miércoles, 30 de septiembre de 2009

Afinidades electivas



Hace unos días me dirigí a un hospital para visitar a un chavalín muy majo ( y gran lector). Ví una peluquería de paso y, como me sobraba tiempo, entré. Era el único cliente, y el peluquero, seguramente con antepasados ingleses -dado su sentido del humor- aplaudió cuando me vió llegar: "efectos de la crisis", apuntó. Posteriormente, con una parsimonia digna de un experto en budismo zen, pasó a ejercer su profesión. "Llevo cuarenta años de profesión y nunca había visto una cabeza tan complicada"; "!Pues si la ves por dentro...!", respondí. Pasamos luego a conversar sobre frivolidades de todo tipo: la caída del cabello -"lo mejor para evitarla es ponerse a un lado" dijo con entonación de experto-, la importancia del pelo - "si fuera muy importante iría por dentro de la cabeza, como las ideas", sentenció, y, para coronar su particular filosofía peluquera me estimuló con esta frase: "al paso que vas, cuando vuelvas por aquí ya tendrás poco y sólo te cobraré la mitad". A todo esto, llevaba allí sentado una hora y diez minutos, y el asunto no tenía visos de finalizar. "Me interesaba ver hoy el informativo de Iñaqui Gabilondo", sugerí (en ese momento eran las doce y diez de la mañana). Finalmente me quitó el trapo que tenía por encima, cobró, me hizo una reverencia y me pidió un autógrafo: "cosas de la crisis", volvió a decir.

Marché para el hospital. Llevaba en la mano un libro de un autor relativamente poco conocido -Saki-. Nada más entrar, localicé al chaval a quien iba a ver, en brazos de una enfermera que le estaba suministrando una dosis de cariño, ese suplemento vitamínico que a veces no tenemos en cuenta. "!Saki, me encanta!", dijo la enfermera en cuanto vió el libro. En la vida uno tiene que relacionarse durante años con infinidad de gente con la que es evidente que tiene poco que ver, y unos minutos bastan para distinguir a alguien con nuestro mismo sistema de valores.

Y, hablando de afinidades, aprovecho para indicar discretamente que en el día de hoy, 30 de septiembre, cumple años una chica muy salada que, junto a su pareja y sus dos niñas, en un tiempo récord, han conquistado una parcela no urbanizable de mi corazón.

!!Felicidades!!.

martes, 29 de septiembre de 2009

Inteligencia emocional



Desde hace unos años, proliferan las revistas, fascículos y libros cuya temática es la "autoayuda": cual recetarios de cocina elaborados con algo de pseudofilosofía, un poco de new-age, unas gotas de misticismo orientalista, unos cuentos con moralina y, si hace falta, algunos consejos de la abuela, pretenden asesorar a la gente sumida en los arrabales de la tristeza sobre lo que deben hacer en su vida para reencontrar el norte. Y consiguen muchos "clientes" (de ahí su proliferación) : en unos casos, son gente que busca una puerta de salida a una situación material deteriorada; en otros, personas bañadas en el confort que sustituyen calor humano por objetos, emociones por cosas, - pero el status social no le sirve de alimento al corazón-.

Alejado de todo esto, hace tiempo surgió un libro que se convirtió con rapidez en best-seller: " Inteligencia emocional", de Daniel Goleman. Primero dejaré que hable el filósofo José Antonio Marina: "Existe una preocupación muy grande, acerca de la falta de equilibrio entre nuestra educación científica y técnica, cada vez más elevada, y nuestra capacidad para resolver problemas afectivos, que es cada vez menor. Esto supone el fracaso de una idea de la inteligencia de nuestra cultura, no de otras culturas; llevamos 25 siglos separando la inteligencia cognoscitiva de la inteligencia afectiva y eso no funciona".

