miércoles, 23 de octubre de 2013

Divagaciones en el fértil campo del insomnio



A veces, leyendo (¡qué sensación!), uno encuentra frases luminosas, pese a que, en ocasiones, nos hablen de la oscuridad del alma. Algo de lo último que encontré:
"Para ser miembro irreprochable de un rebaño de ovejas, uno debe ser, por encima de todo, una oveja". (Albert Einstein, "El mundo como yo lo veo").
"Una persona puede ha
cer lo que quiera, pero no querer lo que quiera", (A. Schopenhauer)
"Por lo que leía en los libros, fue llegando a la sencilla conclusión de que la mayoría de personas necesita más cariño del que se puede encontrar", (Amos Oz, "Padre").
"Los misterios del amor son del alma, pero es un cuerpo el libro en que se leen", (John Donne).
"Las cosas son dueñas de los dueños de las cosas, y yo no encuentro mi cara en el espejo. Hablo lo que no digo. Estoy pero no soy. Y subo a un tren que me lleva adonde no voy, en un país exiliado de mi", (Eduardo Galeano, "Ventana sobre la nuca").

"De pronto, el amor le pareció uno de tantos golpes que da la vida, ante los que hay que agachar la cabeza y aguantar, hasta que pase el dolor", (Amos Oz, "Entre amigos").
 "Si algo se puede disculpar es el defecto del exceso de cariño"; "desde que la conoció, y para siempre, estuvo vivo"; "cincuenta y ocho años es una mala edad para ser adolescente"; "desde el primer día, entró en su alma, y no encontró la puerta de salida" (F. Marqués, "Divagaciones en el fértil campo del insomnio").

lunes, 7 de octubre de 2013

Cultura y derechona


"Cuando oigo la palabra 'cultura', echo mano a la pistola", dijo Millán Astray, fundador de la Legión, camarada fraterno del generalísimo y abuelito inspirador de esta gente a la que, convencionalmente, llamamos Gobierno. La cultura -eso que nos permite pasar del elemental "mirar" al complejo, fascinante y cómplice "ver", que nos otorga la capacidad de entender, de paladear la vida y sus variadas posibilidades-, siempre fue para la derechona algo ortopédico, como un vestido incómodo y de ocasión que se pone por ineludibles motivos de imagen, pero que se quita nada más llegar a casa, liberados por fin antes de ponerse el whisky. Cultura y ultraconservadurismo siempre han mantenido una relación contra natura, un matrimonio de conveniencia que a duras penas intenta guardar las formas por el qué dirán, pero arrostrando una mutua infidelidad, la una con artistas progres de mirada lúcida y revolucionaria, el otro con corridas de toros y casticismo rancio y trasnochado.
Al inmovilismo satisfecho no le gusta la cultura, esa lluvia fina que empapa una realidad árida, transformándola.
De ahí que mientras nuestros vecinos franceses rebajan el IVA cultural del cine del 7% al 5%, aquí la ultraderecha le ha metido una hostia del 8% al 21%, que se van a enterar estos de las pancartas contra la guerra de Irak. La cultura es para la derechona, en definitiva, una rémora inútil que nos hace perder el tiempo, con lo que se tarda en llevar los dineros para Suiza y las islas Caimán.

miércoles, 31 de julio de 2013

Verano

Perlas estivales:
En Xixón, junto al Náutico, hay instaladas unas carpas que ponen: "Ilusionismo". ¿Será ahí donde va a actuar Mariano y sus Sobres, presidente del Gobierno o lo que sea?
No hay deporte más sutil y delicado que el boxeo: todo es cuestión de matices: De que m,atices tú o t,atice yo.
Soy de naturaleza pacífica, pero todo tiene sus límites: como enganche a quien inventó el espejo, lo machaco.
El mundo científico, de acuerdo: el hombre desciende del mono. Y la mujer, de la mona.
Hay mozas tan lindas que no encuentran su media naranja porque son la pera.
Soy una persona tan discreta, que hace dos años mantuve una relación con Elsa Pataki y la prensa del corazón no se enteró. Tan discreta fue, que tampoco se enteró Elsa.
Cristiano Ronaldo es tan, pero tan humilde, que está escribiendo una autobiografía en la que no se incluye.

