miércoles, 28 de marzo de 2012

Elogio del chigre

El asturiano, heroico marino superviviente de incontables naufragios, de espíritu socarrón y descreído, encuentra su particular templo laico en el chigre. Allí se dirige, llevando a cuestas infortunios y desdichas, alegrías y pequeños triunfos, a ocupar su lugar -siempre el mismo-, apoyándose en los amigos y una botella de sidra. El chigre es ese bar hermoseado de boina y madreñas, un lugar humilde y acogedor, con la calidez justa para que te sientas mejor que en casa, en el que alzamos la voz para ahuyentar la nostalgia y nos olvidamos del reloj si mañana no amanece. Un sitio de reunión sin cita previa, donde lamerse las heridas mandando al paro al psicoanalista; el refugio para el insoportable frío de la soledad que penetra el alma, en donde la melancolía se bate en retirada, vencida por la melalcoholía. Un espacio en el que corregir vidas ajenas, arreglar el mundo pero, también, encontrar la verdad en los matices; detrás de la barra, un cómplice anticipa nuestros deseos, y, confidente, nos da la absolución con una botella de cerveza.
Ahora que pretenden convertirnos en suizos arruinados, sanos, ordenados y neuróticos, es pertinente la reivindicación del chigre, ese centro social con derecho al pecado: un mar entrañable con mensajes en todas las botellas.

martes, 27 de marzo de 2012

La huelga

El presidente del Gobierno ha dicho, hace unos días: "la huelga general no va a arreglar los problemas de España". Una perogrullada más. Mariano suele expresarse mediante obviedades: "haremos lo que tengamos que hacer", "el gobierno va a gobernar", y en este plan. Si, de acuerdo con Valéry, "la sintaxis es una facultad del alma", el panorama mental del presi es desolador. Wittengenstein lo dijo de forma inmejorable: "los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo".
La finalidad de esta huelga general no es, naturalmente, arreglar un país, sino hacer frente, mediante un grito desesperado y un puñetazo sobre la mesa, al mayor atropello de los derechos laborales cometido en los treinta y pico años de democracia teórica. Los obispos bulímicos de dinero público, la banca de rapiña y jubilaciones pornográficas, la patronal insaciable de carcajada obscena y plusvalía no están por la huelga.
El descanso del fin de semana, las vacaciones pagadas, la jornada laboral de ocho horas, la seguridad social...todas las conquistas laborales han sido arrancadas por los trabajadores a base de sangre, sudor y lágrimas. Mariano alardeó en Bruselas de contundencia tijeril exhibiendo como aval la huelga futura, como un cruzado que enseña sus cicatrices venideras antes de enfrentarse a los infieles.
Tras una articulada campaña mediática de desprestigio hacia los líderes sindicales en la que se lanzaron rolex, viajes, cervezas y tapas de aceitunas, Rosell, Rouco y la pepería demuestran su exquisita sensibilidad manifestando su preocupación por aquella gente que quiera trabajar mañana y no pueda. ¿Se referirán a los cinco millones y pico de parados?. Sobre la imposibilidad de ejercer su derecho constitucional (de momento) de huelga por parte de las personas con trabajo precario -la mayoría-, no consta que estos espíritus delicados se hayan manifestado.
Tristes días éstos, en los que ejercer un derecho es un lujo.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Fundirse los plomos

