miércoles, 21 de marzo de 2012

Fundirse los plomos

Rafael Reig, en uno de sus sagaces trabajos para el ABC Cultural, elogia una recopilación de relatos cortos. La clave en ellos, nos dice Reig, es un hecho que produce la ruptura episódica de la convencional relación de clases, una momentánea suspensión de la realidad: un apagón de la luz, por ejemplo. Marcha la luz, y la trabajadora doméstica y el abogado que le paga se sitúan, momentáneamente, al mismo nivel.
En el magistral relato "Bola de sebo" de Maupassant, la invasión de una ciudad francesa, Ruan, por parte del ejército prusiano, ocasiona la huida de sus habitantes. En una diligencia salen un montón de burgueses junto a una prostituta. Durante la primera parte del viaje, ésta es "ninguneada", menospreciada sin disimulo; pero la cosa cambia cuando el trayecto se alarga, aparece el hambre y la única persona con provisiones para el viaje es la "señorita de vida alegre". Al momento se difuminan sus pecados, ante la dictadura del estómago; se comparte la comida y digamos, retornando al inicio de esta entrada, que "marcha la luz".
Posteriormente la comitiva llega a otra ciudad, ocupada por los prusianos. Cuando el jefe militar exige recibir los favores de la prostituta, como condición indispensable para permitirles continuar el recorrido, los virtuosos burgueses instan a la víctima a que acceda a los deseos del militar (la luz se va por segunda vez). La muchacha se resigna ante la petición; luego el grupo prosigue su marcha, y la "pecadora" vuelve a ser estigmatizada.
La fuerza del relato, denuncia (siempre tan actual) de la hipocresía moral de la burguesía, está, naturalmente, en la "vuelta a la normalidad" tras los momentos de "confusión social".
Curiosamente, Maupassant desenmascara el sistema de "castas" mediante una prostituta. Y continuamos en una sociedad a la que le vendría muy bien que los plomos se fundiesen con más frecuencia.
P.D.: El relato de Maupassant sirvió de inspiración para la película de John Ford: "La diligencia".

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