lunes, 27 de julio de 2009

Mi amigo el mar



Adoro a las mujeres desde aquel día lejano en el que, con pantalón corto y dirigiéndome a hacer los recados, una señora me abordó y me dijo : "Nun te preocupes, Paquín, que la belleza ta en el interior".

Nací a muy corta edad, tanto que mi primera vivienda de alquiler fue una incubadora ; había un cristal ahumado, para no herir la sensibilidad del espectador. De ahí, al hogar; la situación económica- bastante generalizada en el país- no permitía disfrutar del típico carricoche: eminentes sociólogos teorizan acerca de que nuestra generación fue la inventora del auto-stop. Así nos desplazábamos, aún con el chupete en la boca.


Recuerdo que en casa había una habitación con dos armarios y sendos espejos, a la que yo tenía rigurosamente prohibido el acceso. "Todavía no está preparado", oía decir a mi alrededor.


Afortunadamente, eran tiempos de inviernos rigurosos, con nevadas, ventiscas, grandes tormentas en las que era frecuente que marchase la luz. "Ahora soy uno más", pensaba cuando eso sucedía.


La primera comunión fue algo inolvidable, no por la liturgia en sí - la gente, al verme con los demás, me señalaban diciendo "¿qué es eso que va ahí?"- sino porque gracias a ella cumplí mi gran sueño: ver el mar. Las lecturas precoces de Stevenson, Salgari, Melville, London....(Conrad llegaría más tarde) me habían abierto el hambre de visitar el mar, en aquella época en la que, para un niño de siete años, ir de su pueblo hasta Avilés era como ir a Nueva York.


Iba, lógicamente, vestido de marino; fue el momento que mis padres aprovecharon para la prueba de fuego: ponerme un espejo delante. "Mira y hazte un hombre", me dijeron. Yo no tenía ni idea de quién había sido Darwin. Quedé pasmado.

Como compensación, me llevaron a ver el mar. Por el camino iba rumiando mi traumática confusión. Acababa de estudiar en el catecismo que " Dios nos había hecho a su imagen y semejanza". "Lo lleva claro conmigo", pensé. Fue uno de mis momentos transcendentales: decidí ser "ateo, gracias a Dios", como decía el gran Luis Buñuel. Y del Sporting. ¿Por qué?: porque tien mar.


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