miércoles, 7 de diciembre de 2011

El blog (noventayochomásuna)

Comencé este blog sin pretensiones de continuidad: simplemente para comprobar cómo se realizaba. En aquel momento lo pensaba bautizar como "aladeriva", pero ese título ya existía y tuve que improvisar este otro, en las cercanías de la cursilería y que pretende aludir a la mezcla de golpes y caricias, aflicciones y esperanzas, sombras y luces con los que la vida nos aflige y nos seduce. Echo un vistazo a los comentarios ("entradas") y veo la evolución: breves y asépticos los primeros, más largos y discursivos -tal vez pesados- los recientes. En ocasiones, algunos temas favoritos (cine, música, libros), han sido empujados a un lado por la inexcusable actualidad de la política. La política, de obligado interés - salvo para Robinson Crusoe, hasta el momento que conoció a Viernes-, sodomizada por los especuladores financieros. La política cuya ausencia, paradójicamente, lo llena todo de su presencia -véanse las dictaduras-, un poco como esos amores contrariados en los que la persona desdeñada encuentra en todas partes la imagen de la otra.
El blog (poco leído y a menudo ilegible) me ha servido de gimnasia mental, al intentar buscar las palabras correctas para expresar lo que quería decir; uno ordena los pensamientos al obligarse a explicarlos: de una mente caótica salen en tropel declaraciones embarulladas. El blog, ese sudoku de las ideas. Con el próximo comentario que inserte, llegaré al número cien -y no los aparento-. Que una persona instalada en el síndrome de Bartleby (personaje de un relato de Melville cuyo comentario recurrente era "preferiría no hacerlo") haya llegado a tantas "entradas" sólo cabe atribuirlo a un milagro. Uno de tantos como se producen en este telecentro divino.

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