Todos conocemos gente de una inteligencia "oficial" más que demostrada, de quienes huimos como de la gripe A: personas que no escuchan, encantadas de conocerse a sí mismos, sin un mínimo de empatía, que aplican silencios a los territorios que nos importan y palabras en las estaciones de invierno de los demás. En definitiva, agotan quitando espacio.

En el otro lado, también existen los "vulgares" seres de cociente intelectual normalillo, que, sin embargo, saben callar cuando es necesario, escuchar cuando los demás lo necesitan - en este mundo, todo aquel que sepa escuchar se convierte en terapeuta- y utilizar la palabra adecuada que abriga el alma.

Para finalizar, transcribo unas líneas de Daniel Goleman: " La inteligencia emocional tiene que ver con cómo gestionamos nuestras emociones y las de los demás. Considero cinco componentes:

Autocontrol, es decir, conocer tus sentimientos y utilizarlos para tomar decisiones acertadas; gestión de las emociones, sobre todo las negativas, especialmente para evitar que los estados de ansiedad te lleven a hacer cosas de las que luego te arrepientas; motivación, o sea, funcionar con objetivos; empatía, capacidad de ponerse en el caso de los demás, y, finalmente, percepción social, identificar las claves necesarias para interactuar, saber tratar a la gente para que se sienta mejor".

Quizá el desarrollo de este tipo de inteligencia no proporcione por sí mismo el acceso a una carrera universitaria, pero estoy convencido de que ayudaría a reducir el consumo de ansiolíticos.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

En medio de la mitad de la noche



En el fondo, creo que somos todos supervivientes en un naufragio, sea la balsa de oro o de rústicos maderos. Hace años, en una de mis numerosas visitas a un hospital, coincidí con un hombre que iba allí a visitar a su hermana; se hallaba ésta en una situación de postración absoluta, tras varias trombosis sucesivas. Su cuerpo era un mapa de vendajes que ocultaban apenas un montón de magulladuras. Su estado era, prácticamente, vegetativo.


Como todo el mundo sabe, las coincidencias entre los visitantes de enfermos suelen establecer necesarios lazos de complicidad ("¿Cómo está hoy tu hermana?; ¿Qué tal pasó la noche tu madre?, Toma, traje zumo de naranja; Ahí tenéis el periódico de hoy..."), una isla emocional desprotegida en medio de la ciudad, en donde las mentiras piadosas son obligatorias y la sinceridad a ultranza está prohibida. "Pues yo a tu hermana la encuentro mejor; cualquier día a tu madre le dan el alta".


En esos sitios, los minutos son paquidermos ; las horas, un espejismo incierto. Se puede y se necesita hablar. Así es como conocí la historia de aquella enferma (y víctima), contada por su hermano:


"Somos de Mieres. Mi hermana tenía dieciséis años cuando estalló la guerra civil y estaba locamente enamorada -quizá no debería expresarlo así- de un rapaz de El Entrego que trabajaba en la mina. Total que ya hablaban de la futura boda, cuando a él le tocó coger el fusil y marchar para el frente. Pasaron más de dos años sin que supiéramos nada de su situación, sólo rumores... que si estaba en tal sitio, en tal otro, que si estaba preso, que si lo habían fusilao. Finalmente, a finales del treinta y ocho, llegó una carta oficial, notificando su fallecimiento.


A partir de ahí, mi hermana puede decirse que dejó de existir: el dolor pudo más que ella. Estaba en el mundo sin estar. En aquellos tiempos, la palabra depresión no existía en la medicina, al menos en aquella España: mi hermana deambuló de un manicomio a otro, convirtiéndose cada vez más en un despojo humano. Al final de su vida, tuvimos que ingresarla en alguna institución gestionada por monjas (por cierto, las magulladuras no me gustan nada), en donde ya no la quieren después de las últimas trombosis. Y ahí la ves, en estado vegetativo."


Pensé para mí que aquel sucinto relato explicaba mejor la España de la guerra y la posguerra que muchos documentales de la época.


