martes, 27 de julio de 2010

La caída del imperio americano



Que todos los imperios terminan desapareciendo es algo de sobra conocido; los españoles somos unos de los beneficiados por ese acto justiciero de la Historia. Aunque las señas de identidad de estos engendros sean comunes: expolio, rapiña, genocidio, aniquilación de culturas, en definitiva todas esas maravillas que hacían decir a Pablo Neruda "sucede que me canso de ser hombre", pocos como el actual imperio americano han exhibido una prepotencia ignorante tan ilimitada. Al menos los romanos eran conscientes de la altura cultural de los griegos y obraban en consecuencia, poniendo a éstos al frente de la educación de sus hijos (con lo cual no sólo reconocían la valía de los dominados, sino que demostraban respeto por la cultura).


Los síntomas que nos hacen presagiar la inminente caída del imperio de las hamburguesas y cocacolas no los encuentra uno en los atolladeros de Wall Street (a estas alturas de la megacrisis, está claro que nadie sabe una palabra de economía), ni en la confusa política exterior del bienintencionado Obama, ni tampoco en las predicciones del pulpo Paul.


La evidencia la hallamos en la foto de arriba, de unos soldados americanos en Afganistán: contemplemos el uniforme de campaña del soldado de la izquierda, con esos luminosos calzoncillos, y su colega de al lado, en su relajada postura apoyando lateralmente la zapatilla de deporte.


Aunque no somos escritores, que saben de la importancia del detalle, ni filósofos, que consiguen ver la idea en el fenómeno, tenemos claro que la pérdida de las formas es el comienzo de la decadencia de todo lo demás.


Y es que las guerras ya no son lo que eran, que diría el añorado Gila.