miércoles, 7 de mayo de 2014

Expolio

Siempre me fascinó aquella anécdota que cuenta Edward Gibbon en su obra monumental "Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano": habiendo sugerido un senador la posibilidad de uniformar a los esclavos, al momento le rebatió otro diciendo: "¡Ni se te ocurra!; entonces serían conscientes de cuántos son, y de la fuerza que tienen".
Parece ser que cuando Colón y sus secuaces llegaron a América, consiguieron deslumbrar a los indígenas con espejos y baratijas de tres al cuarto, mientras que les robaban sus apetecibles tesoros. Todo un tsunami de asesinatos, violaciones, saqueo e imposición de la fe católica a hostias, que aquí se celebró posteriormente con ese aséptico eufemismo de "Descubrimiento de América".
A finales del siglo XX y comienzos del XXI, las baratijas (móvil de última generación, televisor de plasma, automóvil con un GPS que te lleva al domicilio de Charlize Theron) lograron adormecer el sentido de identidad de los esclavos: el fontanero miraba por encima del hombro al albañil, sabedor de que la tiene más larga (la tele: tres pulgadas más), la taxista  llevaba con desgana a un panadero cuyo móvil, al contrario que el de ella, no tenía Bluetooth.
Y a este paisaje tan propicio llegaron los nuevos conquistadores, con asesinatos (suicidios, desahucios), saqueo del Estado de Bienestar, violación de nuestra inocencia, e imponiendo su religión, un fundamentalismo económico adorador del dios Mercado. Eufemismo por eufemismo, al "Descubrimiento de América" y su correspondiente Eldorado -encarnado ahora en los derechos públicos y su expolio vergonzoso- se le llama "Crisis". 

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