Dije: "Pues yo hoy la encuentro mejor".


Sin llegar a alcanzar el grado de inmensa tragedia individual -dentro de la espantosa tragedia colectiva- que narra el episodio anterior, en el primer mundo del "corteinglés" y del sobreconfort habitan tristezas soterradas que, bajo un manto de sonrisas postizas, perseveran en eternizarse.


Veo a una antigua amiga de Trubia y, como amigo, no sólo le pregunto: "¿Qué tal?", sino que me paro a escuchar su respuesta. "Mejor", me dice; lleva puesto un chaleco muy guapo, que me hace recordar a otra amiga que elogia esta prenda diciendo que "abriga sin oprimir". Se lo digo: "ese chaleco tan lindo que llevas- haciendo juego contigo- es mi metáfora sobre las relaciones humanas ideales: abrigar sin oprimir".


Empieza a desgranarme su estrategia para "salir, del pozo en el que estaba, a la calle" ("mira que detrás de los adoquines está la playa", le dije un día recordando mayo del 68):


"Ante todo, pensé que debía dedicarme todos los días algo de tiempo a mí misma; ya estaba bien de vivir vitalmente a remolque de los demás. Así que una hora para caminar, que es muy bueno, y durante el paseo ver de verdad lo que miraba: a veces, pasas todos los días por un sitio, ves el árbol de todos los días, y no te fijas de qué color son las hojas , igual que a veces uno no se entera de la gente que tiene al lao aunque esté desangrándose.


Siempre me gustó la música, leer un rato, ver cine... ¿qué hacía yo viendo en la tele a Belén Esteban, diciendo que ponía a su hijo por testigo de que nunca utilizaría a su hijo?


Siempre me había gustado la pintura, y no me acordaba cuántos años pasaran desde la última vez que había ido a una exposición. Y lo mismo digo del cine. Así que cogí a Luis y !a la calle!" .


A veces hasta me "autoobligaba" un poco, porque lo que había planeado llegaba el momento y parecía que dejaba de interesarme. Y algo más, intentaba hacer lo del día con la mayor dedicación posible: en el trabajo de la tienda, ser lo más profesional que pudiese (a pesar de alguna clienta que otra un poco "plastas"), en casa, si cocinaba algo, -aunque esto lo hace mejor Luis-poniendo interés y cariño, a ver si me salía la mejor paella del mundo...!Qué quieres, tengo un marido estupendo, tenemos una niña preciosa...y , para colmo, unos amigos que sé que me quieren y me saben escuchar!" En este momento, al darme por aludido, me puse algo colorao, por lo que comentó "Veo que sigues poniéndote rojo"; " Sí , y no están los tiempos para ello, contesté".


Se despidió de mí dándome dos besos - uno por mejilla-, pese a mis protestas alegando antepasados franceses (concretamente, el Marqués de Sade), mientras yo recordaba una de tantas frases a tener en cuenta de ese sabio llamado José Luis Sampedro: "Llega uno a cierta edad en la que más que vivir para qué, uno se pregunta vivir para quién".




martes, 22 de septiembre de 2009

Malos tiempos para la lírica



En un artículo del excelente columnista de "El País", Enric González, leo que 23 trabajadores de France Télécom se han suicidado desde principios de 2008. Teniendo en cuenta que el número de trabajadores de la empresa ronda los 100.000 - antes de su privatización, eran 140.000 -, parece ser que la cifra no es escandalosa, comparada con las estadísticas de suicidio habituales, pero ello no ha impedido que se generara una encendida polémica sobre el asunto.