Rafael Reig, en uno de sus sagaces trabajos para el ABC Cultural, elogia una recopilación de relatos cortos. La clave en ellos, nos dice Reig, es un hecho que produce la ruptura episódica de la convencional relación de clases, una momentánea suspensión de la realidad: un apagón de la luz, por ejemplo. Marcha la luz, y la trabajadora doméstica y el abogado que le paga se sitúan, momentáneamente, al mismo nivel.
En el magistral relato "Bola de sebo" de Maupassant, la invasión de una ciudad francesa, Ruan, por parte del ejército prusiano, ocasiona la huida de sus habitantes. En una diligencia salen un montón de burgueses junto a una prostituta. Durante la primera parte del viaje, ésta es "ninguneada", menospreciada sin disimulo; pero la cosa cambia cuando el trayecto se alarga, aparece el hambre y la única persona con provisiones para el viaje es la "señorita de vida alegre". Al momento se difuminan sus pecados, ante la dictadura del estómago; se comparte la comida y digamos, retornando al inicio de esta entrada, que "marcha la luz".
Posteriormente la comitiva llega a otra ciudad, ocupada por los prusianos. Cuando el jefe militar exige recibir los favores de la prostituta, como condición indispensable para permitirles continuar el recorrido, los virtuosos burgueses instan a la víctima a que acceda a los deseos del militar (la luz se va por segunda vez). La muchacha se resigna ante la petición; luego el grupo prosigue su marcha, y la "pecadora" vuelve a ser estigmatizada.
La fuerza del relato, denuncia (siempre tan actual) de la hipocresía moral de la burguesía, está, naturalmente, en la "vuelta a la normalidad" tras los momentos de "confusión social".
Curiosamente, Maupassant desenmascara el sistema de "castas" mediante una prostituta. Y continuamos en una sociedad a la que le vendría muy bien que los plomos se fundiesen con más frecuencia.
P.D.: El relato de Maupassant sirvió de inspiración para la película de John Ford: "La diligencia".

martes, 20 de marzo de 2012

Especular



A estas alturas de la debacle/estafa que nos zarandea, hasta el más tonto de la clase sabe que la economía real, productiva, está presa dentro de un castillo de naipes en el casino financiero que ha montado la economía especulativa. Que la maestra que enseña con paciencia, el tendero que abre su tienda a la mañana, el electricista que dirime corrientes, la agricultora que siembra ilusiones, el albañil que ordena ladrillos, la médica que prolonga vidas...se han convertido en débiles marionetas, enlazadas a unos cables manejados por entes remotos y difusos de avaricia insaciable. Que somos los vagones de aquel tren descarrilado de "Los Hermanos Marx en el Oeste", sacrificados para alimentar la caldera de una locomotora -el sistema capitalista- desenfrenada y sin rumbo; la única opción sensata: apearse y cambiar de medio de transporte. Aunque el bajarnos nos produzca algunas magulladuras.
Tal vez estemos asistiendo no sólo a una época de cambios sino también a un cambio de época. Quizá seamos los protagonistas ignorantes de un capitalismo en sus últimos estertores, un sistema que prima el tener sobre el ser, la apariencia sobre la esencia, lo superfluo sobre lo necesario.
En todo caso, el cataclismo está produciendo la involuntaria consecuencia de enfrentarnos a nuestro sistema de valores -efecto y causa de la sociedad que nos estamos dando-, como un cruel e insobornable espejo que nos presentara nuestras carencias. No olvidemos que "especular" es, ante todo, "relativo al espejo".

