lunes, 15 de septiembre de 2014

Apreciado Xixón

No sé si existe el más allá (espiritualmente hablando). Mi ignorancia me lleva al agnosticismo. Decía Borges que tanto el Cielo como el Infierno excedían los méritos del ser humano. Para Woody Allen, no existe el más allá, y tampoco es posible encontrar un electricista en Manhattan en los fines de semana. Pero, por si acaso, siempre anda con una muda limpia (no es que su pareja no hable). Bertrand Russell, una de las tres mentes más lúcidas del siglo XX -las otras dos son Albert Einstein y Leticia Sabater- compartía conmigo el agnosticismo. Filósofo, matemático y premio Nobel de Literatura (Russell, no yo), en uno de sus ingresos en prisión, tras participar en una de sus acostumbradas manifestaciones callejeras -era una persona de acendradas convicciones cívicas- respondió al funcionario de la cárcel,  que le interrogó acerca de la religión que practicaba: "Soy agnóstico", a lo que el otro contestó: "Una u otra, todos tenemos alguna religión".
No creo que exista el Cielo; el Infierno, era una famosa sidrería de Grao (¡qué alarde de cultura!). Lo que sí existe es el Paraíso: estoy en él y se llama Gijón. Los que viven aquí, como decía Oscar Wilde de los solteros millonarios, deberían de pagar unos impuestos más altos: son unos privilegiados.
Quiero dedicar esta entrada de forma especial a mis amigos Susana, Carlos, Xuaco, Lucía, Abel, Noemí, Delia, Carlos y Natan (espero no dejarme ninguno) que viven en Xixón, y a los que obviamente envidio por ello.