viernes, 20 de noviembre de 2009

Bertolt Brecht



Bertolt Brecht fue un poeta y dramaturgo alemán que vivió los agitados tiempos del nazismo. Heterodoxo y comprometido, su obra parece en la actualidad un poco olvidada; sin embargo, su vigencia no puede ser discutida en esta época de sombras y gurús vestidos por Armani, de crisis de euros y valores, de desesperanza Aguirre y casinos financieros en el aire, de negocios con la guerra y con el hambre. Recuerdo esto un 20 de noviembre, aniversario en este país del fallecimiento por muerte natural ( la que él no permitió a cientos de miles de españoles) de un general acunado -como siempre- por ese negocio en forma de secta de éxito, la iglesia católica, la misma que se manifiesta en la calle en defensa de la vida.

En días como éste, ahí van dos poemas de Bertolt Brecht:




General, su tanque es un vehículo poderoso


General, tu tanque es más fuerte que un coche.
Arrasa un bosque y aplasta a cien hombres.
Pero tiene un defecto:
necesita un conductor.
General, tu bombardero es poderoso.
Vuela más rápido que la tormenta y carga más que un elefante.
Pero tiene un defecto:
necesita un piloto.
General, el hombre es muy útil.
Puede volar y puede matar.
Pero tiene un defecto:
puede pensar.




Cuando acabó la última guerra
Hubo vencedores y vencidos.


Entre los vencidos,


el pueblo humilde pasó hambre.
Entre los vencedores


el pueblo humilde también pasó hambre.




"Me llena de orgullo y satisfacción" (¿a qué me sonará esto?) comprobar que los diarios -al menos los que miré por alto- no hacen referencia alguna a la efeméride del generalísimo. Pura higiene cívica. Otra cosa es la justa reinvindicación de las víctimas de la contienda: pasar página, pero leyéndola antes.




Por otro lado, la ministra de Economía, Elena Salgado, pronostica un próximo año 2010 aún peor que los anteriores en lo relativo al empleo, que es algo así como si un entrenador de fútbol dice que la próxima temporada la campaña no sólo va a ser tan mala como la pasada, sino peor(con la diferencia de que a éste lo echarían, lógicamente). Otra vez Bertolt Brecht:




Cuando la casa de los poderosos se derrumba
Cuando la casa de los poderosos se derrumba


muchos humildes mueren aplastados.


Los que no comparten la fortuna de los poderosos


a menudo comparten sus desgracias.


El carro que se despeña por el precipicio


arrastra consigo los sudorosos caballos.




Preguntas de un obrero que lee




Quién construyó Tebas, la de las siete puertas?


En los libros se mencionan los nombres de los reyes.


¿Acaso los reyes acarrearon las piedras?


Y Babilonia, tantas veces destruida,


¿Quién la construyó otras tantas?


¿En que casas de Lima, la resplandeciente de oro,


vivían los albañiles?


¿Adónde fueron sus constructores


la noche que terminaron la Muralla China?


Roma la magna está llena de arcos de triunfo.


¿Quién los construyó?


¿A quienes vencieron los Césares?


Bizancio, tan loada,


¿Acaso sólo tenía palacios para sus habitantes?


Hasta en la legendaria Atlántida,


la noche que fue devoradapor el mar,


los que se ahogaban clamaban llamando a sus esclavos.


El joven Alejandro conquistó la India.


¿Él sólo?


César venció a los galos;


¿no lo acompañaba siquiera un cocinero


Felipe de España lloró cuando se hundió su flota,


¿Nadie más lloraría?


Federico Segundo venció en la Guerra de Siete Años,


¿Quién más venció?


Cada página una victoria


¿Quién guisó el banquete del triunfo?


Cada década un gran personaje.


¿Quién pagaba los gastos?


A tantas historias, tantas preguntas.




Y para los radicales, inconformistas, exacerbados críticos de un sistema que llevó al hombre a la luna (aunque quizá también lo alejó de sí mismo - nada es perfecto-), en fin, para esa revolucionaria chusma, siempre descontenta, que se atreve a plantear un cambio de sistema, Bertolt Brecht escribió cosas como ésta:




Parábola del Buda y la casa en llamas
Gautama, el Buda, enseñaba la ciencia de la rueda de la codicia,


de la que estamos tejidos,


y recomendaba prescindir de la avidez,


para así entrar sin deseos en la Nada, que él llamaba Nirvana.
Un buen día, un discípulo le preguntó:


-“¿Cómo es la Nada, maestro?


Todos queremos liberarnos de la avidez,


tal como tu predicas,


pero dinos si la Nada a la que iremos


es algo así como fundirse con todo lo creado,


como cuando uno está echado en el agua a mediodía,


con el cuerpo ligero, casi sin pensamientos,


o durmiéndose, apenas notando como uno se acomoda bajo la manta,


hundiéndose rápidamente;


es decir, si esta Nada es una Nada alegre,


una buena Nada o si, por el contrario,


tu Nada sólo es una Nada fría, vacía y sin sentido”.
El Buda permaneció en silencio mucho tiempo


antes de decir alegremente:
-“Vuestra pregunta no tiene respuesta”.
Pero por la tarde, cuando se habían marchado,


el Buda seguía sentado debajo del algarrobo


y contaba a los otros discípulos,


a los que no le habían preguntado, la siguiente parábola:
“Hace poco vi una casa. Estaba ardiendo.


Por el tejado salían llamas.


Me acerqué y vi que todavía había gente dentro.


Le di una patada a la puerta


y grité que había fuego en el tejado,


advirtiendo a los moradores que salieran deprisa.


Pero no parecían tener prisa.


Uno de ellos quería saber,


mientras el fuego ya le chamuscaba una ceja,


cómo era la vida ahí fuera,


si no estaría lloviendo,


si soplaba el viento,


si había otra casa cerca,


y muchas cosas más.


Sin responder volví a salir de la casa.


Esta gente –pensé- tiene que quemarse


antes de dejar de hacer preguntas.


De verdad os digo, amigos,


que no tengo nada que decirle


a los que todavía no tienen el suelo bastante caliente


para cambiarlo por otro y se quedan donde están”.
Así habló Gautama, el Buda.




¿Queda algún ingenuo que se extrañe aún de que en televisión no haya prácticamente programas de literatura?: un rebaño es mucho más fácil de manipular que un montón de individuos.


P.D.: Fijaibos qué cara de simpático tenía B.B. (Bertolt Brecht, no Brigitte Bardot) pa lo que escribía y los tiempos en que lo escribió.


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