jueves, 15 de marzo de 2012

Estar a la altura


La primera vez que vi a Ivo Andric fue a finales de los años setenta. En la zona de Oviedo donde ahora está el centro comercial Los Prados había instalado un circo, y me metí dentro empujado por la lluvia y la nostalgia. Un par de fieras anoréxicas, dos equilibristas con poco entusiasmo, unos payasos con la gracia que, muchos años después, encontraría en José María Aznar: no eran necesarias grandes dotes detectivescas para deducir que el espectáculo había conocido tiempos mejores. Y allí estaba Ivo, obteniendo escorzos artísticos de un poni, lo mejor de la función. La relación física entre ambos era proporcional: Ivo era enano.
Lo volví a ver, días después, en la librería Cervantes. Oí a mi lado una voz, con un marcado acento extranjero, que me decía:"Señor... ¿sería tan amable de alcanzarme aquel libro?". Allí estaba el enano ecuestre, señalándome un volumen de Ray Bradbury. Al tiempo que le pasaba "Crónicas marcianas", alabé su actuación en el circo. Intercambiamos comentarios prescindibles acerca de algunos libros, y sugerí tomar un café.
No estoy seguro de si era bosnio o croata, en todo caso en aquellos años Ivo era yugoslavo por el efecto aglutinador de Tito. De espíritu nómada, sus aficiones eran la lectura - con preferencia por la ciencia ficción: Philip K. Dick, Asimov, Bradbury...-, el cine y la papiroflexia; esto último, no sé por qué, me llamó la atención. "Porque, de vez en cuando, me gusta perder los papeles", dijo. Comencé a sospechar que el sentido del humor de Ivo era inversamente proporcional a su estatura.
Una semana más tarde lo encontré de nuevo, a la salida del cine Palladium, una sala mítica en aquella época. No pude evitar sonreir: la película era "También los enanos empezaron pequeños". "Me gusta mucho Herzog", dijo. Nunca supe si le gustaba el cine desmesurado de este director alemán, o era su surrealismo quien hablaba. Entre unas cervezas, me lanzó otra andanada: "los enanos tenemos desarrollado un sexto sentido que nos permite reconocernos por la calle".
Pasaron más de treinta años. Golpes de estado frustrados (¿o no?), champions, sálvame, talantes, poceros, chapapotes, burbujas... Me dirigía al cine de Los Prados para ver la última de Clint Eastwood, cuando lo vi allí acampado: "Circo Júpiter". Interpreté que estaba ante una mera coincidencia. "Y, además, de aquellos años no quedará nadie", pensé. Eran las cinco y media, la hora de la primera función; me acerqué a la taquilla. Una cabeza calva sobresalía apenas en la ventanilla; iba a interrogarle cuando, a su lado, entreví un libro: "El hombre ilustrado", Ray Bradbury.
Me reconoció al momento (lo cual, para qué negarlo, halagó mi vanidad). Me contó que ahora era el dueño del "negocio" -vi que mantenía intacta su ironía- y que su labor se limitaba a vender las entradas. Nos fuimos a tomar unas cervezas. Hablamos de la magia del circo; esbozó una teoría de la sociedad virtual y el empeño laborioso de llevar a la gente a mundos de ensoñaciones. Divagó en conjeturas erráticas; nosotros, los de entonces, ya no éramos los mismos, como nos había prevenido Neruda. Surgió su inmediato proyecto: había contratado a un chaval de Lugones, repartidor de pizzas, de un metro y sesenta centímetros de estatura, para presentarlo en el circo como el enano más alto de Europa. Como un fantasma, la omnipresente crisis apareció en la conversación.
El Ivo que se negaba a crecer, lúcido y sarcástico, manifestó: "Siempre he sido una persona prudente. Nunca viví por encima de mis posibilidades".

martes, 6 de marzo de 2012

Paisaje deshabitado


Nací el año en el que Einstein y Fleming  fallecieron, el de la masacre de la Plaza de Mayo de Buenos Aires, el mismo en el que Franco no tuvo ni un catarro. Ajeno a tanta desgracia, García Márquez escribía su primera novela, "La hojarasca". Las hojas del calendario caían lentas, inútiles y melancólicas en España, un país detenido en el tiempo, en el que un bajito panzón de voz aflautada inauguraba pantanos y rememoraba con nostalgia polvorientas hazañas bélicas. Aún reciente el lamento triste y resignado de la cartilla de racionamiento, un mejunje hecho de vino "Sansón" y huevo batido martirizaba el estómago virgen del adolescente, en espera de tiempos mejores con la llegada de yogures y cereales. Había libros prohibidos, películas prohibidas, conversaciones prohibidas. Había curas, maestros y guardias civiles. Había sórdidos cuarteles, siniestras aulas, lúgubres iglesias. Por debajo de la España oficial de toros, fútbol y flamenco, intentaba respirar un país hambriento de vida. Faltaban veinte años todavía para que el providencial vigía de Occidente falleciese en la cama.
Era este un país fuera de la Historia, aparcado en el arcén de la vergüenza. Tiempos de premiosas peregrinaciones de "seiscientos" cargados de familias numerosas, fatigando caminos intransitables llenos de polvo y de mosquitos. Veranos de invasiones turísticas, plenas de colorido y de pecado. En el país de al lado exhibían el icono sexual de B.B. (Brigitte Bardot) en tanto que aquí proclamábamos la excelencia cultural "B.B.": boina y botijo. Bajo el sol, éramos los africanos de piel más pálida.
En el bar, los hombres jugaban a las cartas y bebían coñac de reminiscencias patrióticas - soberano, fundador, veterano-, aromando un paisaje de áspera virilidad y pudorosos silencios. El lavadero público era el centro social femenino en donde, acunadas por el murmullo del agua, se enjuagaban ropas y murmuraciones, una suerte de "sálvamedeluxe" prehistórico. A la trilogía pecaminosa de sexo, droga y rock&and roll, nuestra reserva espiritual se enfrentaba con procesiones, desfiles y represión.
En tardes prescindibles, el general firmaba sentencias de muerte, al tiempo que merendaba bizcocho con un café descafeinado, cuidando la tensión arterial. En el sofá, su esposa dormitaba con una revista en el regazo, cargada de frigidez y de collares. En las salas de cine, antes de la mutilada película, el noticiario daba cuenta de las catástrofes y desmanes foráneos: mayo del 68, hippismo underground, asesinos en serie. A continuación, veíamos el "panorama nacional" en unas simpáticas imágenes, anecdóticas y domésticas: el récord filial de un padre de familia numerosa, un afortunado acertante de la quiniela, un pescador y su trucha de dimensiones excesivas, los goles del R. Madrid, y el Generalísimo inaugurando pantanos y distrayendo unas horas de su misión salvadora, en compañía de su familia.
Luego, Alfredo Landa y López Vázquez corrían en calzoncillos, babeando lujuria tras una sueca pecadora, encarnación de todos los males que, como sabíamos, venían del extranjero. En sesión contínua, Paco Martínez Soria rescataba de su boina toda la sensatez cateta y retrógrada, como escudo ante la modernidad y los pelos largos.
A tanta placidez y sosiego vino a poner fin Arias Navarro, ojeroso y orejoso, balbuceando en un llanto obsceno la muerte del excelso caudillo. En el mismo año -ironías de la vida-, García Márquez finalizaba su obra "El otoño del patriarca". Se iniciaba el cambio climático: era noviembre y había llegado la primavera.