miércoles, 5 de junio de 2013

Verdad y belleza



John Keats fue un romántico poeta inglés que, como indica su apellido, paseó por los alrededores de la medicina. En su famoso poema "Oda a una urna griega" nos dice que "la belleza es verdad, y la verdad belleza". Hubo que esperar casi dos siglos para que esa atrevida declaración se convirtiese en irrebatible: de ello se ha encargado la existencia de un gobierno como el de Mariano Rajoy, con esa involuntaria querencia hacia la literatura que convierte los consejos de Ministros en "La metamorfosis" de Kafka, mientras Dolores de Cospedal se queda en una doña Urraca de tebeo.

martes, 7 de mayo de 2013

Trenes perdidos

 
El tren se deslizaba cruel y monótono, alejándole de una ciudad marítima, abierta y luminosa, en donde siempre hallaba una felicidad a jornada completa. Su cuerpo se hallaba en el vagón, pero su mente permanecía en la distancia. Sentía que el trayecto pendiente era infinitamente menor que el ya recorrido. Aquel día había cumplido años, los suficientes para saber que los sueños sólo se cumplen de noche, que la lucidez genera pesadillas, que a ciertas alturas el autoengaño es indispensable para sobrevivir. Sólo otra persona, ensimismada en la escritura, le acompañaba. Le dirigió una mirada distraída:  su compañero de viaje intentaba unas líneas en un cuaderno, mientras reclamaba inspiración en el techo del compartimento. Era un individuo de unos setenta años bien llevados, gafas y pelo blanco, con el aspecto de quien ha abrazado la vida.
Al verle cerrar el cuaderno, decidió compartir con él el viaje. Hablaron de literatura, de la vida, de poesia. De Baudelaire ("albatros"), Italo Calvino ("Los amores difíciles"), del maestro Borges... Hubo confidencias: la lectura de un poema para mitigar repentinos y fugaces distanciamientos, la irreparable desolación de los amores imposibles.
En la despedida, sintió que había disfrutado de un regalo inesperado: el encuentro con un alma cómplice, en el viaje caprichoso y atribulado de la vida.
En el último trabajo de Los Secretos, escojo esta canción: "Trenes perdidos"

miércoles, 10 de abril de 2013

José Luis Sampedro*

En el día de ayer, en el que disfruté de  una jornada ideal (Gijón/Helena, una combinación perfecta) mientras alcanzaba la edad de Mariano Rajoy -¡cielos!-,  me entero del fallecimiento del admirable José Luis Sampedro. En estos tiempos confusos, extraviados y obscenos, de Bárcenas y Urdangarines, con la mediocridad y la corrupción reinando a sus anchas, la personalidad ejemplar de Sampedro nos hacía mucha falta. Economista humanista (un binomio que con frecuencia se nos antoja excepcional, una especie de oxímoron al estilo del de inteligencia militar) y destacado novelista, José Luis Sampedro era un referente imprescindible en la defensa de los derechos humanos, un tozudo reivindicador del ser humano como tal. Un convencido de que la Economía debía estar al servicio de la persona, y no al contrario. Y de que la dignidad del individuo era algo irrenunciable, incompatible con un mundo formado por decimales humanos.
Lejos del barullo mediático de otras muertes cercanas (Sara Montiel, Margaret Thatcher), Sampedro se nos va con la discreción inherente al buen gusto de la gente con clase, en una despedida que aleja la tentativa burda y oportunista de una posible manipulación a cargo de los políticos de turno. Leo en el periódico que, unos días antes, pidió ver el mar por última vez; en las horas finales, parece ser que solicitó un campari, y se despidió serenamente de su gente querida. Sabio hasta el final, José Luis Sampedro solía rectificar la clásica sentencia racionalista de Descartes, "pienso, luego existo", afirmando "siento, luego existo": lo primero es sentir; posteriormente viene la reflexión, el raciocinio de ese sentimiento.
Es frecuente escuchar, en ocasiones como ésta, la queja resignada de "siempre se van los mejores". Si esto es así, tenemos toda una tropa de banqueros, políticos y financieros con una salud de hierro.









