martes, 30 de octubre de 2012

Fartones

El fartón es un dulce valenciano concebido para mojar en la horchata, pero que se adapta a otro tipo de bebidas, para que lo sigan comprando. Me dicen los que lo han probado que es bastante insípido, e incorpora con facilidad el sabor del producto que se le añada. La monarquía es un anacronismo concebido para mojar en el despilfarro, que de vez en cuando visita una escuela infantil o va de Domund, para que el personal los siga manteniendo. Me dicen los que les han escuchado, que de sus reales bocas salen obviedades, y se amoldan a lo que haga falta, si el molde tiende a perpetuar sus privilegios.
En la entrega de los premios "Príncipe de Asturias" del otro día, una pancarta se erigió en protagonista: "Fartones". En este caso, un vocablo profundamente asturiano, que hace alusión a esa gente que traga comida de modo compulsivo, sin sentirse nunca saciados, mucho más si es de forma gratuita. Una pancarta que es una pequeña contribución a nuestro incipiente y modesto intento de asturianizar España, señor Wert (por cierto, qué apellido más raro para ser tan español).
Aunque "fartones" tiene una vocación alimentaria, es un término que debería ampliarse para que diese cabida  también a otro tipo de excesos: los fartones del poder, los de la acumulación de capital, fartones del chismorreo y la maledicencia, aquellos fartones que devoran ignorancia...
Mientras el país se desangra en suicidios, desahucios y hambre, continua la liturgia hueca de una monarquía con el paso cambiado, una feria de vanidades obscena que se dirige, cargada de oropeles, hacia el altar de la inmoralidad. 
En el barrio de Ventanielles, cinco personas se disputaban el dudoso privilegio de revolver en un contenedor de basura; mientras tanto, el hotel Reconquista rebosaba de langostinos, unos crustáceos  financiados -al igual que las múltiples operaciones de la Leti- por los menguados ingresos de pensionistas, parados y trabajadores.
En palabras del añorado Saramago: "¡qué cantidad de pobres se necesitan para hacer un rico!". Dicho de otra forma, el verdadero estilo arquitectónico de un palacio son unos cientos de chabolas.
Como buen asturiano, finalizo con un deseo piadoso: ¡Ojalá revienten todos de una fartura!.
P.D. Recomendación musical de hoy: el clásico "Sounds of silence", de P.Simon&A.Garfunkel. Guardemos un respetuoso silencio ante el fallecimiento de la dignidad.
 

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