viernes, 2 de marzo de 2012

Panorama bajo el puente


Señor presidente del gobierno:
Me consta que es usted aficionado al ciclismo y al fútbol. No sé si además asiste con frecuencia a las corridas de toros, pero no me cuesta trabajo imaginarlo sentado en el tendido de sombra, disfrutando de un buen puro, distraída la mirada en un morlaco aparente, manso y de poca embestida. Tal vez, en un momento de abstracción, haga usted un ejercicio de identidad, viendo en esa bestia al español medio. Acaso elucubre que el inepto picador ZP ya le ha puesto las puyas a la fiera y ahora es su momento de entrar a matar.
Al fin y al cabo el toro es, en este país, un animal totémico, algo que llevamos incorporado en el  alma, como los orientales la sonrisa. Pero no se engañe, don Mariano: algunos somos más partidarios de los felinos. Y sabemos cosas. Y usted también:
Usted y nosotros sabemos que la banca se está hinchando a recibir dinero a espuertas, como un yonki insaciable; el último chute, hace dos días, medio billón de euros*. Que los responsables de los desmanes financieros no sólo no responden del atraco, sino que se van para casa forrados con jubilaciones hipermillonarias. Que hay frío en las aulas, tardes de quirófanos sin vida, noches de insomnio a la intemperie. Que facilitar el despido para crear empleo es una medida marxista (de Groucho) cuyo surrealismo es indigno de su -moderado- sentido del humor. Que, hoy mismo, su ministro de economía anuncia para este año 630.000 nuevos parados, y se queda tan fresco. Que en este país sólo se pringan por corrupción los jueces que la investigan. Que se usan coches oficiales y guardaespaldas hasta para ir a la pelu, y dinero público para engalanar vanidades privadas,  pero el "problema" son los 426 euros del subsidio de desempleo. Que las protestas democráticas son reprimidas como en los viejos tiempos franquistas. Que hay instituciones sagradas que ni sufren recortes ni pagan el IBI. Que las manifestaciones callejeras son muestras de civismo para ustedes, si están en la oposición, y conjuras manipuladas si son gobierno. Que sólo falta que vuelva el No-do. Que le han dicho que diga que su reforma laboral es buena, justa y equilibrada, cuando sabe -y nosotros también- que es una vergüenza, una indecencia y un asco. Que tenemos aeropuertos en los que nunca hubo aviones, investigadores que vuelan y dependientes con ley de dependencia que naufraga. Que si la gente no tiene dinero, no gasta, y las empresas van de culo; más técnicamente: que, si no hay capacidad adquisitiva, no existe demanda interna y la economía no se reactiva. Que, dicho de otra forma, sólo con austeridad y sin incentivar el empleo, esto se va a pique. Que si se metiese en vereda a los delincuentes megamillonarios, y sus paraísos fiscales, el estado de bienestar estaría garantizado y no en acoso y derribo. Que usted, como político, tiene el récord mundial de velocidad en desdecirse de sus promesas. Que somos los involuntarios protagonistas de una película de terror, en la que los polis (Monti, De Guindos...) encargados de salvar a la chica (Italia, España) son, en realidad, monstruos terroríficos venidos de siniestras organizaciones (Goldman Sachs, Lehman Brothers). Que de la debacle no nos pueden sacar los responsables directos de haberla causado. Que esto es una masacre en la que no cabe la neutralidad: o estás con las víctimas o con los verdugos. Que el suicidio colectivo al que nos quieren llevar, como si fuésemos una secta capitalista posmoderna, no es irremediable.
Usted sabe todo esto. Y nosotros, pese a la propaganda de los medios de comunicación, también.
Así que, aunque somos conscientes de que nuestro destino está antes en la destreza del camarero alemán que le sirve la cerveza a Ángela Merkel, que en su coraje galaico, le sugerimos que deje a un lado la chulería fácil de hacer el juego a los intereses de unos pocos, y comience a hacer POLITICA -sí, con mayúsculas- gobernando para las necesidades de la inmensa mayoría. Y, si no puede hacerlo porque no le dejan, vaya a la tele (ese electrodoméstico que tanto utilizan cuando les conviene), explíquelo y dimita. En caso contrario, será otro cómplice más - por acción y omisión - de lo que está pasando, una tropelía que algunos economistas (que no están en plantilla) califican como "crímenes económicos contra la Humanidad". Es una petición que le hacemos a pesar de que no creemos en los Reyes Magos. Y en Urdangarín, tampoco.
* Febrero de 2012.

