miércoles, 1 de junio de 2011

El viajero




Cuando despertó, el ejecutivo todavía estaba allí. Con el ordenador portátil sobre las rodillas, hablaba por el móvil: una de tantas conversaciones de trabajo, dedujo. Mientras el tren engullía kilómetros, otro sonido -una popular melodía insertada en millones de teléfonos- se elevó, como el reptil de un faquir, del maletín. "Sí, cariño.... ya reservé mesa.... llegaré en media hora...yo también te quiero". "Mándales un fax", continuó, prosiguiendo su palique laboral en el móvil anterior. De un bolsillo del traje emergió un rugido trasnochado de Iron Maiden. Tras comprobar la llamada, le entregó el tercer teléfono: "Perdone, ¿le importaría sujetarlo? Limítese a escuchar la homilía y, cuando ella respire, conteste 'sí´(es mi mujer)", le comunicó sonriendo.

El viajero se levantó y, alejándose unos metros, acercó el aparato y musitó: "Dime, Laura".

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