Dejemos a un lado, por una vez, las estadísticas cuando hablamos de personas (para el sistema capitalista somos "decimales humanos", decía Francisco Umbral):

Como empresa pública, France Télécom tenía como prioridad la creación de una sólida infraestructura y la producción de una tecnología solvente. En la actualidad, la única prioridad se llama beneficios. Transcribo a Enric González: "En la empresa quedan unos 70.000 trabajadores "antiguos" (funcionarios) y el resto, los nuevos, carece de privilegios. Es muy curioso comprobar que quienes soportan mal la situación son "los antiguos". Sin generalizar, la presión por la rentabilidad ha convertido a muchos jefes en tiranos y a muchos empleados de base en mártires vocacionales, a los que se les abre una úlcera cada vez que se habla de traslados o cambios de horario. Los "antiguos" tienden a calificar como insufrible la actual situación. Los "nuevos", fácilmente despedibles y fácilmente trasladables, vienen a decir que France Télécom, con su poderoso comité de empresa, es, en comparación con otras empresas, un lugar bastante cómodo.
No sé ustedes, pero yo, que soy un "antiguo" en este periódico, con mis trienios, mis pagas y mi indemnización en caso de despido, soporto cada vez peor que existan dos clases de trabajadores. No tengo ganas de perder mis derechos, pero tampoco considero admisible que los de la otra clase, en general más jóvenes y mejor preparados, tengan que resignarse al contrato-basura, el sueldito y la amenaza permanente. "


La dichosa hiperultramegacrisis, que ha venido muy bien a unos pocos y castiga a los de siempre:

el barco hace aguas, ¿un arreglo de averías y hasta la próxima, o cambiamos de transporte?

lunes, 21 de septiembre de 2009

Una historia de amor



Jaime estaba saboreando el chupito de orujo posterior a la comida, cuando en su mente vacía se introdujo el sonido del teléfono móvil. "Siempre tienen que llamar cuando uno está haciendo algo importante", pensó, en la reflexión más profunda de lo que llevaba de día.


"-Jaime, ¿eres tú?


-Sí, soy Jaime Empaz.


-Jaime, soy Amparo.


-Perdone, pero fiché el lunes día 6. Tengo por aquí el papel que lo acredita.


-¿Qué dices?


-¿No es del paro?


-!Que soy Amparo!


-Caray, Amparo !cuánto tiempo!, no sé, tal vez tres o cuatro...lustros?


-Verás, me he esforzado en conseguir tu móvil...¿eso quiere decir algo, no?


-Devuélvemelo.


-¿El qué?


-El móvil. Es el único que tengo.


-Estaba viendo el documental de animales de la 2 cuando me acordé de tí y me dije: !voy a llamarlo!.


-Es lo más romántico que he oído desde el anuncio de bajada de tarifas de Corporación Dermostética.


-Lo nuestro fue bonito mientras duró.


-Y lo mío maravilloso cuando finalizó.


-Nos merecemos una segunda oportunidad.


-Tú tal vez. Yo aún no he matado a nadie.


-Fíjate si estoy animada que tengo la intención de pedirte una cita.


-"Un estúpido nunca se recupera de un éxito".


-¿Qué?


-¿No querías una cita?: "Un estúpido nunca se recupera de un éxito", Oscar Wilde.


-¿Quedamos en ir a cenar?


-No, que me recuerda el día que rompimos...


-Admite que lo recuerdas con tristeza...


-...que rompimos tres copas, del Martínez Lacuesta que llevábamos trasegao.


-!Y después marchaste de repente!


-Cuando me senté junto a ti y me dijiste : "!no me gustas al lao!".


-!Fué un malentendido, por Dios!. Me refería al pulpo, y dije: "no me gusta salao".


-Vale, Amparo, me rindo. Intentémoslo de nuevo. Esto puede ser el principio de una gran amistad".


