sábado, 30 de septiembre de 2017

Ethos, pathos, logos...y Mariano



En la Grecia de Aristóteles, ethos, pathos y logos eran tres instrumentos, tres medios de persuadir al otro, de seducir a la audiencia. Diríamos hoy, coloquialmente, de "vender la moto". Ethos implicaba conmover a los presentes desde la moral, desde la integridad del orador: creer en su decencia. Pathos, desde la emoción, suscitando empatía: compartir sentimiento. Logos, mediante la palabra, a través del razonamiento: convencer con argumentos.

Desde dónde encandila Rajoy a sus feligreses? Veamos. No parece posible que sea desde el ethos: preside el partido más corrupto de Europa. 
Tal vez desde el pathos? Si algo no transmite Mariano es emoción: leyendo el Marca, realizando marcha como un mecano convulso, viendo el Tour en Pontevedra... Es difícil empatizar con alguien cuya característica más notable es la ataraxia, la imperturbabilidad; alguien que, en la mayor catástrofe ambiental de España sólo vio "hilillos de plastilina". Y el logos? La dialéctica de Rajoy se nos presenta, a menudo, como la de un Groucho Marx pasado de albariño: "Es el vecino el que elige al alcalde, y es el alcalde el que elige al vecino...", etc.
La política, hoy en día, cada vez tiene más de publicidad, de eslogans que arrastran a un votante convertido en feligrés, en consumidor, en cliente. El respeto a la inteligencia ciudadana ha huido en la patera de la manipulación mediática. Ética, emoción, razonamiento: helenismos obsoletos.
¿Desde dónde seduce Mariano a sus clientes?: tal vez, desde la mediocridad compartida.

Café, democracia y...¡unos polvos!


En una sesión del Parlamento inglés, una rival política de Churchill le espetó: "Señor Churchill, si fuese su esposa le echaría cianuro en el café". Churchill respondió: "Señora, si usted fuese mi mujer me lo tomaría con gusto".
Para Churchill, la democracia era "el peor de los sistemas políticos, si excluímos a todos los demás". También aseguraba que la devoción por el sistema democrático desaparecía cuando uno charlaba cinco minutos con el votante medio.
Borges, que no prestaba especial atención a las cuestiones políticas -y eso le costó el Nobel de Literatura, con lo que perdió más el Nobel que el escritor- aseguraba que la democracia era simplemente una superstición estadística. Una opinión reaccionaria que convive mal con otra del mismo autor, en la que decía que esperaba que algún día el ser humano no necesitase gobiernos, algo que irradia un optimismo que a su vez se contradice con lo que Borges pone en boca de un personaje de uno de sus magistrales relatos: "El coito y los espejos son abominables, porque reproducen el ser humano" (cito de memoria, o sea con inexactitud). Esto último no lo comparto: soy un náufrago a quien la marea de la vida nunca ha dejado varado en la playa Misantropía.

Paso por delante de una tienda en la que se anuncian "Productos esotéricos". Efectivamente: pasar el agua, curación por el iris, relajación con música de Perales, etc,. Curiosamente, más abajo ponen que se utilizan "polvos exotéricos". Un cambio ortográfico que no sé si se refiere a que los productos que utilizan son extraños, mientras que los polvos son comunes, o si ello se debe a un error en el uso de la ortografía. Sospecho lo segundo: hoy en día, atareados en la lucha por la vida, los polvos suelen ser más esotéricos que exotéricos, más esporádicos que diarios.

En cuanto a la democracia, proclamo solemnemente que soy un súbdito con aspiración a ciudadano que cree en una profunda democracia.

Aunque estoy dispuesto a reconocer que lo de España también puede funcionar. Conciliador que es uno...