jueves, 1 de marzo de 2012

Dispersión


Dos amigos, en el andén de una estación cualquiera:
-"¿Qué calor, no?".
-"Sí. ¿Viste el sábado al Barça?".
-"El otro día fui al Fontán y no había un alma: la puñetera crisis".
-"Cerró ´Público´. ¡Qué putada!".
-"Tu mujer, ¿tiene hermanos?".
-"Estoy leyendo a John Banville. Escribe bien".
-"¿Tiene hermanos tu mujer?".
-"Saca Bruce nuevo disco".
-"¿Tienes cuñaos, hostia?".
-"No. ¿Por...?".
-"Porque iba tu mujer en el tren abrazada a un chaval muy majo".
En una recepción de embajadores, un presidente de EE.UU., consciente de no ser escuchado, resolvió decirles al mismo tiempo que les estrechaba la mano: "Acabo de matar a mi madre". Los cuatro primeros embajadores ni se inmutaron. Fue el quinto el que reaccionó diciendo: "Tendría sus motivos".
En estos tiempos megatecnológicos abunda el barullo informativo, el torbellino de datos -tan alejados de la cultura (hija del sosiego reflexivo), de la necesaria digestión de influencias, del calado de la lluvia fina- y la "insoportable levedad" de los diálogos de sordos. Demasiada velocidad para pretender una huella fecunda.
Todo español que se precie, lleva dentro un médico y un entrenador de fútbol. Asumiéndolo, esbozo la teoría de que vienen tiempos de alzheimeres y demencias seniles a barullo. Me refiero con ello a la dispersión que caracteriza nuestro modo de vida occidental; los seguidores del budismo zen saben que la concentración ("hacer lo que estás haciendo") es esencial para que el momento no se desvanezca y sea fructífero. Oimos música al tiempo que estudiamos y pulsamos la tableta - y no de chocolate -; leemos el periódico, vemos la tele y seguimos tres conversaciones simultáneamente, en una época en la que la imagen de alguien concentrado en la lectura en un banco del parque sugiere una excentricidad cercana a la demencia.
No es de extrañar, pues, que a tantos plutócratas despistados se les hayan llenado las alforjas - y las cuentas de Suiza- sin su conocimiento, en estos tiempos difusos.
P.D.: La imagen es de la Biblioteca Nacional de España, que hoy cumple 300 años.