lunes, 20 de octubre de 2014

El blues del autobús

Un autobús circula por las calles de Roma. Viajeros que leen, dormitan o miran sin ver la cotidiana belleza  de la Ciudad Eterna. De pronto, el conductor frena el vehículo: "¿Les importaría que girase ahora por esta calle lateral y fuese un momento a ver cómo se encuentra mi madre? Ya está mayor, y estos días andaba un poco mal...". Sonrisas, comprensión y asentimiento de los viajeros. Así que el autobús coge una ruta inesperada, y allí se va el conductor a ver a su "mamma". Total, son un par de kilómetros...
Veinte minutos después, el conductor da el "parte médico": la situación no es preocupante y, ante todo, "muchas gracias por su amabilidad y comprensión". La respuesta es una cerrada ovación por parte de los viajeros. La "mamma" es mucha "mamma" en Italia...
A miles de kilómetros de allí, en la ciudad de La Habana, otro autobús, la "guagua 68", acaba de pegar un violento frenazo, rompiendo la caribeña modorra de los que viajan en su interior. Surge alguna protesta, alguna maldición, hasta que conocen el motivo del sobresalto: una espléndida mujer que había cruzado la calle. Acto seguido, el conductor se baja ("Me disculpan, caballeros"), mientras que en el interior del vehículo se oyen aplausos y deseos de buena suerte. Caminando sin prisa, con cierto balanceo chulesco, el conductor se acerca a la muchacha, que, en la esquina, está recostada en la pared, comiendo un helado. Desde el autobús, los viajeros siguen la escena, sin perderse detalle. Cuando el conductor, tras dirigirle la palabra, recibe una sonrisa como respuesta, levanta el pulgar hacia el autobús, como gesto triunfal. La respuesta desde dentro es una cerrada ovación.
Pero cuando el conductor entra en la heladería, y sale con dos helados, hay ya un cierto "mosqueo" general. Se oye un toque empecinado de bocina, ante la indiferencia del conductor, que sigue a lo suyo.
Asumiendo la situación, una mujer avanza desde los asientos traseros y, cogiendo el volante, conduce imperturbable hasta que llega a su parada. Allí se baja y, en ese momento, otro pasajero toma el relevo. Y así continua el viaje hasta el final...
La primera anécdota se puede leer en "Historias de Roma", del periodista Enric González, antiguo corresponsal del País en la capital de Italia. La segunda, en "El libro de los abrazos", del escritor uruguayo Eduardo Galeano: pertenece a su microrrelato "Crónica de la Ciudad de La Habana".

Dos autobuses, anónimos en el tiempo, unidos en la distancia, porque "para la ternura siempre hay tiempo": el blues del autobús.