martes, 23 de octubre de 2012

Los amores difíciles

En la estupenda película "El secreto de sus ojos" se dice que uno puede cambiar de muchas cosas a lo largo de su vida, pero no de equipo de fútbol. Pescador de sueños en un mar de dudas, tengo claro que el equipo de mis amores es el Sporting de Gijón (aunque, de vez en cuando, le soy infiel con el Barça). Y, desde luego, Gijón es mi lugar, un amor a primera vista. Cada vez que me acerco, me acuerdo de echar la primitiva, con la ilusión de establecerme allí de forma definitiva: los espacios verdes, la gente, la ciudad que no pierde el aroma a pueblo. La calle, como un miembro más de la familia. Y, sobre todo, el mar. Esa presencia poderosa, ansiolítico aún no recortado, en cuya compañía aparcamos en doble fila la prima de riesgo. La visión del amplio horizonte marino ensancha nuestras mentes. Se vive de otra forma. Se es de otra forma.
Gijón es, entonces, esa mujer que sientes como el amor de tu vida, un amor imposible que frecuentas de vez en cuando. Como a ella, nunca conoceré por completo a Gijón: su entramado de calles aturde mi congénita desorientación espacial, haciéndome entrar repetidamente en el mismo chigre, sorprendido, mientras pienso que son negocios distintos con el mismo dueño.
Lo dicho: Gijón es esa mujer, lejana pero accesible, sin la que no puedes vivir, ese amor imposible que siempre estás descubriendo y nunca acabas de conocer. En palabras del escritor Italo Calvino: "Los amores difíciles".

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