jueves, 22 de noviembre de 2012

En "La Posada del Mar"



"Por qué no soy cristiano", tituló uno de sus libros el filósofo y  matemático británico Bertrand Russell, un lúcido activista incansable de los que hoy andamos tan necesitados. No siendo creyente -la existencia de un Ser Superior, Florentino Pérez al margen,  me parece improbable- ni cristiano, ni fernando alonso, canalizo mi cuota de espiritualidad, mis pobres tendencias trascendentes, en una especie de paganismo que se concreta en el mar. Así que, cada vez que voy a Gijón, me acerco al paseo de la playa, como aquel que va a visitar a un viejo amigo. En algunas ocasiones, el mar está tranquilo, con olas que se derraman perezosas en la playa; en otras -mis favoritas- el agua golpea violenta el muro, saltando al paseo, juguetona y cariñosa, improvisando una ducha de ternura sobre los más despistados. Son días, esos del mar salvaje, en los que algunos paseantes añaden al habitual aseo del cerebro un inesperado lavado de cabeza.
Un nuevo acercamiento a Gijón (la gente ya me saluda por la calle) me llevó a entrar en "La posada del mar", un restaurante frente a la playa, desde donde podía tomar algo sin perder de vista el fascinante espectáculo de las olas. Otro punto a su favor era el título del local, que me recordaba el de una canción "A la taverna del mar", un poema de C. Cavafis musicado por mi cantautor favorito, el ampurdanés Lluís Llach (otra voz que añoro en estos tiempos obscenos). El caso es que entro, pido un café, y entablo una conversación con el cliente de al lado, a cuenta del tenis que ponen en la televisión. Hablamos de la ausencia de Nadal, de su humildad; por contraste, el diálogo nos lleva a Cristiano Ronaldo. "¿No serás del Madrid?", le digo. "¿Del Madrid?", me dice. Y va y me espeta, cantando: "Companys, si sabeu on dorm la lluna blanca, digueu-li que la vull...". "¡Hostia..!". "No me digas que lo conoces..." "Abril 74, del disco Viatge a Itaca, Lluís Llach".
Tras esto, me dice que pinta cuadros, que vive en Barcelona y me enseña en el móvil una foto de una pintura que le regaló al propio cantante. Pero se ve que los dioses que juegan con las casualidades aún no tenían bastante: "¿De dónde eres, me pregunta?". "De Grao". "Mi cuñao también: ¿conoces a Aurelio, de la Joyería Tarralva?".  
Tengo que consultarlo con la bruja Lola. Y, si le han hecho un ERE, con Cristóbal Montoro.

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