lunes, 20 de julio de 2009

En el armario


Era un día de verano de calor asfixiante. Tocaba recorrer el concejo recogiendo diversos objetos que la gente desechaba: somieres, mesas, sillas, cocinas, televisores, armarios...

Al llegar al pueblo de Murias, una casa abandonada nos esperaba (hacía tres días que sus habitantes se habían mudado, y no de ropa). Llevábamos en un papel la relación de lo que teóricamente nos íbamos a encontrar: un televisor, una nevera, tres colchones, dos armarios...

Fuimos subiéndolo todo al camión, dejando los armarios para el final; el primero parecía más liviano, y lo levantamos sin dificultad. Cuando cogimos el segundo, notamos al instante un peso desmedido... y una voz que decía "!socorro!". Al abrirlo, salió una persona morena, de baja estatura, que se lanzó a abrazarme.

Los dueños de la casa, de edad avanzada, habían cambiado de residencia en compañía de su nieto, un niño bulímico adicto a los juegos de rol; le habían escondido chorizos, queso y un par de latas de fabada Litoral "abrefácil" en un armario.
Un chaval ecuatoriano estaba limpiando el mueble cuando, apresuradamente, los dueños lo cerraron dejándolo dentro. "Nunca fuí tan feliz y tan visible como dentro de ese armario", me contó. "Y me parece que engordé dos kilos", añadió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario