales. Delante del teatro Campoamor, se abalanza sobre él una mujer -supone- de andares inciertos, el Marca bajo el brazo, en la comisura de los labios un cigarrillo de alegría, el tatuaje del ex futbolista Butragueño en el cuello, con aspecto de habitar en la calle del Olvido, escupiéndole: "¿oye, colega: la calle Uría?". "Mira, tronco, allí tienes un municipal, pregúntale", le responde Guillermo, resignado a refugiarse en la bebida. 

Esperando el crecimiento.

Aquel que coja el periódico y tenga la valentía de leer las noticias, encontrará estas dos, una al lado de la otra: 128.000 parados más en el mes de octubre; 128.000 euros para gastos en flores del Palacio del Pardo y de Oriente. Es lo que hay. Ambas noticias son hermanas siamesas, del mismo modo que la existencia de millonarios se alimenta de la pobreza.
 Siameses, decíamos: Juancar y Marianico el Corto, un suponer. Hace unos días, el cazador de elefantes y el de los hilillos de plastilina hicieron una gira por el exterior, como si de dos cantantes venidos a menos se tratase (pongamos Camilo Sesto y Bertín Osborne), intentando promocionar la "marca España". ¿Y qué coño es eso de la marca España? ¿Tal vez la que llevan para casa, en sus carnes, algunos de los miles de manifestantes que salen estos días a las calles?
Pertenezco a una generación que creció en una dictadura militar y, mediante una transición fraudulenta, aterriza en una dictadura financiera. Llamamos transición española a esos años, envueltos en vistoso papel de regalo, en los que se produjo ese mágico reciclaje por el que franquistas de toda la vida se convirtieron, sin despeinarse, en fieles demócratas, manteniendo sus puestos de influencias y privilegios, mientras que se echaba a la cuneta a los que habían dado la cara frente al régimen golpista. Unos años chapuceros y vergonzosos en los que se renunció a la ruptura y se tragó un continuismo obsceno. En genial frase del gran Francisco Umbral: "La banca se ha comprado una democracia".
La marca España: Rouco Varela, Botín y el Pocero. Y el botín de los Poceros de la burbuja inmobiliaria.
Podemos hacer, pues, un breve resumen del Estado de la Nación: ¡todos al suelo! (menos los de siempre). Por un lado, los violentos radicales: jubilados, parados, amas de casa, maestros, médicos, bomberos, policías, fontaneros, electricistas, carpinteros, libreros, gente de la cultura en general (menos José Luis Moreno), y una señora que venía de echar la primitiva. De la otra parte, la gente de orden, aquella a la que "le duele España": obispos, banqueros, diputados varios, amigos de Suiza, y un señor muy ignorante que no se entera.
Tantos años explicándonos los padres de la patria (con minúscula, por los recortes) que esto era una unidad de destino en lo universal, la reserva espiritual de Occidente, la Biblia en verso, la hostia, para terminar  mandando a nuestras mentes más preclaras (Juancar/Mariano) en plan vendedores a domicilio.
Oíamos hablar de la unidad de España, y no sabíamos  que era Media-Markt. Esperemos que esos dos no utilicen el lema de "Yo no soy tonto".
Nadie se lo creería.
P.D. Y Mariano esperando el crecimiento.

martes, 6 de noviembre de 2012

Con flores a Maria...no

Somos un país de gente inocente. Tanto, que encontramos la expresión "Circule por la derecha", y creemos que es una norma de tráfico. En nuestra candidez, muchos no nos explicábamos que, en el Congreso, militantes gays del PP estuvieran en contra del matrimonio homosexual, que al PSOE le pareciese bien que un día de verano, con nocturnidad y alevosía, se cambiase la Constitución para saquear el Estado del Bienestar, erigiendo el déficit como imperativo intocable; tampoco entendíamos el inquietante parecido entre el melifluo Montoro y el jefe de la central nuclear de los Simpson, ni el vocerío tabernario de "susseñorías", el obsceno "quesejodan" de la megapija Fabra, el empecinamiento en la continuidad del obsoleto payaso Rubalcaba, o la tenacidad de Mariano en desprestigiar a su logopeda.
Ahora tenemos la explicación: se encuentra en la fotografía de arriba. Allí podemos ver esa bellísima planta, bienhechora y regocijante, que ameniza el sacrificado trabajo de nuestros diputados, sumisos representantes de la Banca alemana.