Aquí incluyo una  cálida entrevista realizada por Jordi Évole a Sampedro:

















*Para Helena, con admiración y cariño, para siempre...


martes, 26 de marzo de 2013

Ciberbárcenas

 
En este mundo de Bárcenas, Corinnas, Bergoglios y la madre que los parió, la revolución de Internet es imparable. Y a menudo uno asiste como resignado espectador a dos posturas irreconciliables. De un lado, una cibertecnocracia en la que ya no nos sorprendería que alguien utilizase el whatsapp para zamparse una suculenta paella; del otro, aquella gente -generalmente entrada en años- con una intransigente resistencia ante todo aquello que suponga innovación, una defensiva a ultranza de un mundo estático poco extático.
La primera actitud nos remite a la ingenua fascinación de aquellos indígenas embobados con los espejos de los conquistadores españoles, distraídos mientras les escamoteaban sus tesoros. La segunda pertenece a la tan consabida postura conservadora de pretender hibernar la vida. En el primer caso, se hipoteca la realidad en el "banco malo" del mundo virtual; en el segundo, se cierran las ventanas y que el mundo pase de largo.
Entre los detractores de la revolución tecnológica, no es raro encontrarse con gente que te habla de separaciones de pareja "por culpa de Internet", algo así como si desayunas a menudo en una cafetería, vas, agarras y te lías con alguien, fuera de tu relación personal, y la culpa es del local a donde acudes.
Al hilo de estas paupérrimas reflexiones, localizo una noticia que rompe todos los moldes establecidos: en un pueblo de Serbia, un matrimonio se divorcia tras descubrir que ambos tenían una relación en Internet...¡entre ellos! Vamos, que cada uno se tenía a sí mismo de rival.
Leía el otro día en el blog del escritor Andrés Neuman que sus padres se habían divorciado, y reconciliado y casado de nuevo (el uno con la otra) años después. La pareja de Serbia, en un uso inversamente convencional al tan repudiado, quizá ha encontrado en la Red un instrumento con el que, vistiendo sus mejores galas (aquellas que los humanos nos ponemos cuando la otra persona aún no es "pareja de hecho"), consiga la reconquista tras la pérdida del reino.

lunes, 4 de marzo de 2013

Elogio de la locura*



Mientras que todo está patas arriba, mientras que un tsunami se ha llevado por delante cualquier sistema de valores, mientras que el logopeda de Rajoy se ha recluido en un monasterio budista, el sentido común sigue gozando de un prestigio desmesurado. Vale, si el paso de peatones está en rojo, y viene lanzado un tráiler, es sensato no ponerse a cruzar. Por lo demás, uno cree que el tan promocionado sentido común es un agente secreto -otro más, como el miedo- del sistema para mantenernos a todos a la distancia adecuada, y no molesten que les señalo con el foco de los apestados por salirse del rebaño.
En definitiva, el sentido común, ese impostor, es ese carcelero disfrazado de mayordomo que nos sirve, ceremonioso y convencional, una dieta restrictiva que nos impide devorar la vida.


Lo expresaba muy bien el poeta de Alejandría, K. Kavafis, en su poema "Un viejo", una reivindicación del "Carpe diem":
                                                  
                                                              
En el fondo de un bullicioso café
inclinado sobre la mesa, está sentado un viejo:
con un periódico delante, sin compañía.

Y en el abandono de su triste vejez
medita cuán poco gozó  de los años
en que aún tenía vigor, verbo y belleza.
Sa be que ha envejecido mucho; lo siente, lo ve.
                                                  Y, sin embargo, el tiempo en que fue joven le parece ayer.
                                                      ¡Qué poco tiempo hace, qué poco tiempo!
                                                        Ve cómo de él se burló la Sensatez;
                                                       y cómo en ella confió siempre -¡qué locura!-
                                                que falaz decía: "Mañana. Tienes mucho tiempo".
                                         Recuerda impulsos que contuvo
                                             y tanto gozo como sacrificó.
                                      Cada ocasión perdida se burla ahora
                                           de su sensatez sin seso....
 
                                         Pero de tanto pensar y recordar,
                                                               el viejo cae aturdido. Y se duerme
                                                                   apoyado en la mesa del café.
 
