jueves, 18 de febrero de 2010

¿Quién es ese hombre?



"Un estúpido nunca se recupera de un éxito", dijo tío Oscar (Wilde) en uno de sus aforismos más lúcidos- lo cual ya es decir, de una cabeza tan ingeniosa que los alumbraba a cientos-. Ahí arriba vemos el rostro prototípico de la mediocridad satisfecha: don José María Aznar Álvarez, una persona que debería de considerar plenamente recompensada su vanidad con el ejercicio de la presidencia de su comunidad de vecinos, haciendo un gesto de desprecio, desafío, chulería y, sobre todo, zafiedad, a la chusma que ha osado discrepar de sus disparates.


Hagamos un sucinto resumen del personaje: artículos de tinte falangista contra la Constitución y el Estado de las Autonomías en sus años de mocedad, para calentar motores. Diálogo político con el grupo ETA ( calificando a éste de Movimiento de Liberación de la Nación Vasca), y escándalo hipócrita cuando los demás hacen lo mismo. Austeridad oficial de boquilla y bodas imperiales en el Escorial. Colegueo con el otro unineuronal norteamericano (George Bush junior) a cuenta de miles de cadáveres de inocentes que viven en un país con el pecado de tener petróleo. Utilización sin escrúpulos de víctimas del terrorismo con intenciones electorales. Mentiras ("tienen armas de destrucción masiva", "la responsabilidad del atentado es de ETA, que me lo dijo el primo de Mariano que es científico"), alardes chulescos (nadie puede decirle a Él las copas que puede tomar antes de conducir un coche), desprecios y groserías varias (como introducirle un boli por el escote a una periodista); la boca llena con la palabra "democracia" para acto seguido "elegir a dedo" a su sucesor (por supuesto, el más servil ante sus estupideces)...


En una de las películas de sus primeros años como director, Woody Allen crea un personaje - "Zelig"- que poseía la particularidad de identificarse con el interlocutor que tenía delante, de forma desmesurada, en un intento permanente de agradar (la falta de personalidad es lo que tiene). O sea que si hablaba con un negro se convertía en negro, y le salía una larga barba si lo hacía con un ortodoxo judío. Esta es también una característica del personajillo a quien me estoy refiriendo : "!Estamos trabajando en ello!" vomitó pretendiendo inyectarle a esa chorrada un acento tejano. Naturalmente, los mediocres ejercitan "el síndrome Zelig" con los poderosos; con los vulnerables, débiles, golpeados por la vida, perdedores en general...todo lo contrario: !a la hoguera con ellos!: "Había un problema y se solucionó" fue su piadoso comentario cuando unos mendigos extranjeros fueron drogados e introducidos en un barco por la autoridad incompetente. Y mañana a misa con Ana y la mantilla, que es domingo.




¿A quién realiza el gesto don José María, el especialista en ademanes indecorosos - no olvidemos su foto con las patas sobre la mesa y babeando en compañía de su jefe Bush- , en la imagen de arriba?: no a la gente que le abucheaba en Oviedo. El dedo hacia arriba es la respuesta permanente que la insensatez hace a la cordura, lo irracional a lo ilustrado, la cutrez al saber estar, la mediocridad atrevida (perdón por la redundancia o pleonasmo) a la humildad, en este mundo en que vivimos (o quizá más bien dormitamos).



Llaman la atención estas salidas de tono en gente que siempre ha puesto la pompa y circunstancia por delante de la decencia, el lucro privado por encima de los más elementales derechos públicos, los ornamentos de clase frente a los esfuerzos de los desclasados. Gentuza que se escandaliza por los improperios maleducados de la plebe y hacen la ola orgiástica ante jubilaciones de 80 millones de euros.


De la misma forma en que diferenciamos la pobreza material de la miseria moral, uno cree oportuno no confundir la violencia inherente a la vida (ya al nacer nos dan una buena hostia para que sepamos a dónde llegamos) necesaria para que el agua circule y no se detenga, con la brutalidad que bendice - término apropiado, teniendo en cuenta los cómplices- un sistema político en el que los palacios se edifican a través de las chabolas.




En una escena de la película "Casablanca" le preguntan a Bogart: "¿Me desprecias?" . Respuesta: "Si me pudiese permitir perder el tiempo pensando en tí, seguramente".

Pero J.M.A. no corre el peligro de que sus admiradores le condenen al ostracismo: los adultos permanecemos en el mundo de Peter Pan cuando necesitamos fetiches - que a menudo son fantoches- con quienes identificarnos. Con frecuencia escogemos los más vulgares, para que su nivel no nos haga sentir disminuídos. La mediocridad que exhiben es sólo la imagen, en el espejo, de sus fervorosos seguidores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario