miércoles, 10 de abril de 2013

José Luis Sampedro*

En el día de ayer, en el que disfruté de  una jornada ideal (Gijón/Helena, una combinación perfecta) mientras alcanzaba la edad de Mariano Rajoy -¡cielos!-,  me entero del fallecimiento del admirable José Luis Sampedro. En estos tiempos confusos, extraviados y obscenos, de Bárcenas y Urdangarines, con la mediocridad y la corrupción reinando a sus anchas, la personalidad ejemplar de Sampedro nos hacía mucha falta. Economista humanista (un binomio que con frecuencia se nos antoja excepcional, una especie de oxímoron al estilo del de inteligencia militar) y destacado novelista, José Luis Sampedro era un referente imprescindible en la defensa de los derechos humanos, un tozudo reivindicador del ser humano como tal. Un convencido de que la Economía debía estar al servicio de la persona, y no al contrario. Y de que la dignidad del individuo era algo irrenunciable, incompatible con un mundo formado por decimales humanos.
Lejos del barullo mediático de otras muertes cercanas (Sara Montiel, Margaret Thatcher), Sampedro se nos va con la discreción inherente al buen gusto de la gente con clase, en una despedida que aleja la tentativa burda y oportunista de una posible manipulación a cargo de los políticos de turno. Leo en el periódico que, unos días antes, pidió ver el mar por última vez; en las horas finales, parece ser que solicitó un campari, y se despidió serenamente de su gente querida. Sabio hasta el final, José Luis Sampedro solía rectificar la clásica sentencia racionalista de Descartes, "pienso, luego existo", afirmando "siento, luego existo": lo primero es sentir; posteriormente viene la reflexión, el raciocinio de ese sentimiento.
Es frecuente escuchar, en ocasiones como ésta, la queja resignada de "siempre se van los mejores". Si esto es así, tenemos toda una tropa de banqueros, políticos y financieros con una salud de hierro.









Aquí incluyo una  cálida entrevista realizada por Jordi Évole a Sampedro:

















*Para Helena, con admiración y cariño, para siempre...