 El poema fue musicado por el ampurdanés Lluís Llach en esta versión, titulada "A la taverna del mar":


 
 
 
Para insistir en este linchamiento de la pareja de hecho posibilismo/sentido común, añadiré unas bellas palabras de Eduardo Galeano sobre la utopía:
 
Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos,
ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte
se corre diez pasos más para allá.

Por mucho que camine,
nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la Utopía?
Para eso sirve: Para caminar.
 
 
*Para Helena, claro.
 


 

jueves, 28 de febrero de 2013

Lecturas y Rodríguez


El escritor Jesús Ferrero decía hace tiempo en una entrevista, que lectores, lo que se dice lectores, en España había unos diez mil. El resto, hasta completar unos cuantos millones, ya era otra cosa. Es un comentario que puede parecer elitista, incluso pedante; sin embargo, no puedo estar más de acuerdo. Paso por una librería, y miro la lista de libros más vendidos. En el apartado de ficción, la trilogía porno-ligth de "Cincuenta sombras de Grey", junto a  ese escritor llamado Jorge Javier Vázquez, acaparando los cinco primeros puestos. Entre los libros de no ficción, Ratzinger y su "Infancia de Jesús", al lado de las Memorias de Aznar (por cierto...¿qué hace este libro clasificado como "no ficción"?, y una biografía de Sergio Ramos,  jugador del Real Madrid.
Soy de los que creen que, en la infancia,  cualquier cosa que se lea sirve (incluso las memorias del logopeda de Rajoy) para coger la postura, para generar un hábito. Y que hay autores que son visitables en cualquier momento de la vida (Stevenson, London..y tantos otros). Pero si de adulto tu umbral de lectura es el mismo que el que tenías con doce años, algo falla en tu comprensión lectora. Y es que sucede que hay quien no se mueve de Ruiz Zafón.
No pretendo que la masa lea a Borges, pero, por si algún despistado pasa por este blog, aquí recomiendo alguno de los libros que últimamente me han gustado, en general encontrados en librerías de viejo (no es que prohiban la entrada a menores de cincuenta años):
"Las voces del Pamano", del catalán Jaume Cabré. Una novela excelente sobre la posguerra española, que vale por un montón de libros de historia; víctimas y verdugos, Iglesia, maestro, falangistas y potentados, en una obra muy bien escrita.
"Suite francesa", de Irene Némirovsky. La huida en masa de los franceses, particularmente su burguesía, ante la invasión nazi. Una escritora de gran fuerza narrativa, asesinada en Auswitchz, de quien se está rescatando ahora en España toda su obra.
"Tierra desacostumbrada", de Jhumpa Lahiri. Un conjunto de relatos de esta escritora americana de origen bengalí que, con la característica sutileza oriental, describe el desarraigo y la incomunicación generacional.
"1.280 almas", de Jhim Thompson. Antiguo guionista de cine ("Senderos de gloria", de S. Kubrick), una mezcla de Erskine Caldwell y el Eduardo Mendoza de "El misterio de la cripta embrujada", Thompson logra aquí un libro muy divertido y bien escrito.
"De vidas ajenas", de Emmanuel Carrère. Un libro durísimo que rebosa vida; tsunami asiático, cáncer...y, pese a todo, ganas de devorar la vida. Si estás en horas bajas, no lo leas.
Bueno, y como me siento generoso, aquí va una recomendación musical: un cantautor a quien está redescubriendo un documental actual. Se trata del americano de origen mexicano Sixto Rodríguez, un ídolo en Sudáfrica, que en EE.UU. no vendió un disco ni a su madre ( y no era huérfano). Por ello, de músico derivó a trabajador de la construcción. Quizá un híbrido  de Bob Dylan y Don Mc Lean, el de "American Pie".
Lo cual no es decir poco en su favor.
Sixto Rodríguez, "Crucify your mind", quizá un título muy apropiado para estos tiempos.
 