Y Jaime se sirvió algún que otro chupito de orujo más, comprobando las vueltas que da la vida y la sala de estar.


viernes, 18 de septiembre de 2009

Juan José Millás







Juan José Millás es un magnífico articulista. Sirva como muestra su extraordinario "Viva la anestesia":


Viva la anestesia,


Juan José Millás




'Soy el hombre superficial más culto del mundo', dijo un día a Jung uno de sus pacientes, orgulloso de haber logrado conciliar dos cosas en apariencia incompatibles. Pero también a los cuerdos nos vuelven locos las contradicciones. En los circos antiguos solían exhibir a un señor de estatura normal (la de Bush, pongamos por caso), del que el jefe de pista aseguraba que se trataba de un enano gigante traído de las antípodas. Recuerdo que los niños nos mirábamos confundidos por aquel disparate lógico que no era más que un anticipo de la vida. Años más tarde, cuando leímos la afirmación de Monterroso según la cual los enanos tienen un sexto sentido para reconocerse en público, me pregunté si Bush sería capaz de distinguir a simple vista a la gente de su estatura, aunque, a juzgar por los compañeros de foto que elige en las cumbres, quizá sí. Tenemos, en fin, una pasión inexplicable por el contrasentido, de ahí la invención del muerto viviente, del pollo sin colesterol, de las aceitunas sin hueso, de los peces sin espina o de los melocotones sin piel.
En EE UU acaban de fabricar un ratón transgénico que, aunque castrado, tiene la espalda llena de testículos productores de semen de cabra. Pero las barbaridades que hacemos ahora con la biología llevamos siglos haciéndolas con la gramática. En realidad, somos el resultado de nuestros aciertos y desaciertos verbales. Si Dios juega a los dados con los átomos, el hombre juega a la ruleta rusa con las palabras. Las arroja sobre el tapete y, si salen juntas gusano y vertebrado, ya no para hasta conseguir una lombriz con espina dorsal; si salen trabajo y basura, inventa las empresas de trabajo temporal. Monstruosidades, que no falten. Ahí tienen ustedes la democracia cristiana, la música militar, el mercado libre, la luz negra, la fusión fría, el pensamiento único, la aldea global, la cirugía indolora, la ardiente oscuridad, la lluvia ácida, la contabilidad creativa, la economía real y el capitalismo popular. Pero, entre los productos transgénicos más sorprendentes de ahora mismo, hay que destacar el del dato sin información. Se trata, en efecto, de un dato con el sabor, el olor y la textura de un verdadero dato, aunque manipulado de tal modo que no lleva dentro referencia alguna. De ahí que sea un dato inhábil: no engorda, pero tampoco alimenta. Si alimentara, usted y yo seríamos más sabios que Salomón, pues no hacemos otra cosa que administrarnos datos a mansalva (qué rayos querrá decir mansalva). Nos despierta la radio con datos, leemos periódicos cuyas páginas están llenas de datos, y completamos la dieta con los datos de colores de la tele. Si los datos fueran tan saludables para la cabeza como el yogur desnatado para el cuerpo, seríamos aristócratas del pensamiento. Pero no somos nada porque la particularidad del dato transgénico es la de pasar por la conciencia sin romperla ni mancharla; es decir, que no nos enteramos.
Degusten, por cortesía de la casa, algunos datos tomados al azar: sólo en Madrid, y con las dos viejitas que acaban de aparecer, han fallecido en lo que va de año 68 ancianos abandonados a su suerte. Cuando la policía, alertada por el mal olor, llega a las viviendas, ya llevan dos semanas, o dos años, descomponiéndose en el pasillo, o en el dormitorio. O sea, que han muerto como perros, por emplear una expresión antigua que en el verano recobra todo su vigor. No sabemos cuántos pisos hay ahora mismo habitados por cadáveres de ancianos solitarios en ciudades como Madrid, Valencia o Barcelona, pero seguro que la cantidad se podría expresar ya en porcentajes. El porcentaje es el dato transgénico por excelencia, pues no se te atraganta aunque el muerto sea tu padre. Otro dato: en el último puente se han dejado la vida en las carreteras 65 personas. Los accidentes de tráfico contienen ya tan poca información que los periódicos no saben si darlos en Sociedad, Cultura o Espectáculos. A veces, ni los dan. Más aún: acaban de morir dos mujeres, una quemada y la otra estrangulada, a manos de sus maridos, aunque Amina Lawal continúa viva gracias a la lactancia, porque cuando el bebé comience con los potitos será enterrada hasta la cintura y apedreada hasta la muerte si no lo remedian los abajo firmantes.¿Nota usted malestar, dolor? ¿Tiene náuseas, vómitos, mareos o sensación de vértigo? Desde luego que no. ¿Por qué? Porque somos, como el paciente de Jung, las personas superficiales más informadas del mundo. Viva la anestesia y arriba el ratón-cabra".




