martes, 27 de marzo de 2012

La huelga

El presidente del Gobierno ha dicho, hace unos días: "la huelga general no va a arreglar los problemas de España". Una perogrullada más. Mariano suele expresarse mediante obviedades: "haremos lo que tengamos que hacer", "el gobierno va a gobernar", y en este plan. Si, de acuerdo con Valéry, "la sintaxis es una facultad del alma", el panorama mental del presi es desolador. Wittengenstein lo dijo de forma inmejorable: "los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo".
La finalidad de esta huelga general no es, naturalmente, arreglar un país, sino hacer frente, mediante un grito desesperado y un puñetazo sobre la mesa, al mayor atropello de los derechos laborales cometido en los treinta y pico años de democracia teórica. Los obispos bulímicos de dinero público, la banca de rapiña y jubilaciones pornográficas, la patronal insaciable de carcajada obscena y plusvalía no están por la huelga.
El descanso del fin de semana, las vacaciones pagadas, la jornada laboral de ocho horas, la seguridad social...todas las conquistas laborales han sido arrancadas por los trabajadores a base de sangre, sudor y lágrimas. Mariano alardeó en Bruselas de contundencia tijeril exhibiendo como aval la huelga futura, como un cruzado que enseña sus cicatrices venideras antes de enfrentarse a los infieles.
Tras una articulada campaña mediática de desprestigio hacia los líderes sindicales en la que se lanzaron rolex, viajes, cervezas y tapas de aceitunas, Rosell, Rouco y la pepería demuestran su exquisita sensibilidad manifestando su preocupación por aquella gente que quiera trabajar mañana y no pueda. ¿Se referirán a los cinco millones y pico de parados?. Sobre la imposibilidad de ejercer su derecho constitucional (de momento) de huelga por parte de las personas con trabajo precario -la mayoría-, no consta que estos espíritus delicados se hayan manifestado.
Tristes días éstos, en los que ejercer un derecho es un lujo.

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