jueves, 3 de mayo de 2012

Humor


El humor es ese escudo imprescindible que nos protege de los zarandeos de la vida. La saludable capacidad de reírse de uno mismo, de no tomarse excesivamente en serio  -alejada de la vacía solemnidad de los mediocres arrogantes-, de adoptar una mirada irónica, de jugar con las palabras, anuncian una actitud distendida y una inteligencia muy dignas de agradecer. Si el humor ingenioso es siempre benéfico, su existencia, en estos lúgubres días de repago sanitario, cobra categoría de medicina milagrosa. A continuación incluyo unas anécdotas, como escapada momentánea del oscuro pesimismo que parece impregnar estos tiempos:
Siendo Manuel Fraga Iribarne ministro del Interior y Joaquín Viola alcalde de Barcelona, visitan esta ciudad los Reyes. Titular de una revista de la época: "Fraga recibe al Rey y Viola a la Reina".
Poco antes, con el tecnócrata Laureano López Rodó de ministro, la mítica revista "La Codorniz" publicaba una historia en la que un campesino llamado López asciende una colina, cargando con muchas dificultades un cerdo. De repente, el hombre desfallece y el cerdo cae ladera abajo; el comentario de la última viñeta es: "y el cerdo de López rodó".
La misma revista había incluído, en pleno franquismo, el siguiente parte meteorológico: "reina un fresco general procedente de Galicia".
En la biografía de Luis Buñuel, un libro fascinante titulado "Mi último suspiro", se lee que un periódico anarquista de principios del siglo XX publica así esta noticia: "un grupo de obreros subía tranquilamente por la calle La Montera, cuando, por la acera contraria, bajaban dos curas; ante tal provocación...".
En el Parlamento inglés una mujer increpa a Churchill: "¡Señor Churchill, si fuese su mujer le echaría cianuro en el café!". Respuesta del Primer Ministro: "Señora, si estuviese casado con usted, me lo tomaría con gusto".
En el cesto del humor elegante, hecho con mimbres de higiénico escepticismo, no caben  la zafiedad, la simpleza grosera, la vulgaridad vestida de racismo, homofobia, sexismo. El genial Groucho Marx dejó frases deslumbrantes para todo tipo de situaciones y épocas; una de ellas, adecuada a estos momentos calamitosos: "cuando muera quiero que me incineren, y que tiren el diez por ciento de mis cenizas sobre mi empresario".  Para finalizar, qué mejor que recordar a este genio del humor en la escena inicial de "Una noche en la ópera":
 

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