lunes, 7 de octubre de 2013

Cultura y derechona


"Cuando oigo la palabra 'cultura', echo mano a la pistola", dijo Millán Astray, fundador de la Legión, camarada fraterno del generalísimo y abuelito inspirador de esta gente a la que, convencionalmente, llamamos Gobierno. La cultura -eso que nos permite pasar del elemental "mirar" al complejo, fascinante y cómplice "ver", que nos otorga la capacidad de entender, de paladear la vida y sus variadas posibilidades-, siempre fue para la derechona algo ortopédico, como un vestido incómodo y de ocasión que se pone por ineludibles motivos de imagen, pero que se quita nada más llegar a casa, liberados por fin antes de ponerse el whisky. Cultura y ultraconservadurismo siempre han mantenido una relación contra natura, un matrimonio de conveniencia que a duras penas intenta guardar las formas por el qué dirán, pero arrostrando una mutua infidelidad, la una con artistas progres de mirada lúcida y revolucionaria, el otro con corridas de toros y casticismo rancio y trasnochado.
Al inmovilismo satisfecho no le gusta la cultura, esa lluvia fina que empapa una realidad árida, transformándola.
De ahí que mientras nuestros vecinos franceses rebajan el IVA cultural del cine del 7% al 5%, aquí la ultraderecha le ha metido una hostia del 8% al 21%, que se van a enterar estos de las pancartas contra la guerra de Irak. La cultura es para la derechona, en definitiva, una rémora inútil que nos hace perder el tiempo, con lo que se tarda en llevar los dineros para Suiza y las islas Caimán.

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