Lucidez, ironía, capacidad de análisis... y, sobre todo, el copiarlo ahí me permite hacer una entrada en el blog sin dar golpe, alimentando así mi genética pereza.

Pedro Cavadas


Hace unos días se ha realizado en España el primer transplante facial (es el primero en el mundo que incluye mandíbula y lengua). Como suele ocurrir, muchos medios de comunicación dirigieron su mirada hacia el obsceno (obsceno: en el teatro clásico griego, "lo que debe permanecer fuera de escena") ámbito de lo morboso: quiénes eran el paciente, el donante, si éste tenía una amante, si era gay o heterosexual, etc.

Más allá de la admirable gesta científica, lo que me ha interesado fue leer acerca del doctor responsable de la operación, Pedro Cavadas, y su ejemplar evolución vital.

Parece ser que, subido a una cabeza privilegiada, era el prototipo del triunfador moderno: coleccionista de coches de lujo, altísimo ritmo de vida, frivolidades y apariencias, en fin, feria de vanidades.

Un viaje a Kenia , lo que allí se encuentra, junto con el posterior fallecimiento de su hermano en un accidente de tráfico, le otorgaron una verdadera identidad, de forma similar a como él la proporciona a sus pacientes en operaciones que rozan la ciencia-ficción: Pedro Cavadas vende su colección de coches, se vuelca hacia los países más necesitados (ha tenido recuperándose en su casa diez niños africanos con sus familias), adopta dos niñas chinas, en definitiva da un salto cualitativo que seguramente lo ha llevado a encontrarse a sí mismo.

Curiosamente, teniendo en cuenta su profesión, se diría que pierde importancia la "presencia" y la gana la "esencia".

Y si alguno de mis amig@s se pregunta si pienso usar sus servicios, diré que entre logros científicos y milagros hay una clara diferencia.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Dos noticias de agosto


De las noticias del mes de agosto, mi endeble memoria rescata dos que me llamaron especialmente la atención. En Estados Unidos, Bob Dylan sale a dar un paseo - con el desaliño que le caracteriza- y es detenido al no llevar papeles que le identifiquen y no reconocerle el policía de turno. Algo así como si en España detuviesen al Rey porque la "autoridad competente" ve a un señor con barba de varios días y cara abotargada de residuos alcohólicos (a cargo de los presupuestos del Estado). Diferenciando, naturalmente, entre uno de los mayores creadores de la musica moderna y otro que lee - en varias tomas- el discurso de Navidad.

En mi opinión, lo que subyace en todo esto es este mensaje: "la pobreza es sospechosa". Si vas por la calle con un fusil, pero de traje, corbata y Rólex en la muñeca, no eres una amenaza pública. Ahora bien, pobre de ti como seas pobre.

La segunda noticia es ésta: una mujer se suicida en Barcelona, tirándose desde un octavo piso, y en la caída mata a un señor que iba por la acera. Si alguien sigue pensando todavía que la vida no es puro azar... Es decir que uno intenta ser un ciudadano ejemplar, cuida el colesterol, hace ejercicio moderado, apaga el televisor cuando sale Belén Esteban, en fin, todas esas pautas recomendables de higiene física y mental, incluso camina por la acera y no por el medio de la carretera... para terminar desapareciendo bajo el peso de una mujer (y esto último no es noticia).