 

martes, 19 de febrero de 2013

Promesas y deberes

"...Bueno, en eso consiste mi deber -contesté-. En no hacer nada, quiero decir. Por eso me votan los electores." ("1.280 almas", Jim Thompson).
El libro de referencia, cuyo autor semeja un híbrido de Erskine Caldwell y Eduardo Mendoza, pone en boca de su protagonista esa frase, que curiosamente define de un plumazo la personalidad, la valía y la catadura moral de Mariano Rajoy, el chico de los recados de Ángela Merkel. Vale, admitamos también que no quedan muy bien parados aquellos que, llevados por el forofismo o por una cogorza alcohólica monumental, votan a cierta gentuza.
"No he cumplido mis promesas, pero he cumplido mi deber", ha dicho el ínclito, cuyas intervenciones han devenido inesperadamente en un remedo caricaturesco de Groucho Marx. Uno, con el ingenuo empleo de la lógica en estos tiempos caóticos, pensaba que el deber de un presidente de gobierno digno de tal nombre, era cumplir sus promesas, es decir aplicar el programa con el que se había presentado a las elecciones, un contrato ante sus votantes.
Habíamos olvidado que, para estos impresentables, la palabra dada tiene el valor de un poema en la cabeza de un chimpancé.

jueves, 24 de enero de 2013

Neandertales

En mi pueblo hay una cueva prehistórica. Estaba dando un día un paseo, mientras meditaba sobre la fascinante complejidad de la vida, capaz de entregarnos personas tan dispares como Brad Pitt y Cristóbal Montoro, cuando un coche, matrícula de Madrid, paró a mi lado y me interpeló: "Oiga, ¿usted viene de la cueva?" - así, sin "buenos días", ni nada-. "No. Yo tuve un virus de pequeño", respondí.
El filósofo francés Edgar Morin dice que, con la civilización, hemos pasado del hombre de las cavernas al problema de las cavernas del hombre. El gran Joseph Conrad tituló uno de sus libros imprescindibles "El corazón de las tinieblas" o, tal vez, "Corazón de tinieblas". El paso del primer título al segundo equivale a lo que, con otras palabras, explicaba Morin.
Uno, con una filosofía más de andar por casa, piensa que la evolución del ser humano ha hecho que pasemos del hombre de las cavernas al hombre de las tabernas.
Y ahora tenemos a un genetista intentando reproducir neandertales. Es lo mismo que, con otros medios, pretenden conseguir los gobiernos de turno: neandertales sociales, inoculados con el virus de la resignación infinita.
En espera de inmediatos y profundos acontecimientos, solacémonos con el fino humor de Urdangarín, cuya chabacanería parece ser proporcional a su codicia. Un neandertal sin clase, residente en una lujosa cueva de Alí Babá.

lunes, 21 de enero de 2013

Enfermedad


Estaba enfermo: una enfermedad crónica. Los médicos le habían suministrado el tratamiento habitual en estos casos, sin resultado alguno. Así que, cinco días a la semana -de lunes a viernes- se enchufaba a la máquina, en busca de la transfusión. Al acercarse a ella, notaba cómo aumentaba la frecuencia de sus latidos (nada importante, la taquicardia habitual); luego, hacía "doble click" y abría el correo electrónico: allí estaban los e-mails de ella, arterias que conducían los glóbulos rojos (las palabras de cariño) a su organismo. De esta forma sobrevivía, ya que vivir en plenitud no estaba a su alcance.
Los médicos le habían recetado, por pura rutina, grandes dosis de sentido común. Era inútil: un caso perdido, enfermo incurable de amor, que se enchufaba al ordenador con la ansiedad de un comprador compulsivo en época de rebajas.

