miércoles, 18 de abril de 2012

La escopeta nacional


La plebe convierte en supermercados a los contenedores de basura, a los parados se les sugiere vender su sangre como salida laboral, los abuelos tienen prohibido enfermar por prescripción económica; mientras tanto, el Rey se va a cazar elefantes. Como aquel ministro (Cascos, mismamente) que, tras alejar el buque Prestige, se fue de cacería, Juan Carlos se distancia de un país que se hunde mientras que, escopeta en mano, se empapa de chapapote moral y dispara al elefante, ese animal memorioso que le puede recordar sus orígenes. ¿Andropausia? ¿Calabazas de la Brigitte Bardot en los años 60? ¿Dónde se esconde el germen del enfermizo placer de asesinar a un elefante, sabio y solemne como un Buda africano?
A estas alturas de la película surge la pregunta: ¿es real la familia Real?. Sospecho que estamos siendo víctimas de una broma del gran Berlanga quien, desde el infierno -ese cálido paraíso inverso que acoge a los que somos agradecidos pecadores sin remedio- y en compañía de Rafael Azcona, ha tramado una nueva entrega de su "Escopeta nacional", creando para ello una curiosa familia virtual, esperpéntica, mangante y adulterina: una suerte de familia Addams de segunda, en la época de Internet.
Madurar significa superar etapas: aquel recién nacido que gateaba, hoy es un bípedo varón incorporado (las salidas precarias y nocturnas de los pubs no cuentan); el niño que mataba lagartijas con un tirachinas, es el joven que ayer fotografiaba la inocencia elegante de una gacela. Admoniciones, límites, ejemplaridad familiar, sombras y luces (en definitiva, educación), fueron vehículos que -en la autopista de la vida- los condujeron de la infancia a la madurez, del ser caprichoso y voluble al responsable. Cuando esto es sustituído por reverencias, zalemas peloteriles varias y regalados títulos académicos -en un viaje gratuito sin peaje-, el resultado es un síndrome de Peter Pan majestuoso, expresado en un "no lo volveré a hacer" patético.
En estos días paradójicos, los gobiernos, como Robin Hood,s inversos, esquilman a los necesitados, al tiempo que ponen la alfombra roja a los poderosos; por su parte, la caza precede a la desaparición de la veda (informativa).
En su nueva "Escopeta nacional", Berlanga introduce el personaje de la "mantis religiosa", e incorpora a Chavela Vargas con su canción "MaCorinna" como banda sonora, al tiempo que, confortablemente instalado en su infierno, acaricia el culo de una diablesa.
Vargas Llosa dice en su nueva obra que "en la civilización del espectáculo, el cómico es el rey". Los tiempos, caprichosos y veloces, le contradicen: en la civilización del espectáculo, el Rey es el cómico.

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