miércoles, 16 de enero de 2013

El tonto del pueblo

Eran tiempos oscuros de escuela, iglesia y cuartel, y calla que te doy una hostia. En la escuela había todo un arsenal de armas de tortura: palos, reglas, gomas del butano formaban la pedagogía del binomio conocimientos/sangre. En los bares se prohibía "blasfemar y hablar de política". La censura del cine llegaba a ser  surrealista, modificando diálogos, convirtiendo una relación adúltera en incestuosa ("Mogambo"). El campesino que cometía el desatino de trabajar su tierra en domingo, desafiando el Día del Señor, se arriesgaba a la multa subsiguiente. La mujer llevaba un burka social: necesitaba permiso de su marido -su dueño- para trabajar fuera de casa o abrir una cuenta corriente en un banco. La guardia civil clausuraba una romería o decidía la hora de cierre de un chigre, en función de la gratuita pitanza recibida. Libros prohibidos, músicas en exilio forzoso, lenguas perseguidas. Había detenidos en las comisarias que salían por las ventanas, sindicatos verticales y penas de muerte.
En este ambiente sórdido e irrespirable, la función del tonto del pueblo era terapéutica; de alguna forma, estaba subvencionada. Un país reprimido, inevitablemente, desemboca en el  humor zafio y cruel de reirse del débil, del vulnerable (la otra cara de la moneda es el baboseo peloteril ante el poderoso); de inteligente supervivencia, el humor deviene en sadismo encanallado. El tonto del pueblo era, pues, una figura entrañable, y realizaba una importante labor social, lenitiva y lubricante.
De aquellos años, de una dictadura militar tan añorada por algunos, hemos pasado, por el puente de una transición fraudulenta, a una dictadura financiera. ¿Ha desaparecido el personaje del tonto del pueblo, en estos tiempos de Internet y Jorge Javier Vázquez?, se preguntarán mis lectores de allende el Atlántico. Veamos: si tú coges, agarras y dices a un sueco -un suponer- que alguien ha calificado la mayor catástrofe ambiental de la historia del país como "unos hilillos de plastilina", que ese mismo individuo ha dicho que el cambio climático no existe "porque me lo ha dicho mi primo, que es científico", y que dicha eminencia se ha pronunciado sobre el problema del paro diciendo que "tengo las soluciones escritas en el papel, pero no entiendo mi letra", el sueco de marras te dirá que le estás hablando del tonto del pueblo.
Pues, no. Bueno, sí. Lo que pasa es que ahora el tonto del pueblo es el presidente del gobierno. En Europa han necesitado sólo dos tardes (aquellas en las que Jordi Sevilla mostraba a ZP los rudimentos de la economía) en advertir sus dos capacidades esenciales: incompetente y mentiroso. Bueno, vale, admitamos haragán como animal de compañía.
Lo malo es que el gobierno piensa que el tonto  del pueblo es el pueblo. Y en esas estamos.

jueves, 3 de enero de 2013

Erotismo desaforado

Mientras meriendo un café con suspiros (y con magdalenas), veo en la televisión asturiana un resumen de las noticias del año. En Mondoñedo (Lugo), detienen a una pareja por hacer el amor en un parque público, al lado del monumento a Queipo de Llano; veo el reportaje escandalizado, como toda persona de bien: ¿qué hace la estatua de un militar golpista en ese lugar de pacífica convivencia ciudadana?. Recuerdo, una vez más, la magistral frase de Francisco Umbral sobre la supuesta ejemplaridad de la Transición: "la Banca se ha comprado una democracia".
A continuación, en unas imágenes acerca del Día de Asturias, asisto abochornado a otra exhibición de erotismo fuera de lugar: el alcalde de Cangas de Onís besa, untuoso y servil, el dedo, el anillo y todo lo que puede al Arzobispo. De nuevo las personales inclinaciones libidinosas llevadas a un espacio que no les corresponde.
Finalmente, como prolongación de tanta pasión descontrolada: en China, un individuo sorprende a su esposa en la cama con su amante; su reacción ha sido subirse a un árbol, del que no piensa bajarse hasta que no le presenten disculpas. Aún no se ha bajado. El hecho sucedió en marzo. Desde entonces vive allí, un trasunto de lo que contaba Italo Calvino en "El barón rampante".
Piensa uno que esta última noticia tal vez pueda devenir en metáfora de la situación de nuestro país. Tal vez la única actitud a adoptar por los sufridos ciudadanos ante la escandalosa y vergonzante infidelidad de este gobierno, que nos está poniendo los cuernos con los plutócratas, la Iglesia y la Banca, en una orgía escandalosa, sea la de subirnos todos a un árbol, y no bajarnos hasta que dimitan.
¿Habrá árboles en cantidad suficiente?.
Para comenzar bien el año, elijo una preciosa canción de amor de Silvio Rodríguez: "Quién fuera".